La formación, la nueva medicina preventiva para las personas mayores
Las personas mayores con estudios superiores presentan un 25,6% de prevalencia de problemas de movilidad, frente al 56% de aquellos solo con estudios primarios
La importancia de la formación profesional en perfiles seniors para reincorporarse al mercado laboral
Los mayores que siguen aprendiendo viven más, mejor y con menos dependencia, según múltiples estudios científicos y sociológicos. La educación prolongada no es solo un estímulo cognitivo, sino también una herramienta eficaz para proteger la salud física y mental en la vejez.
El impacto educativo en la salud
La ciencia lo confirma: la educación no termina cuando acaba la vida laboral y, además, tampoco debería hacerlo. De hecho, seguir aprendiendo a partir de los 60 años puede reducir el riesgo de dependencia, enfermedades crónicas e incluso deterioro cognitivo. Así lo respalda el último estudio de la Fundación BBVA y el Ivie, que recoge cómo la formación en edades avanzadas se vincula directamente con “mejor bienestar psicológico, hábitos saludables, más satisfacción vital y una percepción de vida más activa”.
Sus datos revelan que las personas mayores con estudios superiores presentan un 25,6% de prevalencia de problemas de movilidad, frente al 56% de quienes solo tienen estudios primarios.
Pero no es solo una cuestión de bienestar subjetivo. Un estudio liderado por el King’s College London demuestra que las personas mayores con mayor nivel educativo obtienen hasta 10 puntos más en escalas de salud general frente a sus coetáneos con menor formación. Es decir, la educación incide en la forma en que envejecemos tanto como el ejercicio físico o la alimentación.
Una herramienta de autonomía
El envejecimiento saludable no es solo una aspiración, sino una política pública urgente. Y la formación continua parece ser uno de sus pilares más eficaces. No se trata solo de “entretenerse” o “ocupar el tiempo libre”, como aún piensan muchos. Según la Universidad Pompeu Fabra, la educación influye hasta en un 30% en las desigualdades de salud en la vejez.
Programas como las universidades para mayores o las aulas de extensión cultural, ya presentes en muchas comunidades autónomas, cumplen una función doble. Por un lado estimulan la mente, por el otro, mantienen vivos los lazos sociales, uno de los principales escudos frente a la fragilidad y la dependencia. Como apunta un estudio chileno, participar en actividades educativas mejora la actividad física y cognitiva, y puede frenar el deterioro asociado al envejecimiento.
Además, las personas mayores con formación tienen más recursos para entender información sanitaria, manejar citas médicas, tomar decisiones sobre su tratamiento y adaptarse a nuevas tecnologías que les permitan vivir de forma autónoma durante más tiempo.
Los cambios que aún son necesarios
Pese a los beneficios demostrados, la educación en la vejez aún no es una política estructural en España. El acceso a la formación a estas edades está muy condicionado por el nivel socioeconómico y el entorno, ya que existen zonas rurales o con menor renta en las que las oportunidades son escasas o inexistentes. Y sin embargo, son esos mismos perfiles los que acumulan más factores de riesgo para vivir una vejez poco saludable.
Los expertos reclaman que la formación para mayores sea reconocida como una inversión sanitaria, igual que lo son las campañas de vacunación o los programas de ejercicio físico. Eso implica crear ofertas educativas adaptadas (con metodologías activas, horarios flexibles y contenidos útiles), pero también ampliar el acceso digital y garantizar que la educación llegue también a quienes no la tuvieron antes.
“La educación no cura, pero previene. Y en una sociedad que envejece, prevenir vale más que curar”, resumen desde la Fundación BBVA en el estudio anteriormente citado. En última instancia, invertir en educación a partir de los 60 es también una forma de reducir el gasto público futuro en atención sanitaria y dependencia, reforzando además la autonomía y la dignidad de quienes siguen aprendiendo a vivir hasta el último día.
