A Choupette, todo hay que decirlo, no le hace mucha falta. En 2015 facturó 3 millones de euros gracias a una colaboración con la línea de cosméticos Shu Uemura y ser protagonista, ese mismo año, de un calendario para la marca de autos Opel Corsa. A la diva no le gustan el resto de los animales y ¡sorpresa! tampoco los niños.
Choupette tiene dos empleadas encargadas no solo de cepillar su pelo blanco cuatro veces al día, sino también para darle tratamiento a sus ojos azulados y llevarla al médico una vez por mes.
El diseñador alemán siempre confesó que lo suyo con Choupette fue amor a primera vista; su único amor verdadero. La gata, con miles de seguidores en Twitter e Instagram, 'ha publicado’ en su web, www.choupettesdiary.com, que siempre estará "eternamente agradecida por la vida y el amor que me dio a través de la adopción".
Adopción, porque inicialmente su dueño era Baptiste Giabiconi, modelo francés de Chanel. Fue él quien pidió a Karl Lagerfeld que cuidase del animal mientras estaba de viaje. Y así lo hizo durante dos semanas que bastaron para que se encariñase tanto con él que cuando Giabiconi volvió no pudo sino pensar: “Lo siento, Choupette es mío”. Y así fue. Desde entonces su relación fue inseparable, tanto que el diseñador llegó a asegurar que se habría casado con ella si dicho matrimonio estuviese amparado por la ley.
"Choupette es una chica rica, tiene su propia fortuna. Si me pasa algo, la persona que se ocupe de ella no estará en la miseria", aseguró Karl antes de morir.
La gata, a la que le gusta la música sudamericana y odiaba las voces agudas, –según el libro "Choupette, la vie enchantée d'un chat fashion" ("Choupette, la vida encantada de un gato fashion"), publicado en 2014–, también contaba con un guardaespaldas. El animal comía en la mesa junto a su amo, en una vajilla de plata.
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