Álex Andrés, bombero en Cataluña: “Llegará algún incendio que no podamos apagar y del que debamos retirarnos”

  • El fuego ha arrasado más de 2.600 hectáreas este verano en la comunidad, 70 veces más que el año pasado

  • El abandono de campos y bosques contribuye a los fuegos de sexta generación, aquellos imposibles de combatir

  • "La gente deberá entender que los bomberos no se podrán meter a apagar el fuego", insiste Álex

La mitad de los incendios declarados en Cataluña son provocados por una negligencia, como el del Cap de Creus y lo más probable, el de Santa Coloma de Queralt. El fuego ha arrasado más de 2.600 hectáreas este verano en la comunidad, "una cifra que es 70 veces más que el año pasado", en palabras de la portavoz del Govern, Patrícia Plaja.

Sobre el terreno, los bomberos se juegan la vida para detener el avance de las llamas, bajo unas condiciones infernales en muchas ocasiones. De hecho, y con años cada vez más secos y el abandono progresivo del campo y de las zonas forestales, Álex Andrés, bombero del parque de Rubí del cuerpo de la Generalitat y con 16 años de profesión a sus espaldas, advierte: “Llegará algún incendio que no podamos apagar y del que debamos retirarnos”.

Tiene 43 años y es padre de Mario y Manuela, de siete y cuatro años, y atiende a este diario, preocupado por el aumento de incendios registrados en la comunidad; de hecho, el último importante ha precisado de la ayuda del Ejército y el de Llançà llevó a la Generalitat a pedir el refuerzo de los bomberos franceses.

Pregunta: ¿Cumples con el prototipo de bombero que siempre ha tenido claro que quería luchar contra las llamas?

Respuesta: No, sinceramente. Después de una adolescencia durante la que sentía que no encajaba en ningún sitio y tras comenzar la carrera de Filosofía y de siempre haber hecho deporte, empecé a ejercer como auxiliar de bomberos forestales. “¡Aquí sí que encajo!”, dije, fue como una epifanía. Y me saqué las oposiciones. Es una de las mejores profesiones del mundo.

P: Muchos lo dicen de su propio trabajo. ¿Por qué es tu caso?

R: Está estudiadísimo que ayudar a los demás es lo que nos hace felices. Nosotros no ponemos multas, no juzgamos a nadie, tratamos a todos por igual. Cuando a una pareja de ancianos se les quema el extractor de la cocina, hay que saber empatizar con ellos para resolverlo. Estamos muy cerca de la gente, a pesar de lo anárquica que es nuestra profesión: te preparas para todo, pero ningún día sabes qué te va a pasar. Es una aleatoriedad máxima.

P: ¿Qué incendios son los más complicados?

R: Cada uno es diferente. El urbano es más ‘controlable’ porque está confinado en el lugar y en el tiempo, mientras que el forestal cuenta con un abanico de factores que puede hacerlo variar: la meteorología, el estado de los bosques, la cercanía de urbanizaciones, cuánto duran en el tiempo… La capacidad de afectación de un incendio forestal es masiva y, mientras que en un incendio urbano puede haber una desgracia notable, este se acota más en el tiempo y el espacio.

P: ¿Qué grandes fuegos has combatido?

R: Me estrené con los de Sant Llorenç Savall, Castellbisbal, Maçanet… comencé a lo grande. Luego el de la Jonquera, el de Portbou, Horta de Sant Joan, en el que cinco compañeros murieron atrapados. Es cuando vi qué es un gran fuego forestal.

Habrá un momento en que no podremos detener algún incendio mientras sea incipiente y se escapará de nuestras capacidades de extinción

P: ¿Cómo es la jornada de trabajo de un bombero cuando se despliega en un incendio forestal?

R: Guardias larguísimas, turnos dobles, muchísimas horas, con un agotamiento físico y psicológico brutal… Los bomberos vamos al límite de la capacidad de una persona, con un estrés físico y térmico que lo hacen toda una vivencia. Hay un estudio según el cual los bomberos tenemos siete años menos de esperanza de vida porque vamos acumulando tóxicos en nuestro cuerpo.

P: Cómo describirías cómo queda una zona forestal devastada por el fuego?

R: Silencio. Un bosque calcinado es el silencio más absoluto que te puedas imaginar. Se acaba toda vida, ni un solo pájaro, ni el movimiento de una lagartija, nada, nada. Es devastador.

P: ¿Por qué se están produciendo más incendios?

R: Porque se da una simultaneidad de condiciones: altas temperaturas, bajos niveles de humedad y bosques secos. Es la tormenta perfecta. Los bosques están tan secos que si las lluvias no son más intensas no llegan al suelo, las absorbe la vegetación. Además, vivimos algo que le llamamos ‘la paradoja de los incendios forestales’.

P: Desarrolla...

R: A medida que los bomberos estamos más preparados y conocemos más el fuego, somos capaces de saber y prever cómo se mueve, cómo avanza... están más cerca los fuegos de sexta generación. Son aquellos en los que el combustible y el bosque generan tal intensidad que los hace tener tal magnitud que las capacidades de extinción de los bomberos no son suficientes para apagarlos.

La gente deberá entender que los bomberos no se podrán meter a apagar el fuego

P: ¿Esto ya sucede?

R: Hemos visto algo en Santa Coloma de Queralt, con pirocúmulos, la típica nube con forma de seta que generan las explosiones. Es un fuego que genera sus propias condiciones: calienta de tal manera que nuestras capacidades de extinción se ven más limitadas. Mientras estamos más preparados y tenemos más medios, los bosques se están abandonando, la actividad agrícola y ganadera se está retirando y no se están gestionando, por lo que desaparecen las discontinuidades del terreno. Habrá un momento en que no podremos detener algún incendio mientras sea incipiente y tendrá unas condiciones óptimas para crecer y que se escape de nuestras capacidades de extinción.

P: Y vosotros deberéis retiraros…

R: La gente deberá entender que habrá momentos en que los bomberos no se podrán meter a apagar el fuego, y verán su urbanización ardiendo. Cuando un un pirocúmulo cae, baja todo el aire caliente y, si tienes personal en el perímetro, se pueden ver atrapado por el fuego y otro nuevo que se genere. El hecho de meter medios en este tipo de incendios pone mucho más en riesgo la vida de los profesionales que lo que podríamos conseguir apagando ese fuego. Y para nosotros es muy difícil dejar algo quemándose, nos va en la vocación, pero en un futuro y en unas condiciones dadas, probablemente deba pasar.

P: La mitad de los incendios son provocados por negligencias. ¿Qué piensas de ello, y más pensando en que luego eres tú quien se juega la vida?

R: Que la gente no es consciente, ya sea por falta de información, por su educación, etc. no son conscientes de las consecuencias que pueden tener sus actos. Creo que la mayoría no lo saben, me cuesta mucho cargar sobre ellos. Pero las personas que saben que no pueden hacer un fuego en un bosque cuando están con su grupo de amigos y lo hacen, por ejemplo, eso ya no es una negligencia, eso directamente es criminal. Es importantísimo seguir las indicaciones de las autoridades, ser responsables.

La gente no es consciente de que sus actos tienen consecuencias, ya sea por falta de información, por su educación, etc.

P: Hay que seguir el sentido común…

R: Desgraciadamente, no podemos utilizar lo de ‘sentido común’ porque hay gente que lo tiene un poco extraño y que su prioridad es más hacer la carne a la brasa que pensar en lo que puede provocar. Me remito a los consejos institucionales, a los trípticos, a las banderolas que los municipios cuelgan en los accesos forestales y que se informen dónde no deben acceder porque simplemente circulando con nuestro coche o dejando algún desecho podemos generar algún fuego forestal.

P: ¿Has necesitado asistencia médica alguna vez?

R: En un incendio urbano. No es extraño que pase porque hacemos un despliegue físico muy grande para montar las instalaciones, buscar el incendio, buscar a personas, con temperaturas de 200 o 300 grados, con trajes que no transpiran… Con falta de experiencia y el ímpetu joven, a pesar de que estás cansado y deberías pedir el relevo, aguantas más de lo que deberías y te acaba dando una pájara. Me pusieron oxígeno y líquidos y me recuperé.

P: ¿Y psicológica?

R: Un bombero de la Generalitat murió dentro de un fuego de industria en Vilanova hace unas semanas, y fue alumno mío en el parque de Rubí. Cualquier muerte es una desgracia, pero cuando es un bombero, te toca de una manera muy corporativa: es algo que te puede pasar a ti. Fuimos al funeral, vivimos el dolor, no entendemos qué ha pasado, estamos esperando que nos expliquen. Y hemos recibido atención psicológica en una sesión grupal.

P: Y contar con el apoyo de compañeros cuando alguno muere debe ayudar…

R: Entre nosotros ya hacemos ‘terapia’ diaria expresándonos, rebajando la presión psicológica con humor… Bomberos ha cambiado mucho. El 'machotismo' y la testosterona de antes se han dejado de lado. Todos somos humanos y tenemos la suerte de contar con bomberas, cosa que ayuda a apaciguar ese furor machote. Y ahora, cuando no nos encontramos bien, algo nos afecta, lo expresamos y lo hablamos. Y cuando murió este bombero, nos llamamos, nos plantamos en el parque, fuimos a cenar y gracias a eso algunos comenzamos a dormir un poco.

Hacemos ‘terapia’ diaria expresándonos, rebajamos la presión psicológica con humor, el 'machotismo' y la testosterona se han dejado de lado… Bomberos ha cambiado mucho.

P: Tu familia debe tener un papel importante también…

R: Mi pareja, Clara, es un apoyo total. Cuando llego a casa tras los momentos más desagradables, ya me lo ve en la cara al llegar a casa y me pregunta. La nuestra es una profesión tan socialmente aceptada y admirada que la gente quiere a los bomberos, imagínate tu pareja. Y aunque hay momentos complicados, con el tiempo la familia va minimizando parte del riesgo que supone este trabajo porque no se puede vivir con angustia.

P: ¿Cuál ha sido el peor día de tu profesión?

R: Que haya menores implicados te lleva al límite. La experiencia te enseña a gestionar desgracias pero hay algunas especialmente desagradables, sobre todo cuando hay criaturas o afecta a alguien que conoces, o hay suicidios de adolescentes…

Pero el día más bestia fue también uno de los más satisfactorios: tuve que informar a una mujer de que su hijo, diabético e independizado recientemente, había muerto. Yo sabía que ese chico muy probablemente estaba muerto y que la vida de esa madre cambiaría. Tras confirmarlo y salir a la escalera, le dije que no con la cabeza y me abrazó mientras lloraba. Pocas profesiones dan la oportunidad de ser tú quien intente hacer lo más llevadero posible un trance de esa magnitud.