A Stephen Hawking nada le frenó en la vida. Con tan sólo 21 años le llegó una enfermedad degenerativa, denominada la enfermedad de la neurona motora, vinculada a la famosa esclerosis lateral amiotrófica (ELA). El médico sentenció un diagnóstico con dos años como esperanza de vida. Sin embargo, ni esta enfermedad ni las teorías más difíciles pudieron con él.
Entre sus muchos hallazgos, se convirtió en el creador de la teoría del Big Bang y de los agujeros negros. Fue condecorado en infinidad de ocasiones por sus descubrimientos y se convirtió, quizá, en el físico más conocido después de Einstein:
Un día, anunció el que sería uno de sus grandes hallazgos. "Creo que he resuelto un problema importante en la física teórica", aseguró el mismo Hawking. En realidad, había resuelto el origen de todo. Compartió sus teorías con el Papa, reyes, presidentes y también con el resto del mundo. Quería que los ciudadanos de a pie tuviesen buenas nociones científicas para que no todo quedase en manos de los expertos: "Tendremos que confiar en la belleza matemática", comentaba el astrofísico.
Además de su faceta como científico, Hawking destacó siempre por ser uno de los mejores divulgadores de la historia, consiguiendo con éxito que entendiésemos lo que parecía imposible de explicar: "Lo que ahora parece una paradoja de la teoría cuántica, será considerado solo sentido común para los hijos de nuestros hijos", sentenciaba. Su libro más famoso, 'Breve historia del tiempo', alcanzó ventas de 10 millones de copias alrededor de todo el mundo, y se situó en el puesto 'mejor vendido' durante 237 semanas.
Casado dos veces y padre de tres hijos, lejos de meterse en un agujero negro, de esos que tanto exploró, Hawking se aventuró a todo en la vida. El tiempo y el espacio no tenían secretos para él. Y desde allí, seguirá inspirando, desde el firmamento que él nos descubrió.