Montserrat Villar, astrofísica, sobre la fascinación por mirar al cielo: “Nos conecta con lo desconocido y lo trascendente"

La divulgadora científica repasa cómo el arte y la ciencia han dado forma a nuestra percepción del cosmos a través de los siglos
La alucinante historia de todo lo que hemos mandado al espacio: "En 50 años estará al alcance de muchos"
Desde que el ser humano alzó la vista por primera vez, el cielo ha sido espejo, calendario, mapa, anhelo y misterio. Allí hemos buscado señales del destino, explicaciones del origen y, sobre todo, sentido. Incluso hoy, cuando la ciencia ha reemplazado al oráculo, seguimos mirando hacia arriba con la misma mezcla de curiosidad y asombro.
La astrofísica, investigadora y divulgadora Montserrat Villar ha dedicado su vida a descifrar ese lenguaje antiguo que aún nos habla desde las estrellas. Y en su nuevo libro, 'Mirar los cielos' (Paidós), nos cuenta la historia del cosmos a través de la ciencia y el arte, como bien indica en su subtítulo. Hablamos con ella sobre lo que descubrimos cuando exploramos el cosmos, porque en ese acto de mirar más allá, en el fondo, también estamos descubriendo algo sobre nosotros mismos.

¿Por qué cree que tantas culturas y artistas se han inspirado en el cosmos a lo largo de la historia?
El cosmos nos ha planteado a lo largo de la historia y en todas las culturas cuestiones muy profundas a las que hemos querido dar respuesta para comprendernos a nosotros mismos. Son preguntas relacionadas con el origen de todo lo que existe, incluido el ser humano, cómo surgió y se transformó hasta convertirse en lo que hoy percibimos: ¿ de dónde venimos y hacia dónde vamos ? ¿es el universo finito o infinito? ¿es eterno, o tuvo un principio y tendrá un final? ¿está el destino de las personas y de las naciones cifrado en los cielos? Las respuestas la hemos buscado desde diferentes caminos como la mitología y la religión, la filosofía, la ciencia. Y todo ello, las preguntas, los caminos recorridos para contestarlas y las propias respuestas han inspirado una creación artística muy rica y diversa.
¿Por qué el ser humano asoció desde tan temprano los movimientos celestes con su destino personal y colectivo?
La adivinación ha formado parte de numerosas culturas durante milenios. Es una manifestación de nuestra necesidad de anticiparnos al futuro y prepararnos para lo que va a llegar. La astrología es una técnica de adivinación (hoy sabemos que fallida, pero fue importante en el pasado) que se remonta al menos cuatro mil años. Ya estaba presente en la cultura antigua babilónica, por ejemplo, algo que sabemos por el registro de miles de presagios celestes inscritos en tablillas de arcilla que han llegado hasta nosotros. En diversas culturas el origen divino a menudo otorgado a los cielos, los astros y sus movimientos, inspiró la idea de que lo que ocurría en ellos se debía a la intervención de la divinidad y tenía un reflejo en lo que acontecía en la Tierra. La astrología aportaba el conocimiento necesario para interpretar las señales celestes y así adivinar la intención de su dios o dioses.
¿Qué dice de nosotros mismos la necesidad de leer en el cielo explicaciones sobre la vida y la muerte?
Supongo que habla de nuestra necesidad de dar respuesta a todo aquello que no podemos explicar con la razón y que las religiones y sus mitos han intentado explicar desde antiguo. Esa idea que antes mencionaba acerca del origen divino de lo celeste y su proyección en la Tierra englobaría también la vida y la muerte, dos conceptos de gran trascendencia en todas las sociedades.
Cuáles serían las s tres obras artísticas que, a su juicio, mejor traducen la fascinación humana por el cosmos
- El manuscrito Ms. Marsh 144 del siglo XI (o quizá del XII, como sugieren investigaciones recientes), una copia del tratado astronómico “El Libro de las Estrellas Fijas” originalmente escrito en el 964 por el astrónomo persa al-Sūfī (el original no se conserva). La representación de las constelaciones en el Ms. Marsh 144 es magnífica, además de ser un registro muy interesante de la cultura ancestral del cielo estrellado tamizada por la cultura islámica.
- “La noche estrellada de van Gogh” por su belleza hipnótica y que todo el mundo tiene en su cabeza.
- Una instalación muy inspiradora que en 2015 realizó la artista escocesa Katie Paterson titulada “Candle: from Earth into a black hole” (Vela: desde la Tierra al interior de un agujero negro). Se trataba de una vela blanca dividida en capas perfumadas que ardía durante doce horas y evocaba un viaje por el espacio a través del aroma que desprendía cada capa. A Paterson la Luna le evoca un olor a galletas de almendras quemadas; Marte, el olor a monedas viejas; los agujeros negros no huelen a nada y el espacio exterior huele a frambuesas y ron. ¿No es maravilloso?
La generación de más de 50 años tenía una gran fascinación por el espacio y la astronomía. ¿Cree que eso se mantiene entre los jóvenes o lo ven ya distinto?
Vivimos en una época fascinante en cuanto a los avances en el conocimiento científico del universo y en la exploración espacial. Un problema difícil abordar es el exceso de información y los formatos de consumo prácticamente instantáneo de contenidos al que los jóvenes están acostumbrados. Dificultan que la divulgación científica rigurosa y de calidad se abra camino entre tanto ruido. Para llegar a los jóvenes es necesario adaptarse a esos nuevos formatos, no hay duda, y ya hay iniciativas que lo están logrando, muchas impulsadas y/o en las que participa (esto es importante) gente joven.
La mayoría de las personas que contemplan la bóveda estrellada en todo su esplendor y que miran a través de un telescopio por primera vez se emocionan
¿El romanticismo que siempre ha rodeado a las estrellas sigue vivo en la era tecnológica?
Tengo la esperanza de que sí. Un problema importante en la actualizad es que la contaminación lumínica nos impide ver las estrellas, que se pierden en el resplandor de nuestras ciudades y pueblos. En la generación de mis padres aún era habitual poder ver el cielo de noche, pero eso ya no es posible en la mayor parte de los núcleos habitados. Sin embargo, eso no significa que el romanticismo se haya perdido. Creo que está latente en cada uno de nosotros, y se manifiesta en cuanto tenemos la oportunidad de disfrutar del cielo de noche desde un lugar adecuado. La mayoría de las personas que contemplan la bóveda estrellada en todo su esplendor y que miran a través de un telescopio por primera vez se emocionan.
¿Por qué cree que la Luna ha tenido una carga simbólica tan sugerente en prácticamente todas las culturas?
Hay algo que diferencia a la Luna de cualquier otro astro que veamos a simple vista, incluido el Sol: su transformación. Cada 29 días aproximadamente completa un ciclo en el que va pasando por sus diferentes fases. Nace, va creciendo hasta la fase de luna llena, cuando se muestra en todo su esplendor y después va decreciendo hasta desaparecer. En esta transformación hay un paralelismo con la vida y la muerte: el nacimiento, la plenitud, la decadencia y el fin. En la repetición de las fases se interpretó también el ciclo del nacimiento, la muerte, la regeneración, la resurrección.
A lo largo de la historia, los cometas han sido percibidos como presagios de catástrofes. ¿Por qué estos fenómenos astronómicos han estado siempre tan ligados a miedos colectivos?
Efectivamente esto ha ocurrido desde hace muchos siglos en diferentes culturas de Mesoamérica, China, Europa… Los cometas eran fenómenos que aparecían de repente, casi en cualquier lugar del cielo, se veían durante semanas mientras se desplazaban entre las estrellas y después desaparecían. Su apariencia tan extraña, con esa larga cola que iba cambiando de aspecto, su impredecibilidad, todo ello inspiraba temor.
Parecían prodigios amenazantes de la naturaleza y se consideraron signos celestes que había que interpretar. Dependiendo del color, la forma, hacia dónde apuntara la cola, qué planetas había cerca, se emitían presagios de acontecimientos en general terribles: guerras, hambrunas, epidemias, muerte de reyes… Cuando comenzaron a despejarse las dudas sobre su naturaleza, dónde se formaban, sin la atmósfera o en el cosmos, y especialmente cuando se lograron explicar y predecir sus movimientos a partir del siglo XVII, su aura terrible comenzó a desvanecerse.
Cómo hemos imaginado a los extraterrestres dice más de nosotros mismos que de seres de otros mundos, ya que son un reflejo del contexto social y cultural de cada época
¿Por qué el concepto de “otros mundos habitados” ha generado tanta producción artística?
Es un tema que tiene interés por mérito propio debido al afán de curiosidad que siempre nos ha impulsado a buscar respuestas: queremos saber si hay vida ahí fuera y cómo es. Esto a su vez nos ha inspirado para imaginarla desde hace muchos siglos. Todo ello ha quedado patente en una producción artística y literaria muy rica que además nos ha servido de guion para “mirarnos desde fuera”. Cómo hemos imaginado a los extraterrestres dice más de nosotros mismos que de seres de otros mundos, ya que son un reflejo del contexto social y cultural de cada época. En ellos proyectamos nuestros miedos, prejuicios y deseos.
¿Estamos más cerca de encontrar vida extraterrestre?
Sí, sin duda. Pienso que personas que hoy están vivas quizá sean testigos de su descubrimiento. Es un objetivo prioritario de la investigación científica actual, que promueve además un desarrollo tecnológico extraordinario con el objetivo de buscar rastros de vida en otros mundos del Sistema Solar o en planetas lejanos que giran en torno a otras estrellas.
¿Por qué las imágenes astronómicas despiertan en nosotros emociones tan intensas?
Son a menudo imágenes de una belleza hipnótica y la vivencia de la belleza tiene un impacto emocional placentero. Pero hay algo más profundo: creo que nos conectan con la fascinación por lo desconocido y por todo aquello que se sitúa en la frontera entre lo real y lo imaginado. También nos conectan con lo trascendente: en esas imágenes están cifradas algunas de las cuestiones más trascendentales que nos hemos hecho, como decía antes: desde la duda acerca de si estamos solos en el universo o hay vida en otros mundos, hasta explicar cómo y cuándo surgió todo lo que existe.
Si tuviera que imaginar la manera en que nuestros descendientes mirarán el cielo dentro de mil años, ¿qué cree que verán o buscarán en él?
El pensamiento reflejo me lleva a la visión catastrofista de que quizá para entonces no quede nadie para reflexionar sobre el cosmos… pero si me alejo de este pesimismo apocalíptico tengo que responder que ¡no tengo ni la menor idea! Si hace, ya no mil años sino apenas un par de siglos, hubiéramos hecho esta pregunta a quienes estudiaban e interpretaban el universo no hubieran podido imaginar lo que hoy conocemos y cómo lo interpretamos. Es demasiado diferente a lo que conocían y pensaban. En este sentido, pienso que nuestra situación es la misma. Cualquier cosa que imaginemos y que pretendamos anticipar será probablemente errónea o, con toda seguridad, se quedará corta. Soy incapaz de imaginar cómo interpretaremos los cielos dentro de un milenio.
