Un equipo de Canadá, Estados Unidos y Suecia recolectó muestras de aire para su estudio y descubrieron que había más concentración de amoniaco en las épocas de calor. Al principio, pensaban que esa sustancia provenía del mar, pero pronto se dieron cuenta de que su origen estaba en el guano de las aves (se descomponía y expulsaba el químico).
Pero el descubrimiento clave llegó en la segunda exploración: vieron que el amoniaco, que se quedaba en el aire, se mezclaba con la espuma del océano (que tiene ácido sulfúrico y agua) y subía a la atmosfera formando nubes muy compactas. Con el cielo totalmente encapotado, los rayos de Sol rebotaban de nuevo al espacio y no conseguían alcanzar los bloques de hielo.
Ahora que se sabe el poder 'eco' de estas heces, se estudia la manera de modificar la trayectoria de las aves para que frecuenten el Ártico más y ganen la batalla al deshielo de los polos. Todo se verá.