"Mi protección es mi condena, mi maltratador se ha saltado la orden de alejamiento 194 veces"

  • María reconoce que gracias a la pulsera telemática está viva, pero lamenta que, a cambio, su maltratador sabe dónde está en todo momento y la tiene controlada

  • Hay 1.734 pulseras telemáticas activas en España a día de hoy, y desde su instalación en 2009 no ha habido ninguna víctima de violencia de género que la llevara

María, nombre ficticio, vive en un pueblo pequeño de Andalucía, tiene 48 años y dos hijas. Su infierno empezó al casarse, pero su drama actual comenzó cuando le pusieron la pulsera telemática para que su maltratador no se acercara.

"Hoy he tenido que ir a declarar por las 194 veces que mi expareja y maltratador se ha saltado la orden de alejamiento en seis meses. Sí, 194 veces. Y no lo digo yo, lo dice el Centro Cometa, que es el que gestiona estos dispositivos", explica María con la voz entrecortada.

La pulsera telemática le sirve a mi maltratador para controlarme: sabe en todo momento dónde estoy

María cuenta que su expareja nunca ha estado en la cárcel a pesar de las palizas y las amenazas de muerte a ella y a sus hijas. Dice que en vez de mandarle a prisión (fue condenado a un año y nueve meses de prisión por malos tratos habituales a su esposa e hijas y a nueve meses por lesiones), el juez le puso una pulsera telemática para tenerle controlado y a la vez les dio, a los dos, un dispositivo para asegurarse de que él no se acercaba a menos de 200 metros.

"Pero ahí está la trampa", cuenta María. "El dichoso aparato sólo sirve para que el maltratador me tenga localizada, para que sepa en todo momento dónde estoy. Es otra forma más de mantener su control sobre mí. Y yo no puedo vivir así. El dispositivo es un juguete para ellos. No le hace falta verme para hacerme daño, sólo con acercarse ya está fastidiándome. Es otra forma de acoso", se queja María. María aclara que no es que su expareja sepa dónde está pero si sabe dónde buscarla. La pulsera no le da su posición pero consigue buscar sus rutinas y seguirla.

Este agresor está utilizando lo que debería servir para proteger a María para atacarla. "Tú te crees que estás a salvo pero no: ni poniendo todos los nuevos medios a mi alcance consiguen evitar que me amargue la existencia, que me condene al paro, y a mis hijas a la depresión".

Si un día aparecemos muertas mi hija y/o yo, será una pena, dirán que no lo vieron venir

"Si un día aparecemos muertas mi hija y/o yo, será una pena, dirán que no lo vieron venir, pero yo no me canso de decirlo. Y en agosto nos quitan los dispositivos, y a él la pulsera. Ya ha pasado el tiempo reglamentario. Entonces sí que podrá venir a por mí. Pero, claro... él parece tan majo y simpático. Siempre saluda, siempre tiene una sonrisa y ayuda a las vecinas con la compra. Y yo soy la mala, no paro de trabajar para sacar a mis hijas adelante y no consigo nada", señala esta víctima de la violencia machista.

María se fue cuando pegó a su hija

María, como tantas otras víctimas, tardó en denunciarle: "Él siempre me ha insultado, gritado y pegado, llegaba borracho y me daba palizas. Pero nunca lo he denunciado. Yo me sentía culpable, y siempre me ha dado pena él. Yo pensaba: mientras no haga daño a las niñas, aguanto". Pero se lo hizo.

Una noche cogió a la pequeña, que tenía solo ocho años, y le pegó por primera vez. Le dejó la pierna morada. María estaba muerta de miedo pero no hizo nada. Y se hundió. Empezó a pensar que sus hijas estaban mejor sin ella, que no era capaz de protegerlas. Pensó en suicidarse. Y entonces todo estalló.

Mamá, esto no es normal, tenemos que irnos de casa, papá es malo', me dijo mi hija pequeña

Otra noche le dio una paliza a su hija mayor. Fue el médico de urgencias el que interpuso la denuncia. "Y mi hija pequeña me dijo: 'Mamá, esto no es normal, tenemos que irnos de casa, papá es malo". Así que se fueron. "Busqué una casa de alquiler: sin luz, sin agua, era un horror pero al menos él no estaba allí. Busqué trabajos cuidando ancianos y poco a poco fuimos saliendo adelante", cuenta María.

"Al cabo del tiempo fuimos a declarar, él reconoció los hechos y la juez le condenó y dictó una orden de alejamiento de cinco años". María quería el divorcio. Para que él lo firmara ella renunció a todo. "A la casa, al coche, a todo. Lo único que tenía que darme por ley era la manutención de mi hija pequeña. 120 euros al mes. Nunca jamás he visto un duro. Por eso ahora he vuelto a solicitarla. Estoy harta".

No puede ni trabajar

"No he dormido ni una noche tranquila en estos cuatro años. Yo vivo en una punta del pueblo y él en otra y solo se dedica a hacerme la vida imposible pero sin tocarme". María pide que en vez de tanto dinero en dispositivos se invierta más en tratamientos para los maltratadores. "Yo no puedo vivir con el dispositivo porque lo que tengo no es vida, pero tampoco puedo vivir sin él porque quizá ahora no estaría contando mi historia", explica María.

Yo no puedo vivir con el dispositivo porque lo que tengo no es vida, pero tampoco puedo vivir sin él porque quizá ahora no podría contar mi historia

María ha perdido tres trabajos en estos años: el agresor se acerca, la pulsera pita, llaman del Centro Cometa para comprobar cómo está todo, se acerca la Guardia Civil, él se aleja y a los 10 minutos vuelve a empezar. Así es el día a día de María, esto ocurre varias veces al día. "Si yo estoy cuidando a tu madre, por ejemplo, no puedo estar pendiente de la cantidad de veces que suena el dispositivo, de recibir a la Guardia Civil en tu casa. Una familia me dijo que estaban muy contentos conmigo pero que les daba miedo que él viniera a hacerme algo a mí y de paso se lo hicieran a su madre. Y yo les entiendo", se resigna.

Ninguna víctima con pulsera

Desde el Observatorio contra la Violencia de Género defienden que este sistema funciona y salva vidas. A día de hoy hay 1.734 pulseras telemáticas activas en España. Y desde 2009, cuando se instaló este sistema, lo han usado 7.734 personas. En todo este tiempo no ha habido ninguna víctima de violencia de género que haya llevado los dispositivos.

Desde agosto la utilización de estos dispositivos ha aumentado considerablemete, entre un 30 y un 35 %, aseguran fuentes del Observatorio. Puede ser por el aumento de víctimas de la violencia machista pero creen que es más porque los jueces están decidiendo utilizar estos dispositivos cada vez más.

"Los jueces están más sensibilizados y tienen cada vez más formación sobre este tema", aseguran desde el Observatorio. "Es un elemento muy disuasivo para los agresores y es una medida de seguridad muy efectiva. Ha salvado muchas vidas", concluyen.

Una cosa que destacan desde el Observatorio es que gracias a la pulsera, un maltratador nunca podrá saber dónde está la víctima. Es al contrario. Ella puede saber dónde está él, pero no al revés. A él solo se le indica que se está acercando o que ha entrado en la zona de exclusión, pero no se le dice dónde está la víctima.

El Observatorio tiene contratada la prestación del servicio del Sistema de Seguimiento con una empresa privada, que es la encargada de realizar las tareas relacionadas con la monitorización, operación e instalación de los dispositivos del Sistema de Seguimiento y control de las alarmas.

Estas tareas son desarrolladas por el Centro de Control COMETA, que es el que se relaciona con los órganos judiciales, el Ministerio Fiscal y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. El centro de control está operativo las 24 horas del día los 365 días del año.