Gaby Pérez Islas, tanatóloga: “Es un inmenso regalo trabajar con la muerte y con los enfermos terminales”

  • Entrevista a Gaby Pérez Islas, tanatóloga y autora del libro ‘Cómo curar un corazón roto’

  • En su libro, fruto de una vida entera entregada a acompañar a otros en el duelo, la tanatóloga mexicana comparte ideas para sanar la tristeza de una pérdida

  • “Un duelo es un proceso”, dice la autora

Su padre solía decirle que la muerte le da vida y ella no puede estar más de acuerdo. En una cultura como la nuestra, que vive tan de espaldas al dolor -y por extensión a la muerte-, no abundan personas como Gaby Pérez Islaspersonas que, ante el dolor ajeno, dan un paso adelante. Más bien lo que ocurre es que “la mayoría de las personas, frente al dolor de alguien, dan un paso para atrás”, explica.  

Ese acto de dar la espalda al dolor está tan integrado en nuestra cultura que somos ciegos a ello. Este rechazo cultural al dolor es automático e inconsciente, sí; sin embargo, asoma a diario en nuestras casas, oficinas y escuelas a bordo de frases tan típicas como “no llores”, “no tengas miedo”, “no te enfades” o “anda… no estés tan triste”. Esta retahíla de ‘noes’ (que en definitiva es un enorme “¡no sufras!”) responde más a nuestra incomodidad y dificultad para sostener el dolor ajeno, que a nuestro deseo genuino y auténtico de que el otro no sufra. 

Gaby Pérez Islas, tanatóloga de profesión, sí sabe qué hacer con las lágrimas ajenas. Eso es precisamente lo que aprende un tanatólogo durante su formación, señala: “un tanatólogo es alguien que te deja en la dignidad de tu dolor, pero te acompaña en él”.

En su libro, Cómo curar un corazón roto (Diana, 2023) Pérez Islas comparte las claves para enfrentarnos a cualquier tipo de pérdida y elaborar nuestros duelos de manera saludable. En lugar de invitarnos a pasar página lo antes posible, nos propone transitar con paciencia y serenidad el túnel oscuro del dolor para luego salir a la luz y continuar el camino de la vida sin cargar con una maleta llena de cuentas pendientes y emociones no sentidas. ¡Cuánto sufrimiento y malestar vemos en las consultas de los psicólogos como consecuencia de esos duelos no elaborados! “El ‘pasar página’ claramente no ha funcionado”, sentencia Pérez Islas.

Es la posibilidad de que mi vida se acabe y la certeza de que esto se va a acabar algún día, lo que me lleva a ser feliz”

Pregunta: ¿Dirías que tenemos una cultura tanatofóbica?

Respuesta: Sí, definitivamente sí. No sé en qué momento empezó a ser así porque hace cien años se velaba a las personas en casa, era mucho más natural la muerte, pero de pronto la muerte empezó a darnos horror y quisimos sacarla de nuestras casas y llevamos a los enfermos a morir al hospital, cuando el hospital es un lugar bueno, para ir a recuperar la salud, pero es un pésimo lugar para morir; empezamos a llevar a las personas a tanatorios y a lugares para sacarlos. Cosas que hacíamos nosotros, como vestir a nuestros muertos o maquillar a nuestros muertos, hoy se lo dejamos a alguien; decimos que la muerte la dejamos para el final, pero la muerte está todo el tiempo acompañándonos en la vida y le tenemos miedo. Si enciendes el televisor y escuchas noticias, vas a oír de miles de muertos todos los días…¡no hay un solo día que no escuches de un muerto!, pero es ‘La muerte’, la que está fuera, pero la muerte que viene y toca la puerta de mi casa, esa es una tragedia.

P: Tener tan presenta la muerte en tu vida…¿te hace más atormentada y amargada o justo lo contrario?

R: Todo lo contrario. Te voy a decir algo que decía mi padre. una vez le dije: “voy a ver un enfermo terminal y regreso enseguida”. ”Sí… anda, ve, ve”, me decía él. Porque se ponía un poco nervioso. Pero luego, cuando yo regresaba me decía: “¡Es que a ti la muerte te da vida!” Y es la verdad, porque solo sabiendo que la vida se va es cuando realmente nos comprometemos con nuestro proyecto de vida. Si yo supiera que voy a estar aquí siempre, ¿para qué escribo un libro? Si yo siempre voy a estar aquí ¿para qué contarlo? Es la posibilidad de que mi vida se acabe y la certeza de que esto se va a acabar algún día, lo que me lleva a ser feliz, a organizar un viaje, a disfrutar cada minuto porque no hay tiempo que perder. Si lloramos la muerte de un ser querido es porque perdió algo valioso: la vida…¿por qué yo, que la tengo, tendría que desperdiciarla? Es un inmenso regalo trabajar con la muerte y con los enfermos terminales. Ellos son los mayores maestros de la vida, los que te dicen lo que es verdaderamente importante y lo que no.

P: Darnos cuenta de que la muerte es una posibilidad nos permite agradecer la vida y disfrutarla, ¿es esta la idea?

R: Los budistas dicen que cada día se imaginan que un pájaro se posa en su hombro todas las mañanas y le preguntan al pájaro: ¿es hoy el día que voy a morir? Y si el pájaro canta significa que no y si se queda callado puede ser que sí. Imagínate… cuando yo iba a mis prácticas e iba al hospital pediátrico a ver a los niños enfermos de cáncer, terminales y regresaba a casa a ver a mis tres hijos…es que llegas a besarlos, abrazarlos, a no pelearte si se han dejado juguetes tirados, a ver lo verdaderamente importante de la vida, a poner límites, a tener una estructura, desde luego, pero a disfrutarlos. Yo siento que he disfrutado cada etapa de mi vida, no la he sufrido porque sé que ningún sentimiento es permanente y que todo pasa.

El tanatólogo es un amigo que, ante el dolor, da un paso adelante, mientras que la mayoría de las personas, frente al dolor de alguien, dan un paso para atrás

P: ¿Qué es exactamente un tanatólogo? ¿en qué consiste tu trabajo?

R: El tanatólogo es un acompañante de duelo; trabaja únicamente con pérdidas. Puede ser la pérdida de la salud y eventualmente la pérdida de la vida cuando trabajamos con enfermos terminales. Pero también tiene otra vertiente, y es que trabajamos con dolientes. Los dolientes son personas que han tenido una pérdida. Nuestro campo de trabajo es la pérdida y el objetivo es que la persona restablezca su funcionalidad, regrese a las vías de su vida. Es como una terapia corta de un máximo de diez sesiones que te da un empujoncito cariñoso hacia las vías de tu vida. En el libro de Cómo curar un corazón roto lo digo de esta manera: “tú remas, yo te alumbro el camino. El trabajo es tuyo, yo no voy a hacer el trabajo de duelo por ti: tus cierres, tus despedidas, tus agradecimientos, tus perdones…eso lo harás tú, pero yo te voy guiando”. El tanatólogo es un amigo que, ante el dolor, da un paso adelante, mientras que la mayoría de las personas, frente al dolor de alguien, dan un paso para atrás. Yo sí sé qué hacer con las lágrimas. Esa es la definición de un tanatólogo: alguien que sabe qué hacer con tu dolor, no te lo quita, es tuyo; es alguien que te deja en la dignidad de tu dolor, pero te acompaña en él.

P: “No haya duelos de microondas”, dice en tu libro. Sin embargo, en esta cultura tanatofóbica que tenemos y que nos empuja a pasar página cuanto antes; en este vivir de espaldas a la muerte…¿cuántos duelos se quedan sin elaborar y qué consecuencias tiene esto?

R: Un duelo es un proceso. Sin embargo, ahí están los resultados de ese querer ‘pasar página’ cuanto antes porque ahí están las cifras de suicidios, las cifras que vemos de la poca salud mental. Entonces, el ‘pasar página’ claramente no ha funcionado. Este ‘Sí se puede’, ‘seamos felices’, ‘hay que ver el lado luminoso de las cosas’…sí claro, hay que ver la luz, pero antes hay que pasar a través del túnel porque lo que no se siente no se sana. Hay que pasar a través del dolor para salir de él, no evadir el dolor.  Ante el dolor, cuando hay alguien que te acompaña a que te despidas, a que lo llores, a que cierres, vas a vivir mucho mejor y mucho más ligero de equipaje.

P: Tras la pérdida de su pareja, una doliente me dijo una vez que sentía que el resto de las personas trataban de meter su duelo en un cuadro Excel…”verás como dentro de un año lo habrás superado y encontrarás a otra persona”, le decían. ¿No crees que esto responde a nuestra dificultad para sostener el dolor ajeno? Meterlo en un cuadro Excel nos da cierta sensación de control, pero el duelo es diferente para cada persona, dices en tu libro…

R: Y esto es tan peligros que, en EEUU, por ejemplo, ya han diagnosticado un ‘síndrome de duelo prolongado’ que ya aparece en el DSM-5, el libro de las enfermedades mentales para poderte medicar. Si tu trastorno está ahí, entonces las aseguradoras pagan tus antidepresivos y ansiolíticos porque aquí, lo que queremos es que rápido funciones otra vez. Esta es una sociedad en la que tú tienes que regresar a trabajar, tú tienes que ser funcional y productivo…tus amigas te dicen: “Ah ya vas a estar bien, a ver si podemos ir al cine como íbamos siempre. Ya quiero que seas la de antes”. Pero es que la de antes ya no vas a ser. Murió tu madre, murió tu padre, ya no puedes ser la de antes, pero puedes ser una nueva versión de ti, pero eso toma tiempo. Esta prisa y este empujarte a que estés donde la sociedad cree que debes estar, no donde tú estás, nos está pasando una factura muy cara. Así como tuvimos un tiempo de ‘fast food’ y corrimos todos, rápido, la comida rápida, sí, para que regreses en 15 minutos a trabajar…pero ¿de qué nos dimos cuenta luego? De que esto nos llevó a la obesidad y a muchísimas enfermedades y ahora hay todo un movimiento regresando al ‘slow food’, al comer con calma, pausado, que te tomes tu hora de la comida. En el duelo, lo rápido no funciona. La vida tiene sus ciclos. confía en los ciclos y en el acompañamiento y en las tareas que fomenten que esto pase poco a poco. Cada duelo es un traje hecho a medida. 

Si lo único que tenemos seguro en la vida es la muerte, más nos vale empezar a llevarnos mejor con ella y tener un mejor concepto

P: ¿Por dónde habría que empezar para dar la vuelta a esta cultura tanatofóbica y vivir con la muerte más presente en nuestro día a día

R: Estoy empezando en España con Cómo curar un corazón roto y en México empecé hace 25 años abriendo la conversación, hablando sobre este tema, quitando la superstición de que “¡Ay no, no hables de esto, cruz, cruz, toco madera!”…como si por hablar de esto lo atrajeras…no es así: yo hablo a diario de la muerte y aquí estoy. Es quitar lo nervioso de la muerte. Digamos que es una conversación incómoda para muchos, pero las conversaciones incómodas son las más fértiles, son las que te llevan verdaderamente a crecer, a extraer significado. Tengo un podcast que se llama Después de la pérdida, que va a empezar su octava temporada y que ha sido un ‘hitazo’ porque es hablar del tema y hablarlo desde otro lugar que no sea tan solemne, tan rígido. Si lo único que tenemos seguro en la vida es la muerte, más nos vale empezar a llevarnos mejor con ella y tener un mejor concepto. Creo que podemos escribir sobre ello. Desde luego creo que hablar de estos temas en los libros es fundamental, pero un libro que sea empático, que te tome de la mano.

P: ¿ No crees que para hacer ese cambio cultural es fundamental cambiar la forma de hablar a los niños de la muerte? 

R: Los medios también tienen que abrir la conversación con estos temas y empezar a hablar de esto. En México hace 25 años era impensable que invitaran a un tanatólogo a un plató de televisión y hoy estoy en todos los canales, los medios y las revistas porque la pandemia trajo la muerte a nuestras casas. Por más que quisiéramos proteger a los niños, es que no se pudo. Es que había una pandemia, había que encerrarse, guardarse. Los niños se enteraban de que se había muerto el abuelito, o el padre de tal, o que había fallecido tal persona: las casas se llenaron de muerte, pero no una muerte que te explicaran o en la que te acompañaran. Nos quedamos con el miedo de la muerte y no con la cultura didáctica. Lo que tenemos que hacer es cultura del duelo. Hoy, no hablar acerca de la salud mental y de la muerte está poniendo en riesgo a nuestros hijos porque los hijos van a encontrar en Internet muchísimas formas de quitarse la vida, pero no muchísimas formas de vivirla (…) Algo que la tanatología hace es que te ayuda a pararte en un sitio diferente, a ver las mismas cosas de siempre desde un lugar distinto.

Para mí el dolor es un templo y yo entro descalza. Me quito los zapatos en señal de respeto para poder estar ahí y acompañarlos

P: ¿Me podrías poner un ejemplo?

R: Una chica que viene a consulta conmigo iba a ser su cumpleaños y me dijo: “Yo no quiero celebrar, yo no voy a celebrar mi cumpleaños este año, no tengo nada que celebrar porque murió mi madre y no estoy con ánimo de celebrar…¿qué cumpleaños y qué nada?” y yo le dije: “¿de verdad no vas a festejar el día que conociste el rostro de tu mamá, el día que viste por primera vez a tu mamá?” Y me dijo: “Nunca lo había visto así”. Pues puedes verlo así porque de verdad es un día para conmemorar. Resignificar las cosas no es resignarte a ellas, no es cruzarte de brazos, es ponerlas en otro lugar, reasignarlas en tu vida al sitio donde te ayuden a seguir adelante, no donde te frenen… 

P: Antes has hablado de la pandemia…¿crees que es experiencia ha cambiado nuestra manera de ver la muerte? ¿hay menos reparo a hablar de la muerte?

R: A raíz de la pandemia, por ejemplo, revaloramos los rituales. Antes a lo mejor era un fastidio tener que ir a un funeral y ahora nos damos cuenta de que ese apoyo y ese estar ahí para alguien hace la diferencia. Revaloramos los rituales y revaloramos la vida, sí… Pero lamentablemente sí te tengo que hablar de esta segunda pandemia de poca salud mental que nos quedó. Creo que hay mucha desesperanza en los jóvenes, mucha desmotivación. Les robaron dos años de sociabilidad, de habilidades por las otras personas. Son muy hábiles tecnológicamente -todos nos volvimos muy hábiles para las máquinas- y poco hábiles con las personas. En el momento en que se acabó la pandemia volvimos rápido al gimnasio y a la oficina, pero no nos tomamos el tiempo de ir a la casa del vecino y decirle: “Ahora sí, vamos a tomarnos un café y cuéntame cómo fue lo de tu madre, qué pasó con lo de tu padre”. Ya no queríamos hablar de eso…era como pasar página. Pero no todos pueden pasar página porque hay mucho dolor ahí. Se perdieron trabajos, ilusiones. Creo que hay que poner esta conversación sobre la mesa porque el dolor necesita ser visto y esa es la manera de sanarlo: Expresarlo y validarlo.

P: Háblame sobre eso de expresar y validar para sanar. En todos los años trabajando como tanatóloga, ¿has visto a muchas personas superar su pérdida? ¿es posible?  

R: Sí. sí es posible. ¿Es posible la felicidad después de la muerte de un ser querido o una pérdida? Sí, yo lo he visto. Soy testigo de esto y por eso me dedico a esto. La tanatología es una teoría de la esperanza porque si no, yo ya hubiera caído en un síndrome de agotamiento profesional. Cada vida es una experiencia, cada doliente es un maestro, por eso en mis libros siempre incluyo historias de ellos, que son los verdaderos maestros de la vida. En la vida hay muerte, hay dolor, hay sufrimiento, hay enfermedad, pero también hay alegría, hay gozo, hay naturaleza, hay belleza. Creo que hay que abrazar la vida como si fuera una moneda. Cara y cruz son dos caras de los mismo y la muerte no es un capítulo aparte.

P: Al final de cada capítulo de tu libro propones al lector que reflexione sobre qué se lleva…¿qué te llevas tú de una vida entregada a la muerte y al duelo?

R: La satisfacción del deber cumplido. Creo que frente al dolor de los demás yo he dado un paso adelante y no un paso atrás. Me llevo el agradecimiento enorme de todas las personas que han confiado en mí para que los acompañara. Para mí el dolor es un templo y yo entro descalza. Me quito los zapatos en señal de respeto para poder estar ahí y acompañarlos. Y me llevo la alegría de que cuando le he preguntado a las personas si de haber sabido que les iba a doler tanto perder hubieran preferido no tener aquello que perdieron y todos me contestan “No: aun sabiendo lo que me iba a doler, me quedo con la alegría de haberlo tenido”. Ante esto yo digo que la vida vale la pena...literal te lo digo: la pena que genera no tenerla, la vida la vale, porque el amor gana al dolor. El dolor es muy grande pero el amor pesa más.