Ni una noche más sin dormir: cómo saber si tu insomnio necesita tratamiento
Se considera un insomnio crónico aquel que persiste más de tres meses y aparece al menos tres veces por semana
Menos energía, falta de concentración o alteración de las emociones: los efectos del insomnio en tu salud
Una noche mala la tiene cualquiera. Una fecha de entrega, una preocupación o el simple desajuste del horario pueden conseguir que pasemos la noche dando vueltas en la cama hasta la llegada del amanecer. Pero cuando el insomnio deja de ser la excepción y se convierte en norma, algo más profundo podría estar ocurriendo. Según la Guía de Práctica Clínica sobre el manejo del insomnio en atención primaria elaborada por el Sistema Nacional de Salud, se considera un insomnio crónico aquel que persiste más de tres meses y aparece al menos tres veces por semana, afectando a la vida diaria de quien lo sufre.
Esas fronteras temporales no son arbitrarias. La Mayo Clinic advierte que los problemas de sueño prolongados “pueden estar relacionados con afecciones médicas o psicológicas subyacentes” y requieren valoración médica si interfieren con el desempeño o el bienestar diurno. La Cleveland Clinic, en el mismo sentido, indica que “si el insomnio dura más de cuatro semanas o afecta a tu rutina diaria, deberías acudir a tu médico”. En definitiva, que el tiempo importa, pero más aún lo que el insomnio empieza a alterar.
Cuando el cuerpo y la mente dan señales de alarma
El sueño no es un bloque homogéneo de ocho horas, sino una secuencia de ciclos que se fragmentan de forma natural. Despertarse alguna vez durante la noche es normal, especialmente cuando avanza la edad, pero si esos despertares se prolongan durante más de diez minutos o impiden volver a conciliar el sueño, los especialistas recomiendan investigar su causa. Pueden esconder desde trastornos respiratorios como la apnea del sueño hasta problemas musculares o neurológicos, como el síndrome de piernas inquietas.
También hay causas médicas que no se asocian de inmediato al insomnio, pero sí que lo agravan, como el reflujo gastroesofágico, el dolor crónico, la ansiedad o los problemas urinarios nocturnos. La Sociedad Española de Sueño subraya que el abordaje del insomnio debe contemplar tanto los factores psicológicos como los somáticos y que, en adultos mayores, la coexistencia de varias dolencias puede alterar el descanso sin que el paciente lo perciba como algo patológico.
El otro extremo del problema aparece cuando el cansancio se traslada al día a día. La NHS británica considera preocupante sentir sueño constante, quedarse dormido en situaciones inusuales, como reuniones o incluso al volante, o necesitar siestas largas para funcionar. En esos casos, el insomnio puede estar enmascarando apnea obstructiva del sueño o trastornos neurológicos como la narcolepsia, patologías que requieren diagnóstico clínico y pruebas específicas.
Cuando el insomnio se vuelve un síntoma
En el fondo, el insomnio rara vez es un problema aislado. Es una señal. Estrés, depresión, ansiedad, abuso de cafeína, consumo de alcohol o el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir son causas frecuentes. Pero también puede ser la manifestación inicial de enfermedades metabólicas o neurológicas.
Por eso, la Guía de Salud recomienda que, si los síntomas no se resuelven con medidas de higiene del sueño como podrían ser tratar de mantener horarios regulares, evitar pantallas o no consumir estimulantes antes de dormir, se realice una evaluación médica completa.
En consulta, el médico suele explorar tres dimensiones: la cantidad y calidad del sueño, la presencia de enfermedades concomitantes y los hábitos diarios. Llevar un diario de sueño durante una o dos semanas, anotando en él la hora de acostarse, despertares, siestas, consumo de cafeína o alcohol… puede facilitar el diagnóstico. Si se sospecha de apnea o movimientos involuntarios durante la noche, puede derivarse a una unidad de sueño para realizar una polisomnografía, un estudio que registra la actividad cerebral, respiratoria y cardíaca mientras se duerme.
Lo que nunca conviene hacer
El error más habitual es recurrir a soluciones rápidas: alcohol, antihistamínicos o melatonina sin prescripción. Como advierte la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el uso prolongado de somníferos sin control médico “puede generar dependencia y alterar los ciclos naturales del sueño”. También la Organización Mundial de la Salud recuerda que el abuso de hipnóticos o alcohol “empeora la calidad del sueño y agrava la somnolencia diurna”.
Por el contrario, acudir al médico permite descartar causas orgánicas, recibir terapia cognitivo-conductual, que resulta ser la intervención con mejor evidencia para el insomnio crónico, y aprender a gestionar los pensamientos que perpetúan la vigilia.
En definitiva, es importante tener presente que dormir mal una noche es parte de la vida, pero que dormir mal durante semanas, no lo es. Cuando el insomnio interrumpe la rutina, afecta el rendimiento o genera somnolencia diurna, no se trata de una rareza sino de un problema médico frecuente y tratable. Como resume la Mayo Clinic, “no es necesario esperar a que el insomnio sea insoportable para pedir ayuda; cuanto antes se intervenga, más fácil es revertirlo”.
