Pompeya, con más de 1400 años de historia, fue sepultada por un alud de lava. En cuestión de minutos morían más de 2000 personas. Enterrada bajo 7 metros de magma que, por caprichos de la naturaleza, se convirtió en su mejor medio de conservación. El Rey Carlos III de España fue el impulsor de estas excavaciones que sacaban a la luz la agonía del instante, sus calles, sus casas, sus esculturas y sus frescos. Más de 600 piezas que se pueden admirar ahora en Madrid. Una pequeña parte de la ciudad que mantiene con su turismo a la moderna Pompeya, y en la que crece la preocupación por los derrumbes y los fondos recortados por la crisis.