La importancia de llamarse Francisco Franco: "A Joan Laporta no se le va a olvidar mi nombre"

Nueve años antes de la muerte del dictador nacía en Lepe (Huelva) otro Francisco Franco. Hoy le llaman Panque, el apodo de su padre, que también se llama Francisco Franco. Dos generaciones de Franco que la coincidencia marcó para siempre llenando sus vidas de anécdotas vinculadas a la dictadura.

"Siempre he tenido un nombre muy particular", dice el Franco de Lepe. A sus 56 años aún recuerda cómo cantaba el Cara al sol en el colegio mientras los niños le llamaban Franco. "Era habitual usar el primer apellido para nombrarte", dice Panque, "y el mío se lo sabían todos los niños de memoria".

Cuando había que ir al médico y en la sala de espera le llamaban en voz alta... "¡Francisco Franco!". Todo el mundo se giraba. "Eso no pasaba con los que se llamaban Emilio Gutiérrez", dice Panque. Pero nunca le ha importado demasiado, porque ni en democracia ni durante la dictadura, su nombre le ha traído problemas.

Lo que sí le ha traído es un sinfín de bromas. Cuando salía de marcha y a la mañana siguiente volvía con resaca al trabajo, siempre le esperaba la misma frase. "Españoles, Franco ha muerto", le decían sus compañeros... "porque venía muerto", explica Panque, que trabaja construyendo y reparando artes de pesca en el puerto. "Empecé con 15 años y sigo con 56", nos cuenta.

Franco, presidente de la peña del Barça

Las bromas también llegan a la asociación barcelonista de Lepe que preside desde hace cinco años. "A Joan Laporta no se le va a olvidar mi nombre", dice Panque. Hace poco en una reunión de peñas en Palos de la Frontera conoció al presidente del Barça. Cuando Laporta se acercó a él, le enseñó su tatuaje de Messi y le contó que su hijo se llamaba Johan, como Johan Cruyff. Laporta le dijo que iba a ser difícil olvidarle. "Pues me llamo Francisco Franco", le contestó Panque, "ahora sí que te vas a acordar de mi toda la vida". 

La gente se sigue sorprendiendo hoy cuando oye su nombre, pero cada vez menos. "Cuando se vuelve a hablar de él en los medios vuelven los comentarios", cuenta a NIUS. La última vez fue cuando se exhumaron los restos del dictador del Valle de los Caídos. Entonces regresaron las bromas, los "viva franco" de guasa y el trato ceremonioso cuando Panque entraba en algún bar donde estaban sus amigos. 

"El día que me muera que pongan mi nombre. Francisco Franco, pero que no me exhumen", bromea. Tampoco iba a ser posible porque Panque quiere que lo incineren y que tiren sus cenizas en el puerto de El Terrón, donde trabaja. "Que lo hagan por la mañana cuando pase el barrendero", vuelve a bromear, "y que las tire por ahí". Al Franco de Lepe, le sobra la eternidad.

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