"Por favor, empresas de tecnología, se lo imploro: si son lo suficientemente inteligentes para darse cuenta de que he dado a luz, entonces seguramente son lo suficientemente inteligentes para darse cuenta de que mi bebé murió", ha escrito Gillian Brokell a las plataformas digitales.
Esta editora de vídeo del Washington Post dio a luz a un bebé muerto y después ha seguido recibiendo anuncios en sus perfiles de Facebook, Twitter e Instagram. Por eso decidió enviar una carta implorando que dejaran de bombardearla con esos contenidos. Usuaria habitual de las redes, admite que en una ocasión pincho en un anuncio de ropa de premamá y que a pesar de haber perdido al niño ha seguido recibiendo la publicidad.
Brockell asegura que alertó de sus extrañas contracciones y que tras tres días de silencio para una usuaria frecuente regreso a su actividad normal en redes con palabras clave como "corazón roto", "problema" o "muerte fetal" y los emoticonos de lloros de todos mis amigos. "¿No pudieron rastrear también eso?", se ha preguntado.
Lo cierto es que su súplica ha tenido efectos inmediatos. Las plataformas se han comprometido a mejorar sus algoritmos. De hecho, desde Facebook le dieron pistas enseguida de cómo bloquear ciertas temáticas en sus perfiles personales.