Salud y Bienestar

Cómo saber si esos granitos rojos tras ir a la playa son alergia al sol o no

Erupción polimorfa lumínica. Getty Images
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No todas las reacciones cutáneas que aparecen tras una jornada de playa se pueden atribuir a la clásica “alergia al sol”, por mucho que esta fórmula coloquial haya ganado terreno en el lenguaje popular. La realidad dermatológica es mucho más precisa, y también más compleja. 

Una de las condiciones más frecuentes en primavera y verano, especialmente en personas jóvenes y de piel clara, es la erupción polimorfa lumínica, conocida por sus siglas EPL. Según Mayo Clinic, esta afección se manifiesta como un “sarpullido que se produce como resultado de la exposición al sol, sobre todo en las zonas del cuerpo que han estado tapadas durante el invierno”, y añade que “puede causar bultos rojos, picazón o incluso ampollas”. Su aparición suele producirse tras las primeras exposiciones solares del año y puede repetirse cada verano con una intensidad variable.

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Esta reacción, considerada una fotodermatosis idiopática, se diferencia de otras afecciones por su patrón retardado, dado que no aparece inmediatamente, sino al cabo de varias horas o incluso al día siguiente de la exposición. Las lesiones pueden ser pápulas, placas o vesículas, y generalmente aparecen en áreas expuestas a la luz solar como el escote, los brazos o el dorso de las manos, siendo menos frecuentes en el rostro. 

La sensación de picor, quemazón o escozor es habitual en estos casos, y en algunas ocasiones puede venir acompañado de una descamación leve. Aunque la reacción desaparece sola, su recurrencia puede llegar a requerir de atención médica si el cuadro se vuelve severo.

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Urticaria solar, reacciones fotoalérgicas y otras falsas culpables

Además, también hay que ser consciente de que no todo sarpullido aparecido bajo el sol es una EPL. Existe una patología menos común pero más llamativa: la urticaria solar, una afección catalogada como “extraordinariamente rara” por la American Academy of Dermatology. 

Se trata de una reacción de hipersensibilidad inmediata a la radiación ultravioleta o incluso visible, con la aparición de habones rojizos y pruriginosos que surgen en cuestión de minutos tras exponerse al sol y desaparecen al cesar la exposición. A diferencia de la EPL, este tipo de urticaria se comporta como una reacción alérgica clásica: su aparición es súbita, y puede afectar al sistema general si las zonas expuestas son amplias.

Por otro lado, las llamadas fotodermatitis inducidas, también conocidas como reacciones fotoalérgicas o fototóxicas, que tienen un origen bien distinto. Y es que su aparición depende de la interacción entre la radiación solar y una sustancia química presente en la piel, ya sea por el uso de medicamentos tópicos, perfumes o incluso cremas solares. 

Según Stanford Health, “fármacos como el ketoprofeno, el diclofenaco, la doxiciclina o incluso algunos perfumes cítricos pueden provocar fotodermatitis con eccema intenso, inflamación y pigmentación residual”. Estas erupciones suelen localizarse en las zonas de aplicación del producto y se diferencian porque no se repiten de forma cíclica, sino que dependen del uso del agente sensibilizante.

Diagnóstico por descarte y cómo actuar ante los primeros síntomas

Para distinguir entre estas patologías la clave está en el momento de su aparición, el tipo de lesión y la evolución temporal posterior. Si los granitos surgen al cabo de unas horas tras la playa, afectan sobre todo a hombros, escote y brazos, y se acompañan de picor y ardor pero ceden por sí solos en una semana, lo más probable es que se trate de una EPL. Si, en cambio, la erupción aparece de inmediato, con habones y sensación de urticaria tras pocos minutos al sol, puede deberse a urticaria solar. Y si la reacción se localiza justo donde se aplicó un gel, crema o perfume, y persiste incluso sin exposición adicional, probablemente hablamos de una fotodermatitis.

Frente a este tipo de situaciones, la recomendación es proteger la piel con ropa, sombreros de ala ancha y aplicar protectores solares de amplio espectro, así como tratar de evitar la exposición durante las horas de mayor radiación. En casos graves, pueden aplicarse tratamientos como antihistamínicos, corticoides tópicos o, en casos persistentes de urticaria, fototerapia controlada o incluso omalizumab. Sin embargo la mejor opción es acudir antes de su aplicación a nuestro médico de cabecera para consultar su opinión.

En cualquier caso, si los síntomas se repiten año tras año o afectan significativamente a la calidad de vida, la única estrategia fiable es acudir al dermatólogo. Solo un especialista puede determinar con certeza qué tipo de fotodermatosis se padece y si existe riesgo de complicaciones. Porque muchas de estas condiciones se confunden entre sí, y un diagnóstico erróneo puede retrasar un tratamiento eficaz.