Bienestar

La ciencia clasifica tu sueño en 5 perfiles que afectan a la salud: ¿cuál eres tú?

Un buen sueño
Una persona durmiendo bien. Getty Images
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Durante años, la ciencia ha intentado cuantificar el sueño en horas y calidad. Ocho horas, sin interrupciones, en silencio, sin pantallas. Sin embargo, un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, se ha atrevido a formular un enfoque distinto: el de que no todos dormimos igual, y eso tiene consecuencias distintas sobre nuestra salud. La investigación identifica cinco perfiles de sueño bien diferenciados, y cada uno cuenta con patrones, hábitos y riesgos propios. Y lo que es aún más importante: solo uno de estos perfiles se asocia con una salud mental y física óptima.

“La forma en la que dormimos es más compleja que una escala de bueno a malo. Hemos identificado cinco arquetipos reales de comportamiento del sueño en adultos”, explica Anu-Katriina Pesonen, investigadora en salud del sueño de la Universidad de Helsinki.

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Dormir bien, dormir mal… ¿o dormir distinto?

A partir de una muestra de 16.000 adultos del Reino Unido, con edades comprendidas entre los 18 y los 90 años, los investigadores aplicaron técnicas de machine learning para clasificar los hábitos de sueño en cinco perfiles. La metodología incluía variables como la duración total del sueño, la facilidad para quedarse dormido, los despertares nocturnos, la sensación de descanso al despertar y la presencia o no de somnolencia diurna. Lo interesante no fue la cantidad de horas, sino cómo se dormía.

El patrón más deseable fue bautizado como “buen sueño”, y quienes entraban en este grupo dormían entre 7 y 9 horas, no presentaban insomnio, se despertaban sintiéndose descansados y mostraban baja somnolencia durante el día. Solo el 24,6% de los participantes pertenecía a este grupo. El resto, es decir, más de tres cuartas partes de los sujetos, compartía perfiles marcados por algún tipo de alteración.

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Entre ellos, destacaban los “sueño ineficiente”, con despertares frecuentes o largas latencias hasta conciliar el sueño; los “sueño de corta duración”, que simplemente dormían menos de lo recomendado; los “sueño largo”, cuya duración excedía las 9 horas sin obtener necesariamente beneficios; y los “sueño resistente”, un grupo paradójico que dormía mal pero no mostraba consecuencias visibles a corto plazo.

Dormir mucho no es dormir mejor

Uno de los hallazgos más llamativos del estudio ha sido el descubrimiento de que dormir más de lo recomendado no implica necesariamente un beneficio implícito para la salud. Quienes se identificaban con el perfil de “sueño largo” mostraban un mayor riesgo de problemas cognitivos, cansancio diurno y síntomas depresivos. Este tipo de patrón puede estar vinculado a enfermedades subyacentes o a una calidad deficiente del sueño que se intenta compensar durmiendo más tiempo.

En paralelo, los perfiles de “sueño corto” y “sueño ineficiente” se asociaban con niveles más altos de ansiedad, estrés y peor autopercepción de salud. Lo interesante es que ambos comparten consecuencias similares, aunque para llegar a ese punto recorren caminos diferentes, ya que en unos casos es por falta de horas, y en otros por interrupciones frecuentes. El impacto final, en términos de salud mental y funcionalidad diaria, era comparable.

Durmiendo a pierna suelta

El perfil resistente: ¿adaptación o trampa?

Pero quizá el grupo más enigmático es el denominado “sueño resistente”. A diferencia de los anteriores, sus integrantes reportaban dormir mal, con interrupciones, baja eficiencia y sensación de descanso incompleta… pero al mismo tiempo no mostraban deterioro aparente en salud mental o física. ¿Cómo es posible?

Los autores del estudio plantean varias hipótesis ante esta incógnita. Una de ellas es la adaptación: algunas personas podrían haber desarrollado una mayor tolerancia subjetiva a dormir mal. Otra posibilidad, más inquietante, es que los efectos negativos se estén incubando a medio o largo plazo, sin haberse manifestado aún. En cualquier caso, el hecho de no sentirse mal no implica necesariamente dormir bien, advierten.

Más allá de esta curiosa clasificación académica, lo cierto es que se trata de un estudio fácil de entender y que nos deja una conclusión clara: el sueño es un indicador transversal de salud global. No solo predice niveles de ansiedad o depresión, sino también el rendimiento cognitivo, inmunidad, respuesta al estrés e incluso determina la percepción del envejecimiento. En otras palabras, se puede decir que la forma en que dormimos puede estar diciéndonos cosas que aún no sabemos escuchar.

No se trata, por tanto, de solo sumar horas, sino de entender qué tipo de durmientes somos. Porque la ciencia ya ha demostrado que no todos descansamos igual. Y esa diferencia puede estar explicando mucho más de lo que imaginamos sobre cómo vivimos, cómo pensamos y cómo nos sentimos.

“Conocer tu perfil de sueño no es un juicio, es una oportunidad de intervenir”, concluye la doctora Michelle Miller, coautora del estudio y profesora de biomedicina en la Universidad de Warwick.