Pablo Carbonell resucita Los Toreros Muertos: "Somos un grupo de payasos que vamos metiéndonos en charcos"

El grupo más travieso de los ochenta regresa con el álbum ‘100.000 copias vendidas en una semana’. “Esto lo hago para reírme yo”, dice el cantante
Sus nuevas canciones mantienen el corte irónico que les hizo famosos: “Hacemos lo que nadie en su sano juicio quiere hacer”
“Cuando entregamos nuestro primer disco tuve la sensación de que entregaba la confirmación de que yo era tonto”, añade
Pablo Carbonell tiene una ahijada que iba para futbolista profesional. “Clavada a Johan Cruyff”, alaba el padrino. “Yo le cortaba el pelo al cero para que pudiera jugar con los chicos de Barbate y no notaran que era una chica. Una lesión de rodilla la ha apartado de su sueño. Bueno, pues no le ha molestado la canción. Pero, claro, ella vive en Países Bajos y allí, por la temperatura, la tolerancia o lo que sea, no tienen la piel tan fina”.
La canción a la que hace referencia Carbonell es 'El fútbol femenino' (“El fútbol femenino necesita tranquilidad”, dice la letra), y puede que la historia de su ahijada inspirase la letra. El tema fue el detonante del regreso de su grupo, Los Toreros Muertos, uno de los más traviesos del pop nacional de la década de los ochenta. “He conocido casos de gente a la que le ofrecen grabar y se lanza sin tener ni canciones”, explica el músico y actor. “Había escuchado esa frase por la tele, y como el estudio estaba libre y la banda con ganas, empezamos a rascar en los cajones, a darle al ensayo y ya ves: doce temas inéditos cuando nadie esperaba nada de Los Toreros Muertos”.
MÁS
Menos acidez, más sensibilidad
El nuevo trabajo lleva el vanidoso (y falso) título de '100.000 copias vendidas en una semana', reclamo que evoca las pegatinas que antaño se adherían a los discos, cuando despachar tamaña cifra era factible. Sus canciones quizá se antojan ligeramente menos ácidas que aquellas que dieron fama a la banda y más sensibles, aunque no exentas de ironía y buen humor.
Sobre “El fútbol femenino”, cuyo estribillo calca el de 'Give peace a chance', de John Lennon y Yoko Ono, explica: “En realidad esta canción es una broma sobre los himnos pacifistas y hippies. Por supuesto que sabemos que hay mil cosas que necesitan más tranquilidad que el futbol femenino. Alguna chica se ha ofendido con la canción, pero bueno, a todo el mundo se le puede olvidar aquello de prohibido prohibir o que somos un grupo de payasos que vamos metiéndonos en charcos. Mi conciencia está tranquila”.
En “Rock and tos” hace sorna de los rockeros talludos. “La tenía en la sesera desde hace quince años y la he grabado ahora, cuando esos rockeros veteranos y ridículos somos nosotros. No se hace humor desde la altura de la juventud sobre la vejez de los demás”.
No considera Carbonell que el adjetivo “gamberro” encaje con el talante del grupo. “Nunca he tenido la sensación de hacer humor gamberro”, alega. “Algo de sal gorda sí que se me ha escapado, pero por incompetente, no por gamberro. Nuestros dos primeros discos salieron de improvisaciones en bares. No sabía lo que decía, aunque ahora he empezado a enterarme. Mi consciente ha alcanzado a mi subconsciente. Este último está escrito sobre una mesa. Y es hijo de una tendencia que, aunque a la baja, me gusta, y es el cuidado del lenguaje. Cualquier persona que maneje bien el lenguaje no se romperá la mano dando un puñetazo en una mesa”.
Las canciones de Los Toreros Muertos, y su gracia proverbial, nacen de diversos modos. “Veo tendencias en composiciones de otros, como esas que hablan del camino de vuelta a casa”, explica. “Y pienso: ‘Habría que hacer una de uno que no puede volver’. Y a priori es una idea para hacer un chiste, pero sale ‘Oveja negra’, una canción desgarradora de un joven que no puede volver a casa de sus padres porque no ha cumplido sus expectativas”.
“Y como Los Toreros Muertos estamos para todo —prosigue—, somos gente sin personalidad, la metemos en el disco y que la gente se aguante. O ‘El vals de los balseros’: le cuento a Polaino, el guitarra, que Los Toreros Muertos nunca hemos hecho un vals, y me dice: hagamos ‘El vals de los balseros’, y lo flipo, y de otra pretensión chistosa sale una canción que sensibiliza sobre el drama de la inmigración. Pues hala, para dentro. Todo en general sale de un chiste. Y también de cierto aburrimiento. La condición ideal para hacer algo”.
Estos días en que la mayoría de bandas lleva la seriedad de su música al bostezo, las canciones de Los Toreros Muertos alcanzan llamativa singularidad. “Hay un documental, 'Rompan todo', en el que se cuenta la historia del rock en Sudamérica y sus consecuentes golpes de estado. En él uno de los más descerebrados en el escenario, de los más coherentes hablando, dice que vino bien que llegaran Los Toreros Muertos para que ellos dejasen de tomarse tan en serio lo que hacían. Muchas gracias. Nosotros somos de todo menos pomposos, empezamos riéndonos de nosotros mismos. De hecho, cuando entregamos nuestro primer disco tuve la sensación de que entregaba la confirmación de que yo era tonto. Un tonto que se hizo rico con eso, pero tonto”.
“Las costumbres del star system siguen siendo las mismas —dice—, la capacidad de sorprenderse a sí misma de la música está en estado comatoso, los disgustos no cambian, y las ganas de divertirse tampoco. Nosotros hacemos lo que nadie en su sano juicio quiere hacer. Nos gusta creer que la gente nos ve y piensa que eso lo pueden hacer también ellos. Sobre todo porque lo encuentran divertido, y los primeros nosotros. En estas sesiones de grabación se lo he reconocido a la banda, porque acababa de descubrirlo: esto lo hacemos para reírme yo. No hay una explicación más honesta”.
Los límites de su humor
En realidad, es comprensible que muchos huyan del humor: en la actualidad siempre va a haber alguien que se sienta ofendido. Carbonell tiene claros sus límites. “El respeto a la condición no elegida de las personas es una línea roja”, dice. “Pero eso no quiere decir que no se puedan hacer chistes. El mejor chiste que he oído sobre un tío con parálisis cerebral me lo contó un tío con parálisis cerebral, y lo mismo pasa con los chistes de gays o de judíos, son ellos los que los cuentan; lo que no se puede hacer es humor desde arriba hacia abajo”.
“Reírse poniéndose por encima de los demás es la línea roja”, añade. “Últimamente se habla mucho de las ofensas a la Iglesia. Decir, por ejemplo, que la Iglesia siempre está al lado del poder debe de ofenderlos mucho, porque no está en su organigrama, y claro, destacarlo es ofenderla, pero se lo han ganado. Y te lo dice un católico. En realidad, soy católico porque soy español. En España todos somos católicos, los decepcionados, los ácratas, los ateos son católicos, los homosexuales son católicos, incluso los cristianos son católicos; no sé por qué se quejan tanto”.
Pero el gaditano Carbonell, de 62 años, vive en el mundo y no puede evitar ponerse triste con determinados aspectos de la sociedad actual. “Hay muchas cosas que me dan mucho miedo. Y es lo peor que tengo. El miedo”, dice. “Miedo a la guerra, a que me tenga que matar o tener que matar a mi hermano, como le pasa a uno de los personajes de La Península de las casas vacías, de David Uclés. Por cierto, con publicitar ese libro se podrían ahorrar una millonada en fastos para celebrar la muerte de Franco”.
"La década de los ochenta duró un lustro"
Carbonell empezó haciendo humor antes que música, al lado del añorado y genial cómico Pedro Reyes. Participó después como actor en 'La bola de cristal', y casi simultáneamente creó Los Toreros Muertos, con los que grabó temas inolvidables como “Mi agüita amarilla” o “Yo no me llamo Javier”, ambos de su primer álbum, '30 años de éxitos' (1986). “Los ochenta fueron el feliz momento en el que la libertad de expresión estaba por encima de la razón”, señala. “Todos celebrábamos lo que dijese el de al lado, aunque pensásemos radicalmente diferente. Mucha diversión y mucho sexo. Rock Hudson muere de sida en 1985 y nacen Los Toreros Muertos. Se acabó la diversión. La década de los ochenta duró un lustro”.
Cuatro discos publicaron Los Toreros Muertos hasta 1992, cuando la broma de los ochenta se dio por amortizada. Televisión, cine y teatro han sido facetas en las que se ha centrado desde entonces, además de en puntuales retornos de la banda o el feliz connubio con No Me Pises Que Llevo Chanclas. ¿Se penaliza la edad en este país? “Imagino que como en todos lados”, responde. “La gente que me interesa tiene más edad que yo, y esto es algo que me ha pasado siempre. Si a esta sociedad le pasa lo contrario, mi sensación es que vamos mal. Aparte de eso no me veo ni me oigo viejo. Pero miro la tele y ahí, ciertamente, no me veo. Pienso que los responsables deben de pensar: ‘A este no lo metemos en vereda’. Y tienen razón, muy bueno tiene que ser lo que me ofrezcan”.
La gira de '100.000 copias vendidas en una semana' arranca a finales de febrero en Cataluña, para saltar después a Colombia, Estados Unidos… “Eso con Los Toreros Muertos —aclara—, porque después están el teatro, Los Toreros con Chanclas y el tema de la conciliación y la paternidad compartida, que no es que me pille mayorcito, pero es muy serio”.