El viaje a Mallorca de 21 jubilados para superar los traumas que ha dejado la Dana: “No nos ahogamos de milagro”

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Los viajeros en Mallorca. Araceli está de pie, la primera por la izquierda.. F. Colisée
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El 29 de octubre de 2024 Araceli estaba preocupada. El día estaba feo y se anunciaban lluvias fuertes, pero no más que en otras ocasiones. El agua lo inundó todo a su paso. Han pasado 4 meses y en casa de Araceli todavía no tienen más que cuatro sillas prestadas y una mesa. No pueden meter muebles porque los muros y las paredes aún están húmedas. Ella ha dejado hace unos días el tratamiento psicológico y las pastillas, y tardará mucho en superar el trauma, si lo consigue alguna vez. "Yo no quería ir al viaje, tal y como tengo la casa, pero nos convencieron de que nos vendría bien, y ahora me alegro. Es como salir de una zona de guerra y volver a cierta normalidad”, explica.

Está en el camino, y como ella, los 21 jubilados afectados por la Dana, con historias similares, que buscan ahora retomar sus vidas gracias a un proyecto de la Fundación Colisée, que les lleva unos días de vacaciones a Mallorca, para que tomen distancia, vean las cosas en perspectiva, repongan fuerzas y sigan adelante. No se trata de unas vacaciones al uso, aunque también, sino de una parte más del tratamiento psicológico continuado que siguen desde que tragedia se desató.

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La tragedia

El 29 de octubre se anunciaban aguaceros y por eso el hijo pequeño de Araceli no pudo ir a su casa en Picaña y se quedó con sus padres en Catarroja. A las 17.00 horas el barranco del Poyo se había desbordado, y bajaba agua que ya llegaba a las aceras. Padre e hijo tapaban los bajos y las juntas de la puerta para que no entrara agua, pero a las 18.00 horas un golpe de agua tremendo reventó la puerta. “Mi marido iba a echar la llave, pero no le dio tiempo, entró una tromba de agua que lo inundó todo, los muebles estaban flotando, el agua me llevaba de la fuerza que traía y gracias a mi hijo pude alcanzar las escaleras y subir al piso de arriba, él me salvó de milagro”, explica a Uppers Araceli.

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La aventura de la familia no terminó ahí: “pasamos la noche en el piso de arriba viendo cómo la calle era un río que traía muebles, lavadoras, coches… de todo, se oía a la gente gritar y pedir socorro. Era horrible. De madrugada, un coche eléctrico chocó con la persiana de nuestro garaje, donde teníamos la furgoneta de la ferretería y el coche de mi marido y el mío, y se incendió el garaje quemando los coches. Salimos de casa a las 8 de la mañana descalzos, con el agua por las rodillas y todo lleno de barro a ver qué había pasado… todo estaba perdido. No volví a casa en tes días”.

“Después vinieron los saqueos”, continúa Araceli. “Mis hijos se quedaron dos días haciendo guardia en la casa, porque abajo no quedaba nada, pero la casa estaba abierta y en el piso de arriba había cosas. Se veía a gente con frontales de luz que se abrían camino por entre los escombros y el barro para ver qué podían coger”. 

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El abrazo

Tras el trauma, Araceli comenzó un tratamiento psicológico que ha dejado hace unos días. Y también llegó la reconstrucción. Llegaron los voluntarios antes que nadie, y empezaron a ofrecer ayuda. “Más que el material o muebles o la comida, lo que más me ayudó a mí fueron los abrazos, ese abrazo te reconfortaba, me hacía sentir bien”.

Uno de esos abrazos se los dieron los voluntarios de la Fundación Colisée. “Llegaron a mi casa, me dieron un abrazo y me dijeron que me iban a ayudar. Yo no me lo creía, pero sí, me trajeron una lavadora, una nevera, un horno, una placa de inducción… y lo más importante, nos dieron cariño, aliento y ánimo”.

La Fundación Colisée ha atendido a 69 personas mayores donándoles electrodomésticos, mobiliario y ayudándoles en la rehabilitación de sus viviendas gracias a la campaña de recaudación de fondos que se puso en marcha tras las inundaciones y con la que ya se recaudaron 210.000 euros.

El viaje

Un grupo de 21 personas mayores de los municipios valencianos afectados por la DANA, entre los que están Araceli y su marido, viajaron a Mallorca del 24 al 26 de febrero gracias a la Fundación y a la compañía Air Nostrum, que pagó los billetes de avión. El objetivo: ayudarles a superar la tragedia. “El viaje es un regalo fabuloso. Yo no quería ir, tal y como tengo la casa, pero nos convencieron de que nos vendría bien, y ahora me alegro de venir. Es como salir de una zona de guerra y volver a cierta normalidad”.

CATARROJA

Sin embargo, las heridas no están cerradas y hay cosas que ya no se van a recuperar: “A día de hoy lo que más me está costando no son los muebles o los coches que he perdido, son las fotografías. No tengo álbumes de fotos, los muebles se pueden reponer, pero las fotos de mis padres, de mi juventud, de mi boda, no puedo recuperarlas, eso es lo que más me está costando”, lamenta. Pero mira al futuro con optimismo: “cerramos la fontanería con la Dana porque perdimos las herramientas y todo, pero ahora la van a reabrir mis hijos, y es que la vida sigue, y hay que seguir adelante”.