Las jóvenes que cogen el testigo familiar en el campo: "Las mujeres rurales han sostenido el territorio toda la vida"

Alba y Érika son el ejemplo de dos mujeres jóvenes al frente de las ganaderías familiares: "No es tan sacrificado como parece"
Los jóvenes que se quedan y emprenden en el campo: "Producimos lácteos de gran calidad"
El campo y la ganadería tienen futuro, también para los más jóvenes. Así nace la iniciativa divulgativa ‘Voces jóvenes por el campo’ de la mano de la Organización Interprofesional Láctea (InLac), una campaña que destaca la labor de los más jóvenes que han decidido continuar con el legado de sus familias en el mundo rural o emprender en el campo. Voces que descubren las oportunidades que hay más allá de las grandes ciudades, donde también hay hueco para las nuevas generaciones y muchas jóvenes revalorizan el papel de la mujer rural.
La industria láctea es una de las más importantes dentro del sector alimentario y hay ganaderas que, desde su juventud, ponen todo el empeño en que los lácteos españoles sean de la mejor calidad posible. Y ese es el caso de Alba y de Érika, dos historias de mujeres al frente de las ganaderías familiares que se levantan cada día con la ilusión de dedicarse a lo que de verdad les gusta.
Tenerlo claro desde el primer momento
Érika lo tuvo siempre bien claro. A sus 18 años ya se dedica a la ganadería. “Creo que, aunque en otra vida hubiese vivido en la ciudad seguiría amando el campo”, admite. Su vida ha estado ligada desde siempre al mundo rural por parte de su familia, tanto que recuerda que “con cinco años ya estaba entre vacas”.
Para ella, poder dedicarse en cuerpo y alma a la ganadería es también poder continuar con el negocio familiar y quedarse en su pueblo, donde están sus amigos de siempre y su familia. Además, reconoce que no es un trabajo tan sacrificado como antes, ya que con el paso de los años se ha modernizado e incluso cuenta con una aplicación móvil que le ayuda con las vacas. “El campo es vida y merece la pena”, dice con una sonrisa en la boca.

Volver de la ciudad al campo
A Alba le costó un poco más. Ella es una de las jóvenes que, tras estudiar la carrera de Ciencias Políticas y la Administración, no se veía siguiendo su vida en la gran ciudad, encerrada en una oficina durante ocho horas y cogiendo el transporte público cada día. Así que no lo dudó, tras graduarse se volvió a su pueblo en Málaga, donde de verdad se siente a gusto. “Quien dice que el campo es duro y la ciudad fácil, no conoce otro contexto que no sea la ciudad”, reconoce.
En su caso es ya la tercera generación de su familia que se dedica a la ganadería siendo, además, mujer. “Ser mujer en el campo es algo que debería estar normalizado, las mujeres rurales han sostenido el territorio durante toda la historia. Ahora, no sé por qué, se pone en duda nuestro papel en el campo, sobre todo si tienes formación académica. No solo hay que ser ganadera, sino que también tenemos que demostrarlo, cosa que a los hombres no les pasa”, nos cuenta Alba.

