El sesgo de género en la atención sanitaria provoca errores de diagnóstico y de estrategia terapéutica

  • El patrón de referencia en la medicina es y sigue siendo el hombre, a pesar de que no exista certeza de que sea el modelo válido para ambos sexos

  • La perspectiva de género pretende aportar, en medicina, evidencia científica en beneficio de las mujeres, pero también de los hombres

  • La eliminación del sesgo de género sanitario pasa por un replanteamiento y un cambio de la práctica clínica y de la investigación, aseguran los especialistas

En 1991, JZ Ayanian y AM Epstein publicaron, en la revista The New England of Medicine, el artículo “Diferencias en el uso de procedimientos entre mujeres y hombres hospitalizados por enfermedad coronaria”, que acuñó el concepto de “sesgo de género en la atención sanitaria”. Se trata de un estudio en el que participaron 49.623 pacientes ingresados en el Hospital de Harvard y 33.159 del Hospital de New Haven con enfermedad coronaria, en 1987. La conclusión que se extrajo de esta investigación fue la existencia de diferencias significativas en la realización de más angiografías y pruebas de revascularización a hombres que a mujeres, incluso el control por edad, comorbilidad y gravedad. Más recientemente, y siguiendo la estela marcada por aquel artículo, The Lancet Commission on women and cardiovascular disease: time for a shift in women's health realizó una revisión bibliográfica de 600 artículos que evidencia que las mujeres siguen siendo menos estudiadas con un menor esfuerzo diagnóstico y terapéutico.

Las consecuencias de la existencia de este tipo de sesgo se traduce “en errores y demoras en el proceso diagnóstico y en la estrategia terapéutica y pronósticos inciertos en términos de morbilidad y mortalidad”, apunta María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante e investigadora del Grupo de Determinantes Sociales de la Salud del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública, encargada de la coordinación del monográfico “Perspectiva de género en medicina”, publicado por la Fundación Dr. Antoni Esteve en 2019.

María Rosario López Giménez, profesora de la Facultad de Medicina, miembro del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y experta en Salud y Género, sostiene que “el desarrollo de la ciencia médica se ha realizado por hombres y, asimismo, los patrones de referencia han sido masculinos basándose en la creencia, no demostrada, que eran modelos válidos para ambos sexos. Este planteamiento erróneo de igualdad ha generado una actuación discriminatoria respecto a la salud de la mujer; es decir, un sesgo de género, haciéndola invisible y dando lugar a que ese sesgo abarque todos los aspectos relacionados con la salud; diagnóstico, tratamientos, investigación”.

En el abordaje de los problemas de salud hay que tener presente las diferencias existentes entre sexo biológico y género, como señala la Comisión Europea en su Guía en Igualdad de Género en el Horizonte 2020. Respecto al primero, este documento apunta que “estarían las características biológicas de mujeres y hombres, niños y niñas, en términos de órganos reproductivos y funciones basadas en la fisiología y los cromosomas. El segundo se refiere a las construcción sociocultural y política que determina las relaciones interpersonales de mujeres y hombres que otorgan beneficios y acceso a recursos, como los sanitarios, a quienes están en posiciones más elevadas de una jerarquía de género”. La experta en Salud y Género explica que ambos aspectos pueden tener más peso en unas u otras patologías, provocando un sesgo más acusado. De este modo, “aquellas patologías que se suponen mayoritariamente masculinas suelen estar infradiagnosticadas en mujeres y, por otra parte, aquellas patologías mayoritariamente femeninas (como algunas enfermedades inmunológicas) suelen ser más desconocidas y tener menos tratamientos disponibles y menos atención desde el punto de vista de la investigación”.

La falta de un adecuado diagnóstico causa también un importante sesgo de género terapéutico. Cuando esto ocurre, continúa María Rosario López Giménez, “como ha sucedido hasta hace poco tiempo con el infarto de miocardio en mujeres, por ejemplo, que tiene unos síntomas de presentación muy diferentes a los del hombre, el esfuerzo terapéutico se ve afectado porque no se considera suficientemente importante el problema y se realizan menos pruebas. En otros casos, como el tema del dolor crónico o malestar general en mujeres mayores, en lugar de buscar un diagnóstico preciso se recurre al uso de antidepresivos o ansiolíticos”.

El que, hoy en día, la medicina androcéntrica, que considera al hombre como patrón oro en la medicina, siga imperando tanto en la labor diagnóstica como terapéutica contribuye, según las expertas, a mantener las desigualdades en perjuicio de las mujeres, puesto que no siempre la enfermedad se manifiesta de la misma manera en hombres que en mujeres. “Hablamos de diferencias biológicas. Por ejemplo, en la espondiloartrosis -una patología en la que solo se acierta en el 11% de los diagnósticos en mujeres-, en el hombre se manifiesta con inflamación, problemas en la columna vertebral y, sin embargo, en la mujer comienza a menudo con problemas en manos y pies”. También ha ocurrido con el Covid-19, dice María Teresa Ruiz Cantero: “las neumonías han hecho que ingresen más hombres que mujeres, mientras que las mujeres han tenido de manera más frecuente problemas digestivos. Estas diferencias es importante tenerlas en cuenta para que, en el caso de las mujeres, no se escapen diagnósticos cuando la sintomatología es diferente en ellas que en ellos”.

En ocasiones, también se puede producir sesgo de género en los hombres, comenta la Catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante. Por eso, explica esta especialista, “la perspectiva de género pretende aportar, en medicina, evidencia científica en beneficio de las mujeres, pero también de los hombres. Por ejemplo, la osteoporosis se diagnostica menos en hombres que mujeres y el retraso diagnóstico es superior en hombres que en mujeres. Y es porque se piensa en osteoporosis sobre todo en las mujeres durante la menopausia, cuando realmente un tercio de la osteoporosis es en hombres”.

Al sesgo de género en el diagnóstico y en el terapéutico se une también la perspectiva de género en investigación científica a través del desarrollo de ensayos clínicos. Dice María Teresa Ruiz Cantero que “hay muchos ensayos clínicos que utilizan sobre todo muestras de hombres y luego sus resultados se infieren a las mujeres sin considerar que tienen diferente variabilidad hormonal propia del ciclo menstrual. Las hormonas interactúan de manera distinta con el fármaco y puede tener efectos secundarios diferentes. No es tanto que la eficacia del producto sea diferente como que haya efectos secundarios distintos”. Así, considera esta experta, sería recomendable “su inclusión en este tipo de estudios, porque para prescribir un fármaco hay que conocer la existencia de variaciones en la respuesta al tratamiento según el estadio del ciclo menstrual y si es antes o después de la menopausia, si las terapias hormonales afectan a la respuesta, si los fármacos estudiados pueden afectar a su fertilidad y si ambos sexos responden de forma diferente al mismo tratamiento”.

La eliminación del sesgo de género sanitario en cualquiera de sus áreas pasa directamente por las universidades, aunque “no es sencillo”, como manifiesta María Rosario López Jiménez. En su opinión, este cambio de paradigma pasa por un replanteamiento y un cambio de la práctica clínica y de la investigación. Una transformación para la que es necesario “introducir los aspectos diferenciales de sexo y género en la salud en la formación de los futuros sanitarios y en los que ya están ejerciendo, con el objetivo de que así se vaya cambiando la forma de enfocar la asistencia sanitaria. Y en la investigación hay que considerar la necesidad de hacerla desde una perspectiva diferencial, exigiendo, entre otras, el cumplimento de la Ley Orgánica de Igualdad o la nueva Ley de Ciencia y Tecnología que expone la inclusión de la perspectiva de género en la investigación en la salud”.  Un criterio con el que coincide María Teresa Ruiz Cantero, quien afirma que “la perspectiva de las diferencias por sexo y desigualdades de género tiene que entrar en los programas universitarios de medicina. Para terminar con el sesgo sanitario sexo/género es necesario aportar evidencia científica a través de las revistas científicas. La credibilidad y la autoridad para poder hacer cambios viene derivada de la evidencia científica y que existan referencias bibliográficas. La sensibilidad sobre estos temas se alcanza con el conocimiento”.