¿Romperse la camisa ante una mala noticia es más sanador que llorar en silencio? Preguntamos a una psicóloga
¿Es saludable expresar el dolor según sale de nuestro cerebro pasional o debería pasar antes por el filtro de la razón?
La psicóloga Isabel Menéndez Benavente nos explica cómo cada cultura tiene definidos qué comportamientos son correctos o incorrectos
Entre los extremos puñetazo y la frialdad, nada sanos ambos, tenemos las lágrimas, que minimizan el dolor físico y emocional
Una mala noticia siempre es inoportuna y, según cuál sea, puede resultar devastadora. Hasta aquí estamos de acuerdo. Cómo lo expresamos es una cuestión más compleja. ¿Sufre más quien más llora? ¿Romperse la camisa es más sanador que llorar en silencio? ¿Cuánto importa que nos vean? Aunque no dejan de ser llamativas, en nuestra cultura mediterránea estamos acostumbrados a escenas dignas de una de esas tragedias griegas que liberan en el espectador los sentimientos más profundos de compasión y horror cada vez que tenemos una traición, una pérdida o cualquier otro evento que nos toque el corazón. Eso no significa que quien reacciona con serenidad no lo tenga igualmente hecho trizas.
"El dolor es un sentimiento latente en la condición humana, pero tanto su intensidad como su expresión es algo muy ligado a nuestros valores, creencias, costumbres y nomas sociales", nos explica Isabel Menéndez Benavente, psicóloga clínica. Según nos dice, las emociones más influidas por todo esto son las que indican bienestar, como la alegría o la tristeza, o moralidad, como la vergüenza o la culpa.
"Cada cultura tiene bien definidos qué comportamientos son correctos o incorrectos o qué recursos acepta para expresar una emoción. Somos seres sociales y ajustamos nuestros comportamientos al contexto y al medio cultural en el que nos encontramos. Inevitablemente, entra en juego el sentirnos evaluados por otros y la respuesta que recibimos en el modo de expresarnos".
Pillar in fraganti o que nos lo cuenten
¿Justifica esto la reacción de ira ante, por ejemplo, una infidelidad? La psicóloga diferencia entre si nos la comunican o, por ejemplo, sorprendemos al infiel. "Es un shock. No hay un tiempo de contención, reflexión o tomar cierta distancia antes de decidir qué vas a hacer. Unas personas reaccionen con ira, confrontación, tristeza, desesperación o falta de control. Otras optan por la huida, el llanto y la tristeza".
Algunas emociones, como el orgullo, la pena o la vergüenza, son muy complejas. Sentir vergüenza o bochorno es para nosotros una emoción ante una situación embarazosa, mientras que en muchos países árabes se percibe como una muestra de honorabilidad. En el caso de la pena, en las tradiciones católicas europeas exige estoicismo; en las culturas africana y caribeña, se anima a expresar el dolor, incluso de forma ruidosa. La ira tiene en Japón una connotación de poder y en Occidente denota mala gestión emocional.
Y lo mismo podríamos decir, según nos explica Menéndez Benavente, con algunos de los conceptos que desencadenan las emociones anteriores. Es el caso de la infidelidad, tan presente en países como España, el octavo país más infiel, o Tailandia, Dinamarca o Italia, los tres con mayor tasa de engaño, según la web The Richest.
El amor marca el nivel del dolor
Aquí volveríamos a preguntarnos qué es ser infiel. ¿Es el acto sexual en sí mismo? ¿Lo es también un beso? ¿Y fantasear? Para los lozi de África, no implica necesariamente relación sexual. En Occidente, según se desprende de las encuestas que viene realizando la plataforma Gleeden, las aventuras extramaritales son una oportunidad para reinventarse, una escapatoria de la rutina o una forma de revivir la pasión. Lo difícil es afrontarla cuando la sufrimos en nuestras propias carnes. "Si hay amor de verdad, es una pérdida y debe afrontarse como un duelo", señala la psicóloga.
"En la manera de procesarlo interviene la inteligencia emocional -continúa-, muy diferente según la cultura, el nivel educativo o el entorno. Darnos permiso para sentir y procesar la infidelidad es saludable, pero también lo es buscar apoyo en alguien de confianza para compartir lo sucedido o sanar con la ayuda de un profesional que ayude a superar la traición o a reconstruir, si aún es posible, la confianza en la relación. Las lágrimas cumplen una doble función: minimizan el dolor físico y también emocional. Lloras por la pérdida y después respiras".
Otra cosa es la reacción descontrolada, que no pasa por la parte frontal de nuestro cerebro. "Esa respuesta visceral y trágica no ayuda y pasa factura. Está muy vinculada a ese sistema de valores y creencias aprehendidas. También lo está la reacción contraria, la frialdad o la indiferencia, porque conlleva un duelo postergado que se va a manifestar en forma de ansiedad, depresión o sentimientos de culpa".
Programados biológicamente
En unas culturas u otras, el dolor por una pérdida, del tipo que sea forma parte de nuestra condición humana y hay microexpresiones que nos delatan, están programadas biológicamente, aunque varíe el grado. En Oriente, por ejemplo, hay una tendencia mayor a la moderación que en una cultura como la estadounidense, donde el repertorio de reacciones verbales y gesticulares es mucho más amplio. Como muestra, el idioma. Mientras el inglés dispone de 2.000 palabras para referirse a estados emocionales, el chino solo alrededor de 750. También se ha comprobado que en los países con mayor desarrollo se reciben mejor las emociones negativas.
Si nos vamos a Japón, la sociedad tradicional ha enseñado a sus ciudadanos que las lágrimas se derraman en privado como un ejemplo de civismo y respeto al prójimo. Es su forma de aceptar la desgracia y de reponerse. Sin embargo, cada vez se están popularizando más los espacios seguros donde los individuos pueden verter sus lágrimas. Esta catarsis colectiva, conocida como Rui Katsu, es una práctica que favorece la salud mental y el bienestar emocional.
Cada cultura, incluso cada ámbito sociocultural, marca sus propias normas sobre cómo manifestar y con qué intensidad. La sonrisa nos da una muestra más. En algunas partes del mundo, una carcajada puede indicar inteligencia social; en otras, excentricidad. Por eso, la reacción de algunos concursantes de la telerrealidad puede generar un choque cultural según los ojos de quien observe. Una misma respuesta que se percibe natural en un entorno puede interpretarse absolutamente inadecuada en otro diferente.
