Así éramos entonces: cómo el cine de Mariano Ozores retrató a la España de la Transición

Los bingueros
Fotograma de 'Los bingueros', todo un fenómeno sociológico en la España de la Transición. Uppers
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Con permiso de Santiago Segura, nunca hubo un cineasta en este país tan maltratado por la crítica y al mismo tiempo tan popular entre el público como Mariano Ozores, fallecido a los 98 años en su casa de Madrid. Hizo casi cien películas que le convirtieron en el rey de la comedia ligera española porque el público iba en masa a verlas. El suyo era un cine popular, accesible a todo el mundo, frecuentemente burdo y alejado de toda pretensión autoral, pero también ofrecía un retrato bastante ajustado de la sociedad española del tardofranquismo y la Transición.

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Cine de barrio

Ozores tenía muy claro que sus películas eran puro cine de barrio. Su aspiraciones no pasaban por acudir a los festivales internacionales, sino por ser rentables. El objetivo era llenar las salas de cine y obtener dividendos, lo que significaba trabajar con presupuestos ajustados y rodajes de no más de cuatro semanas. Y en eso el cineasta madrileño era el mejor. También lo era en entender los gustos, preocupaciones y lenguaje de las clases populares. Y además se rodeaba de los mejores actores del país, desde Alfredo Landa a José Sacristán, pasando por José Luis López Vázquez, Concha Velasco o Lina Morgan.

Si su cine triunfó de forma masiva fue gracias a su humor basado en el enredo, los malentendidos y, una vez desaparecido el dictador, el destape. Liberado tras la represión sexual del franquismo, las películas de Ozores se entregaron al despelote, como espejo de todos esos españolitos reconvertidos en sátiros ante la llegada de la modernidad, representada en unas playas atestadas de suecas. Probablemente su última etapa no fue la mejor de su filmografía, pero sí la más taquillera. Especialmente gracias a las películas que hizo con Andrés Pajares y Fernando Esteso como protagonistas. 'Los bingueros' (1979) fue una máquina de hacer dinero (ciento noventa y ocho millones de pesetas de la época en taquilla) y todo un fenómeno sociológico, lo que dio luz verde a una seguidilla de éxitos -hasta nueve- que permanecen en la retina de una generación ('Los liantes', 'Yo hique a Roque III', 'Los chulos', 'Agitar antes de usar'...).

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La España del desarrollismo

Más allá de la 'carnaza' pensada para complacer al espectador masculino de la época, ávido de contemplar en pantalla con toda naturalidad la desnudez femenina en todo su esplendor sin necesidad de tener que desplazarse a Perpiñán, las películas de Ozores conectaban con el espectador porque los problemas coyunturales de sus protagonistas eran también los suyos. En una época en la que el ascensor social ya mostraba síntomas de avería, la gente se veía representada en las ansias de comerse el mundo de sus pícaros personajes, que casi siempre acababan estampados contra la realidad. Puro desarrollismo patrio.

Lejos de la agudeza incisiva de un Berlanga, Ozores satirizaba a figuras de autoridad como militares, curas o funcionarios, pero sin confrontar abiertamente. Aunque edulcorada bajo su humor de taller mecánico y calendario de bar de carretera (lo que Pilar Miró llamaba 'cine de fontaneros'), la crítica social también estaba ahí. Y, como si fuera un tebeo de Ibáñez, no perdía ocasión de hacer referencia en sus tramas a situaciones candentes en su época, ya fuera la ley del divorcio o el cine épico deportivo al estilo de 'Rocky'.

Yo hice a Roque III

´Puede que la mayoría de estas películas a día de hoy no se sostengan por ningún lado, pero generaron un vínculo emocional duradero con varias generaciones de espectadores que las asocian a su infancia, a los videoclubes y a la televisión en familia, y cuya huella aún es rastreable en producciones televisivas actuales como 'La que se avecina'. Pero por encima de todo quedan como el reflejo de la mentalidad colectiva de un país en transformación.