El momento del día en que nos alimentamos puede jugar un papel muy importante en nuestro bienestar general. Es cierto que el agitado ritmo de vida actual nos puede dificultar seguir los horarios más razonables, pero intentar mantener unas costumbres regulares a la hora de comer nos ayuda a optimizar el metabolismo, mejorar la digestión y proporcionar una mayor energía.

Nuestro organismo tiene un reloj biológico interno, conocido como el ritmo circadiano, que regula funciones como el sueño, la temperatura corporal y la digestión. Comer a horas consistentes sincroniza nuestra alimentación con este reloj biológico, mejorando la absorción de nutrientes y reduciendo el riesgo de enfermedades metabólicas como la diabetes. Además, establecer horarios de comida puede contribuir a un mejor control del apetito y previene el consumo excesivo de calorías.

Respetar los horarios de comida es aún más crucial para mantener la estabilidad metabólica y prevenir complicaciones de salud cuando pasamos de los 50 años. Hay que tener en cuenta que con la edad la digestión se vuelve más lenta, por lo que comer a horas regulares facilita la absorción de nutrientes esenciales como el calcio y la vitamina B12. Además, previene deficiencias que podrían desembocar en osteoporosis o anemia.

Tampoco hay que olvidar que la regulación del azúcar en sangre se vuelve más delicada a partir de los 50 años. En ese sentido, comer en horarios fijos puede ayudar a prevenir hipoglucemias o picos de glucosa. Por otra parte, contribuye al tránsito intestinal, reduciendo el riesgo de estreñimiento tan común en adultos mayores por la disminución de la motilidad intestinal.

Sabiendo todo esto, ¿en qué horario se recomienda cenar a partir de los 50? Varios estudios de la Universidad de Harvard, como la investigación publicada en ‘Cell Metabolism’ por Scheer, Saxena y Garaulet, o el trabajo de Hassan S. Dashti en ‘The American Journal of Clinical Nutrition’ fijan la franja entre las 5 y las 7 de la tarde como la ideal para cenar, principalmente en adultos entre 50 a 70 años.

Otra investigación auspiciada por Harvard y el Brigham and Women's Hospital, ‘Timing of Food Intake: Identifying Contributing Factors to Design Effective Interventions’', concluyó que cenar tarde está relacionado con mayor riesgo de obesidad, intolerancia a la glucosa y alteraciones en el metabolismo energético. Estos efectos aún pueden ser más pronunciados en adultos mayores debido a la disminución de la eficiencia metabólica con la edad.

Satchidananda Panda, profesor del Instituto Salk de Estudios Biológicos de EEUU, ha realizado varios estudios relacionados con la alimentación y el tiempo en que se realiza, y considera que el factor más importante en el cálculo de la hora de cenar es la melatonina, la hormona que le indica al organismo humano que es hora de dormir.

La melatonina empieza a subir unas tres horas antes de ir a la cama. Si la persona tiene un pico de azúcar después de comer tarde, al cuerpo le cuesta más regular el azúcar en sangre, según Panda. Por lo tanto, al cenar más tarde aumenta el riesgo de padecer diabetes y otros trastornos metabólicos. Para este experto, la hora ideal para cenar es de tres a cuatro horas antes de acostarse.

Además, otros estudios en ‘The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism’ indican que cenar temprano mejora la calidad del sueño y la salud cardiovascular. Lo que recomiendan es una cena ligera antes de las 8:00 de la noche para mejorar la salud metabólica y promover un descanso reparador.