Woody Allen cumple 90: diez de sus mejores frases que son en sí una autobiografía

La vida del cineasta neoyorquino podría contarse contarse solo a través de sus frases nerviosas, ingeniosas y ligeramente neuróticas
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Woody Allen cumple 90 años este domingo 30 de noviembre, y lo hace todavía al pie del cañón a pesar de todas las dificultades. Nunca ha pensado en retirarse porque no concibe vivir sin hacer películas, al menos mientras le dejen. De hecho, su existencia podría contarse solo a través de las frases nerviosas, ingeniosas y ligeramente neuróticas que sueltan sus personajes. En ellas se resumen todas sus dudas existenciales, su ansiedad, sus amores torpes, el jazz de madrugada y las caminatas por Nueva York.

Con Allen, más que con ningún otro cineasta, es posible trazar un mapa vital a través de sus desternillantes y lúcidas sentencias: la muerte siempre rondando, el amor complicándolo todo, la religión como un chiste metafísico, el cuerpo dando la lata y la metrópoli como escenario definitivo. En las siguientes líneas se resumen su manera de vivir, pensar y, sobre todo, de reírse de sí mismo.
"No tengo miedo a la muerte; simplemente no quiero estar allí cuando suceda"
Con su característico humor autodefensivo, Allen reduce el mayor de los temores humanos a un mero acto logístico. No se trata de valentía, sino de resignación. Mira a la muerte de reojo, como quien prefiere evitar a un vecino incómodo.
"Las dos palabras más bellas de nuestro idioma no son '¡Te quiero!', sino '¡Es benigno!"
En 'Desmontando a Harry' suelta la frase que mejor captura su eterna hipocondría. Allen vive como si su cuerpo se hubiera aliado secretamente con el destino para conspirar contra él. Cada análisis de sangre es un drama potencial, y cada diagnóstico normal es un triunfo épico con puntos suspensivos.
"El sexo sin amor es una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es bastante buena"
Así ironizaba en 'La última noche de Boris Grushenko' sobre la distancia entre el ideal romántico y el deseo carnal, revelando sin ambages una ética flexible y una humanidad llena de contradicciones (algo que terminaría ocasionándole no pocos problemas).
“Una relación es como un tiburón, tiene que moverse hacia delante o muere. Y lo que tenemos entre manos es un tiburón muerto”
Su filosofía sentimental, destilada en 'Annie Hall', entiende el amor como un organismo vivo, frágil y exigente. Un laberinto emocional del que nadie sale indemne. La metáfora revela su mezcla de romanticismo torpe y lucidez dolorosa.
"Soy ateo, gracias a Dios"
En esta frase conviven sus dos polos: la incredulidad racional y la herencia cultural judía que nunca ha abandonado. Así es su relación con la religión que impregna toda su vida y obra: descreída, irónica, afectiva, ambivalente.
"Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete"
Desde luego, Allen no es un idealista ingenuo, pero tampoco un cínico absoluto. Aunque reniegue del mundo, sabe que es en él donde se encuentran los pequeños placeres que justifican seguir adelante.
“La vida no imita al arte, imita a la mala televisión”
El arte como distracción valiosa para sobrellevar el horror de la existencia. El arte, especialmente la música, y muy especialmente el jazz, es refugio, identidad y respiración. Al fin y al cabo, antes que cineasta, el director de 'Manhattan' siempre se ha sentido un clarinetista frustrado.
"Esta es realmente una gran ciudad. No me importa lo que diga la gente"
Esta frase de su personaje en 'Manhattan' resume su devoción inquebrantable por Nueva York, a pesar de sus defectos. La metrópolis es un microcosmos caótico pero vivo, en el que poder perderse sin necesidad de mirar a las estrellas.
"Estoy muy agradecido por mis problemas. Sin ellos no podría ser tan creativo"
Sus neurosis, lejos de incapacitarlo, lo alimentan. Allen ha convertido cada obsesión en una secuencia desternillante, cada ansiedad en un chiste glorioso, y cada preocupación en un personaje que se piensa todo demasiado, como él mismo.
"No quiero alcanzar la inmortalidad a través de mi trabajo; quiero alcanzarla a través de no morir"
El deseo más sincero y más imposible. Su miedo a la muerte no es filosófico: es visceral, casi infantil, profundamente humano.
