El neurólogo Arturo Goicoechea es uno de los mayores expertos en el dolor. Su experiencia es una guía indispensable cuando hablamos de este síntoma que tiene no solo una explicación física, sino también psíquica. Este martes 17 de octubre se celebra el Día Mundial contra el Dolor y en Informativos Telecinco hemos querido saber más sobre el conocido como dolor crónico que afecta a casi 10 millones de españoles según la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Arturo Goicoechea es muy combativo con esta idea asentada de que todo dolor que dure más de seis meses es catalogado como dolor crónico y, por lo tanto, es incurable e irreversible. Según este experto, el dolor no siempre es la expresión de un daño-inflamación. "Hay veces que este se presenta como una enfermedad en sí mismo en la que intervienen las redes neuronales". Recuerda en su blog que "a veces, el cuerpo expresa sus conflictos y atascos a través del dolor, por una falsa vía. Esa falsa vía se ha automatizado".
Y esto, ¿por qué?. Goicoechea nos recuerda que el dolor forma parte de nosotros, de nuestras memorias, "está profundamente arraigado en su personalidad, en su ánimo, en su angustia, en los vaivenes pasados, presentes y futuros. Se ha hecho crónico. Tendríamos que reconstruir una persona nueva con una biografía nueva. Ya no sería usted. Eso no es posible. Sólo podemos comprenderle y mostrar nuestra solidaridad. La natación, la meditación, los masajes y la ayuda psicológica pueden ayudarle a sobrellevar ese estado cronificado".
En Informativos Telecinco hemos querido saber más de esta aproximación al dolor crónico a través de las respuestas de Arturo Goicoechea, expuestas también en su último libro: "El dolor crónico no es para siempre", publicado por la editorial Vergara.
Pregunta Informativos Telecinco.- ¿Cómo saber que el dolor que padecemos puede ser mental?
Respuesta Arturo Goicoechea.- El concepto “mental” no es el más adecuado. El dolor es un contenido de la conciencia, que integra siempre componentes sensoriales, emocionales, conductuales y sociales. En ocasiones aparece en la conciencia porque se ha producido un daño y otras lo hace aunque en la zona doliente no haya ninguna anomalía. Las áreas cerebrales que lo producen comparten zonas comunes. Estaríamos ante una falsa alarma, pero el sistema se ha activado como si se hubiera producido un incidente real de amenaza.
P.- En el caso de no serlo: cómo se puede convivir con el dolor las 24 horas del día
Cada paciente hace lo que puede, pero la mortificación, invalidez e incomprensión social (profesionales y allegados) pueden ser extremas.
P.- Qué ejercicios tanto mentales como físicos recomendaría para convivir con el dolor
R.- No es una cuestión de ejercicios terapéuticos, mentales o físicos, sino de trabajar los componentes cognitivos (creencias y expectativas) sensoriales, emocionales, conductuales y sociales, que alimentan y engordan ese dolor. Lamentablemente, lo que se está diciendo y haciendo no es que, desde la perspectiva de la biología, debiera decirse y hacerse, en muchos casos.
P.- ¿Algún caso como experto le ha dejado marcado?
R.- El mío propio. He padecido dolor crónico invalidante y otros síntomas. Ello me movió a buscar información y aprendí cosas sobre neurobiología que no me habían enseñado en la Facultad ni aparecían en las revistas “ortodoxas”. No he vuelto a padecer dolor, porque cuando lo siento lo gestiono de un modo radicalmente distinto al de mi época de paciente. Mi experiencia la contaba a los pacientes y gracias al nuevo enfoque muchos de ellos han recuperado la libertad para vivir, es decir, moverse sin miedo, sin peligro y sin dolor.
P.- ¿Y alguna historia de superación?
R.- Muchas. Bastaba, a veces, con leer un libro (mío o de otros autores que proponen estrategias similares) para que el problema se disolviera “milagrosamente”.
P.- Cuáles son las alertas que nos pueden avisar de que podemos sufrir dolores crónicos
R.- Que no se asocia a ese dolor ningún daño objetivo en la zona doliente y que las terapias habituales no funcionan.
P.- Cuáles son las partes del cuerpo que más duelen
R.- En cada paciente aquellas que más le duelen. En experimentación, la córnea.
P.- ¿Hay una relación entre la depresión y el dolor?
R.- Tienden a presentarse de la mano. El dolor crónico es deprimente. Acaba con la motivación para vivir, porque no se ve una salida. Los estados depresivos expresan una desmotivación a la interacción con el entorno físico y social. Este estado de desmotivación facilita el que se construyan estados de alerta-protección injustificados, es decir, dolor y otros síntomas.
P.- Tener actividades, distraerse, puede ser clave para que dejemos de pensar en el dolor
R.- Desviar la atención del dolor puede servir a corto plazo, si conseguimos hacerlo, pero hay que trabajar el resto de los componentes (cognitivos, emocionales, sensoriales, conductuales, motivacionales y sociales).
P.- Cuáles son las enfermedades del dolor que están creciendo
R.- El dolor crónico no explicado ni justificado biológicamente es peor que una enfermedad como estado de mortificación e invalidez. Se ponen etiquetas (migraña, fibromialgia…), pero no se aportan explicaciones ni soluciones satisfactorias. Se propone que estamos ante supuestas enfermedades misteriosas irreversibles con las que debemos aprender a convivir. Incluso se sostiene que el dolor crónico es una enfermedad, pero no hay evidencia de ninguna. Sólo marcadores biológicos que corresponden al estado de alerta-protección cronificado. Si se hace el trabajo adecuado, esos marcadores, en muchos casos, se normalizan.
P.- ¿Se debe a nuestra forma de vivir?
R.- Los profesionales, ante la falta de explicaciones y soluciones, echan balones fuera. Señalan al individuo (genes, estilo de vida, traumas psico emocionales, cargas mecánicas de trabajo, malas posturas, alimentación etc…) y no cuestionan su información y sus propuestas terapéuticas. Hoy en día tenemos ya evidencia cada vez más abrumadora de que las herramientas útiles son la educación en biología del dolor y la recuperación de la actividad perdida, eliminando los miedos construidos (aprendidos).