Testimonios

La lucha de Irene Pasanau tras un daño cerebral que la dejó 40 días en coma: "Tuve que volver a aprenderlo todo, incluso a ser yo misma"

Irene Pasanau en la actualidad. CEDIDA
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Treinta años después de que un accidente la dejara en coma y le borrase la memoria, la escritora y periodista Irene Pasanau se ha convertido en un ejemplo de cómo reconstruirse cuando no sabes ni quién eres. Ha tenido que volver a empezar desde cero: aprender a hablar, a caminar, a entender... y, sobre todo, a ser. Hoy, su historia la plasma en el libro ‘Mi segunda oportunidad tras un daño cerebral’.

“Estábamos en el parking de una discoteca”, comienza Irene, remontándose a aquella noche fatídica del 11 de agosto de 1994. “Yo me encontraba en el asiento de atrás de una moto, íbamos muy despacio, como a 10 kilómetros por hora. Un coche dando marcha atrás nos golpeó. Yo llevaba casco, pero me venía grande. Salí volando y me di un golpe en el tronco occipital izquierdo contra el asfalto. Quedé en coma durante más de 40 días”, relata Irene en una entrevista con Informativos Telecinco.

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Tan sólo tenía 22 años. “Era guapa, joven, alegre, súper sociable, con un futuro prometedor y ya delineado…”, recuerda haciendo un retrato nítido de la Irene de antes. Aunque, en ese instante, todo lo que era comenzó a difuminarse, engullido por una niebla de amnesia. “Tengo amnesia desde cuatro horas antes del accidente hasta finales de octubre de ese año. Unos dos meses donde no recuerdo nada”, cuenta.

Durante ese tiempo su nivel de conciencia fue recuperándose “poco a poco”. La memoria volvía lentamente, devolviéndole su identidad a golpe de recuerdos. “Primero, no me acordaba qué había dicho cinco segundos antes, luego diez y, poco a poco, trabajándolo, fui recuperando la memoria completa”, asegura.

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Uno de los momentos clave en este proceso fue cuando, en casa de sus padres, encontró unos papeles con el parte médico y el ingreso en el hospital. “Fue en ese momento cuando fui consciente de que todo lo que mi familia me había contado, era verdad. Entendí que yo había tenido un accidente y que se me habían borrado los recuerdos”.

Y ahí empezó su verdadero renacer, donde tuvo que aprender a hacer de todo de nuevo: a hablar, a andar, a escribir y a comprender la vida. “Volvía a ser una niña pequeña. Estuve haciendo dos horas y media de rehabilitación al día, durante un año. Y dos veces por semana iba al psicólogo y al logopeda. Así lo conseguí”, dice.

Lo más doloroso: “la pérdida de mi propia identidad”

Sin embargo, más allá de las habilidades básicas, lo más doloroso fue “la pérdida de mi propia identidad”, revela. “Yo, la Irene jovial y ‘fashion’ de siempre, se había convertido en una persona frágil, ingenua…” Aunque, por suerte, a lo largo de los años han ido asomándose de nuevo aspectos de su esencia. “Ver cómo estaba volviendo a ser la Irene de antes ha sido la mayor alegría de mi vida”, exclama.

Nunca olvidará las primeras palabras que pronunció al recuperar el habla. Fue en el hospital, le pasaron el teléfono, al otro lado de la línea estaba su madre. Y con toda la fuerza de su garganta, gritó: “¡Hola mamá!”. “Imagínate la emoción de mi madre al escucharme”, señala.

En su recuperación, cada persona de su entorno fue clave. Fue, según Irene, “una labor en equipo. Donde cada uno aportaba algo necesario para seguir avanzando". Y sus padres fueron el mayor pilar. “Ellos me iban permitiendo hacer más cosas cada vez para ir mejorando”. Aunque convivir con el proceso no fue fácil. “No tenía miedo ninguno, pero sentía mucha frustración”, asegura.

No obstante, de todo el proceso, Irene cuenta que lo más difícil no fue hablar. Ni tampoco caminar ni escribir. Fue entender. Y para ello, decidió estudiar Periodismo. “Obligándome a ocuparme del aspecto intelectual, conseguía que las neuronas espejo del hemisferio sano, que no usaba por ser diestra, despertasen y poco a poco se activasen y contrarrestaran el daño del hemisferio afectado”. Así nació la Irene periodista. Así se construyó la Irene escritora.

Que los demás se vean reflejados en su historia

Diez años después del accidente, Irene decidió contar su historia en "Mi segunda oportunidad tras un daño cerebral", y ahora, en 2025, publica una versión renovada, actualizada y ampliada. Así, autoedita este libro (el tercero ya de su autoría), gestiona su propio marketing, su web, y ha diseñado un plan de actuación internacional para venderlo a través de Amazon a todo el mundo.

“Vi que era el momento para seguir con uno de mis objetivos en la vida: ayudar a que los demás se vean reflejados en mi historia. Me gustaría que el lector active su empatía y se sienta agradecido plenamente con su vida, y que yo le haya proporcionado una inyección de fuerza para superarse”, dice.

Una fuerza que Irene no solo descarga en luchar por recuperarse a sí misma, sino que ha depositado en sacar adelante a sus dos hijos, que ahora tienen 18 y 16 años, además de cuidar de su madre de 88 años. “No tengo ayuda de ningún tipo. Pero estoy viva y tengo fuerzas, eso es lo importante. Y mis hijos me dan fuerzas también”, exclama.

En su familia no falta amor, ni palabras para expresarlo: “No hay ni un día que no nos digamos ‘cien mil veces’ te quiero. Hasta con los amigos de mis hijos. Está integrado en nuestro saludo”. Este viaje la ha cambiado profundamente. “Ahora soy más trascendental y menos terrenal… mi escala de prioridades es más auténtica. Y disfruto y valoro al máximo todo”, comenta.

Inserción laboral para personas neurodivergentes

Tras licenciarse en Periodismo tras el accidente, su inserción laboral no ha sido sencilla. “Esta sociedad está a años luz de muchas cosas, entre ellas a emplear a los que somos neurodivergentes”, denuncia. Por eso ahora ella se autoemplea escribiendo su historia. Es su forma de recuperar el control y su vida.

Y es que, la experiencia cercana a la muerte que vivió, le dejó una huella imborrable. “Esto me hizo encontrar mi propósito en la vida. En mi caso, ayudar a los demás. Y cada propósito hay que luchar por conseguirlo como si no hubiera un mañana. Tu mente y espíritu están cargados de lucha y energía para combatir y disminuir tu situación, por muy mala que sea. Ahora, a mis 53 años, tengo más fuerzas que nunca”, concluye.