Hacer deporte “con corazón” para prevenir las enfermedades cardiovasculares

  • Los especialistas consideran imprescindible que los deportistas recreativos también superen un reconocimiento médico

  • La edad y los factores hereditarios son determinantes en la aparición de un episodio cardiovascular asociado a la práctica deportiva

Un grupo de expertos de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC, en inglés) ha realizado una revisión de la evidencia publicada sobre el diagnóstico, tratamiento y prevención de la enfermedad cardiovascular y el deporte que se ha recogido en la Guía ESC 2020 sobre cardiología del deporte y el ejercicio en pacientes con enfermedad cardiovascular.

Esta guía ofrece una serie de recomendaciones sobre el ejercicio y los criterios de aptitud para la práctica deportiva de deportistas de competición con enfermedad cardiovascular con el objetivo final de minimizar el riesgo de eventos adversos en este tipo de deportistas. Además, el documento incluye algunos apartados sobre la población que participa en deportes recreativos y ejercicios recreativos individuales (siendo esta la mayoría) y que, al contrario que los deportistas de alto rendimiento, tiene una mayor prevalencia de factores de riesgo de ateroesclerosis y enfermedad cardiovascular (ECV) establecida. El artículo plantea una buena práctica clínica para facilitar al paciente deportista la información necesaria sobre el impacto que tiene el deporte, su efecto y potenciales riesgos de complicaciones o eventos adversos.

Amelia Carro, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), explica que “la enfermedad cardiovascular es heterogénea. Hay muchísimos tipos, dependiendo de la parte del corazón que se vea afectada. Hay enfermedades que afectan al músculo cardíaco, miocardiopatías; las que afectan al sistema de conducción eléctrico, denominadas arritmias; otras pueden afectar a las válvulas, valvulopatías; y aquellas que atañen a los vasos, aortopatías, etc”. Por eso, lo prioritario es distinguir qué tipo de enfermedad padece la persona y en qué situación está, ya que no es lo mismo una afectación leve, moderada o grave. Esta diferenciación ayuda al especialista a aconsejar qué tipo de deporte es el más adecuado para la persona que sufre cualquiera de esas patologías. “Generalmente, en una persona con enfermedad cardiovascular, se valora si ha tenido una historia deportiva en un ámbito concreto para ver si puede seguir practicándolo, a qué nivel y si no puede seguir practicando ese deporte, buscar una actividad que le resulte estimulante, y pueda perdurar en el hábito y no entrañe riesgos para su salud”, señala esta especialista.

De entrada, ante la aparición de una enfermedad cardiovascular, no se descarta la práctica de ningún deporte, valorando que cualquier persona que la padece debe recobrar la vida que tenían anteriormente de diagnosticarle una ECV, incorporando, eso sí, una serie de cuidados. Por eso, sostiene la doctora Carro, “a priori, no se descarta ningún deporte, lo que hay que tratar es de adaptarlo. Además, se debe mantener una dieta saludable, y más que una dieta, hablaría de una alimentación saludable. Hay que enseñar a la gente a comer y, sobre todo, que diferencien lo que son alimentos frescos de los que no lo son, procesados y ultraprocesados, y respetar las necesidades del cuerpo”.

Actualmente, las personas realizan cada vez más deporte hasta edades muy avanzadas. Una circunstancia, la edad, que, en opinión de la coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la SEC, está relacionada estrechamente con la aparición de enfermedades cardiovasculares, “más por el desgaste del corazón asociado a la edad o a otros factores que por la práctica del deporte en sí”. Amelia Carro asegura que “la mayoría de las personas que hacen deporte y desarrollan una ECV puede ser por factores de riesgo, hipertensión, fumadores, obesidad, etc, y no porque el deporte acelere la enfermedad, sino porque hay una predisposición. Son más prevalentes por estilos de vida inadecuados que por los heredados; de estos hay un porcentaje muy pequeño de gente que tiene cierta predisposición a padecer enfermedades cardíacas y que las desarrolla. Pero, no las desarrolla antes porque haga deporte”.

Los expertos destacan que el deporte genera un estrés físico. Por eso aquellas personas que nunca hayan hecho deporte someten a un riesgo innecesario el cuerpo, por lo que aconsejan la necesidad de someterse a un reconocimiento médico. Como señala Amelia Carro, “hay enfermedades de factores de riesgo que a veces se nos escapan y, por tanto, sería conveniente que la persona acudiese a que un clínico evaluara su situación con un estudio personalizado sujeto a los que se recogen en las Guías publicadas en 2020”. Eso sí, “realizado por un experto”, recalca este miembro de la SEC.

Profundizando en el porcentaje de población que realiza deporte recreativo y la posible incidencia en su salud, la Revista Española de Cardiología ha presentado recientemente el artículo “Muerte súbita relacionada con la actividad deportiva en España. Estudio poblacional multicéntrico forense de 288 casos”, un documento que apunta que el 96% de los casos de muerte súbita asociada al deporte ocurre en deportistas recreativos. La causa más frecuente de esas muertes (un 63%) es la cardiopatía isquémica; es decir, infartos de miocardio o anginas de pecho. Afecta de forma notablemente más alta a hombres que a mujeres y, en concreto, tienen más riesgo de sufrirla aquellos que practican fútbol, menores de 35 años, y ciclismo y carrera a pie, a partir de los 39 años. Aunque su incidencia es muy baja, el documento concluye que “es de origen cardiovascular, con aparición temprana de la cardiopatía isquémica”.

El doctor Joaquín Lucena, uno de los autores del estudio, explica que “la aparición de esta patología, en menores de 40 años, se da en la práctica de fútbol y por encima de esa edad aparece en la práctica de carrera. En menores de 35 años la patología fundamental es la miocardiopatía, aunque hemos visto también una alta incidencia de la arterioesclerosis coronaria; es decir, la isquemia miocárdica. Las enfermedades del miocardio son casi todas de origen familiar, denominadas miocardiopatías hereditarias y también lo que se conoce como síndrome de muerte súbita arrítmica; es decir, el corazón estructuralmente normal, sin alteraciones morfológicas, ni macroscópicas ni microscópicas. Son patologías moleculares que se engloban dentro de lo que se conoce como canalopatías; es decir, alteraciones de los iones. Esto es lo fundamental en personas por debajo de 35 años. A partir de esta edad, la causa fundamental, con una gran diferencia, es la isquemia miocárdica o infarto de miocardio y se da más en deportes como el ciclismo, en primera posición, y en carrera, en segunda”.

La explicación de por qué estas patologías son más prevalentes en estos deportes en concreto la ofrece Araceli Boraita, coordinadora del Grupo de Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología. En el caso del fútbol, señala esta experta, “se debe a que es el deporte más practicado por la gente joven, con mayor número de federados tanto a nivel recreacional como competitivo, seguido de manera inmediata más que por el ciclismo, por la carrera a pie”. En cuanto al atletismo, que engloba las carreras de media y larga distancia, medias maratones, maratones, etc, y el ciclismo, los porcentajes también son elevados, no porque sean más arritmogénicos o conlleven más a una muerte súbita, sino porque son muy practicados”. En el caso del fútbol, añade esta coordinadora de la SEC, “se trata de un deporte muy explosivo, con cambios de ritmo frecuentes que hacen que, si tienes una patología del sistema eléctrico del corazón, una canalopatía, esos cambios de ritmo favorezcan los cambios de adrenalina dentro del organismo que pueden ocasionar el desarrollo de arritmias y tener una muerte súbita”.

Asimismo, este artículo publicado en la Revista Española de Cardiología recoge que en el 10% de los casos la enfermedad que causó la muerte súbita durante la práctica deportiva se conocía en vida, en otro 13% había síntomas cardiovasculares (principalmente palpitaciones/arritmia y síncope) y en un 20%, antecedentes familiares.

El doctor Joaquín Lucena manifiesta que uno de los mensajes que han querido transmitir con esta investigación es que hay una actividad física para cada edad y para estado de salud y que es necesario “ponernos en manos de un profesional sanitario, fundamentalmente un cardiólogo. El 99% de la causa de muerte súbita asociada al deporte está en el corazón; por tanto, el profesional que mejor nos puede aconsejar es el cardiólogo. Valorando si hay muerte súbita en nuestra familia, hemos sufrido algún episodio de síncope: tenemos palpitaciones, sobre todo cuando hemos realizado una actividad intensa. Todos estos son signos de alarma que deben hacer que el profesional sanitario, en este caso el cardiólogo, haga una evaluación y diga cuál es nuestro estado de salud cardiológica y qué deporte es el que podemos realizar sin arriesgarnos a sufrir un episodio de muerte súbita”. Este investigador reprueba que se realice cualquier actividad física sin ningún tipo de control. “La actividad física en general hace que el corazón necesite bombear más porque el organismo necesita más oxígeno y este viene a través de la sangre. Y si al corazón, que necesita bombear más, no le llega el riego adecuado a través de las coronarias, por ejemplo en una isquemia miocárdica, entonces se produce un disbalance entre lo que el corazón necesita y lo que le aportamos a través de las coronarias. Este disbalance provoca la arritmia ventricular y la muerte súbita”, indica este experto. Además, apunta que “hay otras patologías que no son propiamente la isquemia miocárdica en personas jóvenes como pueden las miocardiopatías hereditarias, fundamentalmente las miocardiopatías ritmogénicas, donde el deporte es un desencadenante de la arritmia que ya está unida a esa patología. También sucede con la miocardiopatía hipertrófica. Pero, exceptuando estas situaciones, hay mucha gente, incluso deportistas profesionales, con algunas de estas patologías y se les permite hacer deporte”.

Lo fundamental para prevenir este tipo de patologías es, en opinión del doctor Lucena, “someterse a los protocolos aconsejados, lo que se llama el screening preparticipativo (que es motivo de debate en las sociedades científicas internacionales y nacionales); es decir; una anamnesis: conocer todos los antecedentes familiares y personales del sujeto, hacer una exploración física y un electrocardiograma de 12 derivaciones. Este sería el protocolo básico de conocimiento científico, pero no es de obligado cumplimiento”. A diferencia de países como Italia, “donde es obligatorio para todas las personas que hacen algún tipo de deporte y cuya implantación ha supuesto prácticamente una reducción del 90% de la incidencia por muerte súbita por una miocardiopatía ritmogénica, puesto que han visto una serie de alteraciones en el electrocardiograma que han considerado la descalificación de esas personas para la realización de algún tipo de deporte que les pueda poner en riesgo. En España, no es de obligado cumplimiento. Ni siquiera cuando alguien acude a un gimnasio se le obliga a pasar un reconocimiento médico previo”.

Los expertos consideran imprescindible que los deportistas recreativos pasen también un reconocimiento médico previo a su práctica deportiva. Actualmente, ninguna legislación lo recoge, solo está regulado para la práctica de deporte de alta competición. Araceli Boraita comenta que “la ley del deporte dice que el deportista en una actividad competitiva debe realizar un reconocimiento médico deportivo de aptitud, pero solo aquel que lo practica a nivel competitivo no el que lo hace a nivel recreacional. De hecho, las guías 2020 de la Sociedad Española de Cardiología son ambiguas, sostienen que debe ser “recomendable” y no es vinculante. Ni siquiera lo son a nivel competitivo. Es decir, tampoco son obligadas para un deportista de competición que tiene una cardiopatía perfectamente diagnosticada, que pasa su reconocimiento y que quiere competir. Si hay un acuerdo entre el deportista, el médico cardiólogo que da la aptitud, el médico deportivo, su club/federación o institución a la que pertenezca, aceptando los riesgos y sabiendo y siendo conocedores de estos riesgos se toma una decisión consensuada y para otorgar libertad a la persona, se puede dar un acto condicionado. Pero siempre por expertos en la materia. Esto es fundamental, porque si no puedes tener complicaciones. La actitud tiene que ser consensuada, aceptando todas las partes el riesgo”.

El doctor Lucena concluye que “las personas deben ser conscientes de que no todo es diagnosticable, ni prevenible. Desgraciadamente. A veces incluso a pesar de hacer un seguimiento médico, puede ocurrir un desenlace fatal. Pero, evidentemente, la posibilidad será mucho menor que si hacemos un deporte de manera indiscriminada y sin ningún tipo de control médico, por supuesto”.