Así fueron los conciertos de The Beatles en España de hace 60 años, según sus teloneros: “Me llevé un chasco”

Los días 2 y 3 de julio de 1965, los Fab Four visitaron en Madrid y Barcelona: fueron sus únicas actuaciones en nuestro país.
Hablamos con componentes de dos de los grupos españoles que ejercieron de teloneros: Los Pekenikes y Los Sírex.
“La gente muy joven quería verlos; la mayor no quería ni que vinieran”, recuerda el veterano periodista José Ramón Pardo.
Los días 2 y 3 de julio de 1965 —hace sesenta años—, The Beatles ofrecieron sus dos únicos conciertos en España. Aunque nuestro país seguía sumido en los rigores de una dictadura, los jóvenes españoles, como los de todo el mundo, se mostraban arrebatados por la música de “los cuatro melenudos” de Liverpool, como la sociedad bienpensante los describía. Con el paso del tiempo, aquellas fechas han alcanzado proporciones epopéyicas en la historia del rock en España, y en apenas tres días (desde su llegada el 1 de julio), John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr dejaron numerosas anécdotas que quienes las vivieron aún recuerdan.
El avión que transportaba a The Beatles tomó tierra en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 1 de julio a las 17:40. Su aterrizaje, por lo pronto, despejaba los temores de que finalmente no vinieran; temores fundados en las reticencias del régimen, desde donde contemplaban con recelo la visita de cuatro músicos con aire revolucionario: podrían resultar una mala influencia para nuestra juventud. De hecho, los conciertos no se anunciaron oficialmente hasta una semana antes, cuando el ministro de Gobernación otorgó el debido permiso.
Las negociaciones para traer al conjunto de moda tampoco fueron fáciles. Francisco Bermúdez, el promotor, se topó al principio con la indiferencia de Brian Epstein, mánager de The Beatles, a su propuesta. Argumentaba Epstein que siendo las ventas de discos del grupo en España tan ridículas, no tenía sentido molestar a los chicos trayéndolos aquí. Intervino José Luis Álvarez, director entonces de la revista Fonorama: explicó a Epstein que en los hogares españoles apenas había tocadiscos, y aun así, el número de discos vendidos superaba el de los equipos instalados en las casas. El dato debió de convencer a Epstein, quien dio luz verde a la visita.
Por otro lado, The Beatles acababan de ser condecorados como Caballeros de la Orden del Imperio Británico por la mismísima reina Isabel II de Inglaterra; una negativa a recibirlos podría generar un conflicto diplomático un tanto estúpido, por lo que el gobierno español otorgó el visto bueno a los conciertos.
Según Leslie (81 años), cantante de Los Sírex —teloneros de The Beatles en Barcelona—, una semana antes del concierto no era seguro que el evento se celebrase “por los problemas políticos del momento”, explica. “Fraga Iribarne, entonces ministro de Información y Turismo, dijo: ‘Señores, es el mejor conjunto y esto no se puede suspender, el mundo entero se nos va a echar encima”.
“La visita de The Beatles a España tuvo dos polos”, recuerda el periodista musical José Ramón Pardo, quien ya entonces ejercía su profesión. “La gente muy joven quería verlos; la mayor no quería ni que vinieran. Se la jugó Bermúdez y creo que económicamente no le debió de salir muy bien, porque la propaganda contraria sobre ‘esos melenudos’, esas noticias de que en un concierto en Mánchester el público rompió no sé cuántas butacas… hicieron mucho en su contra”. Se estima que la visita de The Beatles a España costó 3 millones de pesetas.
Visita de El Cordobés y las Hermanas Hurtado
Aquel día 1 de julio un cadillac transportó a los cuatro músicos desde Barajas al Hotel Fénix, en la plaza de Colón de Madrid. Fue allí donde a las 20:00 ofrecieron una rueda de prensa en la que los periodistas dispararon preguntas tan ingeniosas como si tenían asegurado el cabello o si conocían al torero Manuel Benítez, El Cordobés (un ídolo aquel año). Cuentan que, de madrugada, se presentó en el establecimiento hotelero el propio Cordobés acompañado de un fotógrafo, con la intención de posar junto a la banda; no lo consiguió, de tan protegidos estaban The Beatles.
También en el Hotel Fénix tuvo lugar un extraño acontecimiento. El alcalde de Jerez (Miguel Primo de Rivera y Urquijo) y el consejero delegado de las bodegas Domecq (Beltrán Domecq González), a fin de promocionar internacionalmente sus vinos, se las ingenieron para instalar en uno de los salones del hotel una réplica de las bodegas andaluzas. Conducidos hasta dicho emplazamiento, los cuatro Beatles escanciaron vino y estamparon sus firmas en unas barricas. La surrealista escena se completó con la presencia de tres jovencitas vestidas de faralaes; eran las Hermanas Hurtado.

La tarde del 2 de julio comparecieron en la plaza de toros de Las Ventas, donde debían ofrecer su concierto. Había lleno total en las sillas de pista, gradas y andanadas (de precio reducido), pero los tendidos presentaban bastantes claros. Las entradas costaban entre 75 y 450 pesetas (tarifa elevada para aquellos días). Casi más llamativa que la relativa masa de incondicionales era la nutrida presencia de efectivos de la policía, con orden de intervenir para calmar a las hordas juveniles si, como parecía probable, se desataban.
Antes de The Beatles tocaron en Madrid varios grupos invitados: Pekenikes, The Modern, Marty Brothers… “Para nosotros fue una sorpresa que nos eligieran para telonear a The Beatles. Pero le he dado mucha más trascendencia con el paso del tiempo. Cuando lo cuento, todo el mundo se queda asombrado. Ha ido adquiriendo importancia con los años. Es un orgullo haber sido telonero de The Beatles”, dice Lucas Sáinz (80 años), guitarrista y confundador (junto a su hermano Alfonso) de Los Pekenikes, banda que todavía no se había convertido en instrumental. El actor Torrebruno fue el presentador de la noche.
“Como era la época anterior —prosigue Sáinz—, había un despliegue policial importante, porque el ministro de Gobernación temía que se produjeran altercados. Pero no los hubo: la gente quería ver a The Beatles, que eran una novedad en España. Se veían a muchos grises”.
Los Pekekines tocaron tres canciones y dejaron libre el escenario para The Beatles, con quienes Lucas Sáinz no pudo intercambiar palabra. “Logró conseguir una firma mi hermano Alfonso o el cantante que teníamos entonces. Todavía no habíamos grabado nuestro primer LP. Tener acceso a The Beatles era como pecado mortal. La plaza de toros no disponía de camerinos, y en la zona de enfermería nos habían preparado un espacio para cambiarnos”.
Sobre el concierto de The Beatles, que dio comienzo a las 20:30, recuerda: “Tenía mucha curiosidad de escucharos, pero me llevé un chasco, porque los equipos de amplifación eran una birria. Aparecieron con sus amplificadores marca Vox (que yo me compré, pero no por ellos, sino porque los usaba Hank Marvin, de The Shadows)… No recuerdo ninguna canción que me gustase especialmente, porque el sonido era horrible”.
A las 16:30 del día 3 The Beatles llegaron al aeropuerto de El Prat. Aterrizaron en una pista alejada a la que solo tuvieron acceso periodistas y fotógrafos, previa exhibición de credenciales. Al descender del avión, les fueron entregadas unas muñecas típicas y unas monteras de torero con las que posaron ostentosamente ante los reporteros gráficos. A pie del aeroplano les esperaba un coche a bordo del cual partieron hacia el hotel (el Avenida Palace, habitaciones 109 y 111), entre salvas de aplausos de sus fans.

Los pantalones de Joan Gaspar y el encuentro con Los Sírex
Antes de dirigirse a la Monumental, John Lennon debió efectuar un rápido ajuste de vestuario: cambió sus pantalones, muy arrugados, por los que le ofreció Joan Gaspar, hijo de los propietarios del hotel (y futuro presidente del FC Barcelona). En la Ciudad Condal los telonearon Los Sírex, Beat Chics, Freddie Davis, Los Shakers, Michel, Los Modern 4, Trinidad Steel Band y Orquesta Florida. Cuando llegó a la plaza de toros, a Leslie, de Los Sírex, le llamó la atención la abultada presencia policial. “No sabía que tuviéramos tanta policía a caballo. Controlaba a la gente para que no se colara”.
Leslie y sus compañeros de Los Sírex solo pudieron disfrutar de cuatro canciones de John, Paul, George y Ringo: a continuación tenían una actuación en Cornellà. “Desde ‘Twist and shout’, con la que empezaron, comencé a babear. El sonido era una mierda, pero la gente no iba a escuchar a The Beatles; iba a ver a sus ídolos”, dice Leslie. A punto de terminar su concierto, tuvo el privilegio de charlar brevemente entre bambalinas con Paul McCartney, quien volvía del lavabo escoltado. “You’re tired!” (“¡Estás cansado!”), le dijo el beatle; a lo que Leslie respondió: “In five minutes, you too!” (“¡En cinco minutos, tú también!”). Paul se echó a reír.
“Cuando regresé al escenario, mis compañeros del grupo me recriminaron mi pequeño retraso”, evoca. “Les dije: ‘Coño, estaba hablando con Paul McCartney’. Y ellos: ‘¡Vete a la mierda!”. Cuando Los Sírex llegaron a Cornellà, les asediaron a preguntas sobre cómo había ido el concierto con The Beatles. “Pues una maravilla”, responde ahora. “La plaza estaba que no cabía una aguja, y en la calle había tanta gente como dentro. Fue un día muy bonito para nosotros”.
Tanto en Madrid como en Barcelona, los entregados seguidores tuvieron el mismo protagonismo que The Beatles. La crónica de La Vanguardia concluyó: “Lástima que los aullidos de sus fans hicieran perder a la representación muchos matices. No cabe duda de que la mayor parte de los espectadores pasaron un rato excelente, solo enturbiado por el temor constante de que se produjera un ataque de histerismo colectivo en alguno de los numerosos grupos que demostraron, durante toda la función, una tensión nerviosa alarmante. Afortunadamente nada grave ocurrió y a las amenas características de la velada hay que añadir la nota pintoresca de los entusiastas en las más variadas y singulares reacciones”.
Fueron un hito musical en nuestro país, pese a que las actuaciones de The Beatles en España no destacaron por su brillantez. “Los conciertos fueron muy malos porque ni ellos mismos se oían”, dice José Ramón Pardo. “El griterío del público los tapaba. No sé cómo conseguían armonizar las voces con el sistema de amplificación que había. Pero fue muy importante: el primer gran grupo que decidió dar un salto a España, cosa que no hacía entonces prácticamente nadie y con eso marcaron una época. Por más que los medios de difusión próximos al régimen, empezando por la televisión, intentaran ridiculizarlos”.