“Que empiece la fiesta”. Así arranca el asesino la macabra grabación, en la que lo vemos conduciendo mientas de fondo suenan marchas militares antes de volver la cámara hacia él: quería firmar la carnicería. El fanático que va a asesinar a sangre fría a decenas de personas, segundos antes cede el paso cívicamente a tres peatones. Acababa de llegar a su primer objetivo: una mezquita de la localidad. Es día de oración y el recinto está lleno. Desde la misma entrada, el atacante abrió fuego.

“Había unas 145 personas. Escuché detrás de mí un disparo y otro. Corrí y me escondí detrás de un contenedor”, ha contado un testigo.

El asesino retransmitió todo en directo a través de Facebook. Disparó durante minutos. Sin alterarse, cambiaba los cargadores. Se paseó sin ninguna prisa por la sala, rematando a la gente en el suelo. Cuando se quedó sin munición, volvió al coche a por más.

Uno de los testigos cuenta que un joven le agarró e intentó quitarle el arma, pero el terrorista consiguió escabullirse. Atrás dejaba escenas de pánico y desesperación: muertos, heridos y gente a la carrera. Pero aún no había terminado. Tras ello se desplazó a otra mezquita, repitiendo allí la misma escena. Después, protagonizó una huida en la que continuó atento a la cámara y disparando a viandantes desde el vehículo. Conducía con total seguridad. Lo único nervioso que hay en él es la risa. Y su único arrepentimiento… no haber quemado los edificios.

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