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¿Por qué vemos el mar azul si no lo es? Hablamos con el hombre que más sabe del tema

¿Ha sido siempre azul el color del mar?
¿Ha sido siempre azul el color del mar?Getty Images
  • Preguntamos a Daniel Entrialgo, periodista y autor del libro ‘Cuando el mar no era azul’

  • En los textos homéricos el mar nunca es descrito como azul, sino como “color de vino”, “sangriento” o incluso “oscuro”

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La grandeza del océano radica no solo en su inmensidad, sino en ese azul hipnótico que induce calma y misterio. Pero, ¿es el mar realmente de color azul? Daniel Entrialgo, periodista y autor de ‘Cuando el mar no era azul’, se embarca en un ensayo fascinante en el que cuestiona nuestra percepción de este color, y lo hace con una mezcla de ciencia, historia y poesía.

De la Ilíada al microscopio óptico

La investigación de Entrialgo parte de un hallazgo curioso: en los textos homéricos el mar nunca es descrito como azul, sino como “color de vino”, “sangriento” o incluso “oscuro”. Esta observación le llevó a preguntarse: “¿Veían los antiguos griegos el color azul?”. Su respuesta es una combinación de cultura y lenguaje. Aquellos no carecían de visión, pero no consideraban el azul un color esencial, dado que su sistema perceptual priorizaba el brillo, la textura y las asociaciones sensoriales. De esta manera, por ejemplo, lo “verde” se vinculaba con lo húmedo.

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Desde el punto de vista científico, el azul del mar y del cielo no es más que un truco de luz. Lord Rayleigh explicó en 1871 que las moléculas de la atmósfera dispersan más la luz de onda corta (azul) mediante un mecanismo dependiente de la cuarta potencia de la longitud de onda. El autor recoge esta explicación científica para subrayar que el azul es una apariencia óptica, no una cualidad inherente al mar o al cielo.

‘Cuando el mar no era azul’ no solo investiga lecturas antiguas o teorías ópticas; también propone un experimento mental. Si el agua es realmente transparente, ¿por qué insistimos en representarla de azul? Entrialgo recuerda cómo marcas embotelladoras tiñen sus etiquetas y botellas para sugerir autenticidad, y cómo en diseño de piscinas se colocan en el fondo y paredes azulejos azulados para inducir una apariencia idealizada. Al contrario, podríamos recrear un mar verde o amarillo sin que nadie se escandalice… si nos atreviéramos a desafiar esta casi ‘sagrada’ convención.

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Con todo esto, lo que nos debe quedar claro es que el azul es un acuerdo colectivo, un pacto cultural sostenido por la ciencia, la historia y el lenguaje.

Portada de Cuando el mar no era azul

El ascenso cromático del azul

Además, aunque hoy el azul es el color favorito en el mundo occidental, ya que más del 40% lo elige como tal, no fue estuvo tan bien considerado. Durante la Antigüedad, no gozaba del mismo prestigio, sino que fue ya en la Edad Media cuando se le confirió ese aura simbólica, con los mantos de la Virgen María lo consagraron como signo de pureza y poder. Más adelante, el Romanticismo lo convirtió en estandarte de melancolía estética: llorar era estar “blue” en inglés, y el blues musical cristalizó ese vínculo entre color y emoción .

De esta forma, Entrialgo sostiene que el azul ha ido ganando peso, hasta ejercer una influencia subliminal en la cultura moderna, por ejemplo en el cine, la publicidad o la moda, modulando estados emocionales que van de lo contemplativo a lo nostálgico.

Filosofía del color: ¿qué somos si cambia nuestro azul?

En diálogo con Entrialgo, aflora una interrogación más profunda: ¿qué revela esta construcción cromática sobre nosotros? Significa que muchas certezas, como “el cielo es azul”, son construcciones históricas, no universales, ni tampoco permanentes. Nuestras civilizaciones se desligan del mundo natural al asumir colores sin explorarlos; perdemos una, quizás, sensibilidad sinestésica.

Ese desajuste cultural, dice el autor, podría explicar en parte el vacío existencial que percibimos en la modernidad. No vemos los colores del mundo, solo los colores que nosotros hemos elegido ver.

Daniel Entrialgo

Por todo esto, quizás la próxima vez que contemplemos el mar o el mismo cielo, convenga recordar que no siempre fue azul y que hoy tampoco es algo inmutable. Quizá así podamos mirar de frente a la naturaleza con ojos más libres, y menos programados.

Daniel Entrialgo nos invita con ‘Cuando el mar no era azul’ a apagar el piloto automático visual: no dar por sentado el color del mar en un viaje que comienza por cuestionar lo evidente y termina con una fascinación renovada por lo cotidiano. La próxima vez que mires al horizonte y sientas paz ante ese manto azul, recuerda: no siempre fue azul, ni es solo azul. Y por un instante, podrías atreverte a verlo de otro color.