Ligar para subir la autoestima, ¿funciona o a largo plazo es malo para tu salud mental?

Nuestra autoestima varía en función de las experiencias que vivimos. Aprobar un examen difícil puede provocarte un subidón, que no te inviten a una fiesta a la que querías ir puede deteriorarla, y ligar con alguien que te atrae puede mejorar tu amor propio. En otras palabras, hay muchos recursos para elevar nuestra autoestima, pero, ¿todos son igual de eficaces y, sobre todo, sanos?

Lo cierto es que no. Algunas decisiones que tomamos para subir nuestra autoestima pueden parecer útiles a corto plazo, pero solo son un parche. A largo plazo, corres el riesgo de sentirte peor que antes. Y una de esas decisiones la de ligar para mejorar tu amor propio, un arma de doble filo.

¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando ligamos?

Ligar con reciprocidad (es decir, que la otra persona te corresponda) produce una oleada de cambios biológicos y psicológicos.

Aumenta tu oxitocina, hormona responsable de esa sensación de conexión con la otra persona. También pueden elevarse los niveles de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer ante la novedad. Y, a mayores, se producen cambios en las hormonas sexuales: los estrógenos y la testosterona, ambas asociadas a la excitación sexual.

Mientras tanto, nuestro cerebro intenta procesar todo lo que está pasando. Una persona segura de sí misma puede centrarse en disfrutar y una persona insegura puede pensar que “ligar es un golpe de suerte” o que “la otra persona en el fondo se está conformando con ella”.

Después de ligar, las hormonas y neurotransmisores se estabilizan, pero nuestro cerebro sigue dando sentido a la experiencia que acabamos de vivir, y es ahí cuando la autoestima puede verse reforzada o dañada.

Ligar puede dañar tu autoestima cuando…

  1. La otra persona no te atraía del todo o bien física o bien psicológicamente. Es decir, lo hiciste solo por el subidón del momento, pero tu ligue no te entusiasmaba.
  2. Has realizado prácticas no satisfactorias. Por ejemplo, el beso fue horrible o has tenido sexo y no has alcanzado el orgasmo (porque no conectabais en la cama, porque la otra persona era un poco egoísta o porque te daba apuro pedirle alguna práctica que sí te gustaba).
  3. Te has sentido cosificado o cosificada. Mientras tú buscabas una conexión un poco más profunda, la otra persona solo te ha valorado por tu atractivo físico.
  4. La otra persona te ha utilizado. Cuando ligas con alguien que solo busca de ti un beneficio personal (por ejemplo, subir su propia autoestima), tu autoestima puede deteriorarse.
  5. Tienes problemas de autoestima previos sin resolver. Si ligar ha sido una estrategia para sentirte bien, quizá durante un breve periodo de tiempo te has distraído, pero después puedes volver a sentirte tal y como te sentías al principio.

La importancia de cuidar tu autoestima para disfrutar ligando

Si se cumple alguna de estas condiciones no tienes que renunciar a ligar, pero sí conviene trabajar el autoconocimiento. En otras palabras, pararte a pensar qué falla en tu salud mental, qué está deteriorando tu autoestima y, sobre todo, qué puedes hacer para cuidarla de ahora en adelante.

Un primer paso es rodearte de personas que te hacen sentir a gusto y, sobre todo, que te permiten ser fiel a ti mismo. Si ligar con alguien implica fingir ser una persona que no eres, a largo plazo te sentirás peor.

También es importante trabajar la asertividad y aprender a comunicar las cosas que no te gustan y a pedir lo que quieres. Esto es muy útil cuando alguien quiere ligar contigo, pero a ti no te gusta: no tienes que decir “sí” por pena ni para hacerle un favor a nadie. Tienes derecho a rechazar a otra persona, siempre desde el respeto.

Finalmente, intenta que ligar no sea el objetivo central de tus planes. Si sales de fiesta, vas a la biblioteca o haces un viaje con tus amigos, ponte diferentes metas. Sí, ligar puede ser una de ellas, pero no es sano que sea la única porque generarás muchas expectativas y puedes acceder a hacer cosas que no te apetecen o incluso enrollarte con alguien que no te gusta, solo por la presión autoimpuesta.