La IA y las pensiones: así podrían los algoritmos salvar (o hundir) el sistema español
La IA puede mejorar la salud y la gestión de las pensiones, pero también generar enormes desigualdades en el sistema
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En los debates sobre el futuro de las pensiones ha entrado casi a codazos un nuevo actor con el que hace poco no se contaba: la inteligencia artificial. Ya está dentro del sistema detectando fraudes, o calculando la cuota que han de pagar los autónomos según su facturación. Pero su influencia será decisiva en los próximos años y puede transformar los sistemas de jubilación que inventó Bismark en 1889. ¿Es la salvación o la puntilla?
Un sistema en tensión
España afronta un reto conocido: el envejecimiento acelerado de su población. En 2050, uno de cada tres españoles tendrá más de 65 años, y la tasa de dependencia —el número de pensionistas por cada trabajador activo— crecerá de forma pronunciada. Nuestro sistema de reparto, en el que las cotizaciones de los trabajadores financian las pensiones de los jubilados, está en entredicho.
De hecho, las cotizaciones actuales ya no son suficientes para pagar las pensiones, y las aportaciones del Estado a través de los Presupuestos Generales y la emisión de deuda pública complementan el pago de la factura. El problema condicionará las cuentas públicas hasta 2070 cuando la mayoría de los boomers se haya muerto. Hasta entonces la IA irrumpe como posible tabla de salvación de nuestras pensiones.
La oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia del Gobierno de España estima que “la IA podría generar un aumento de la productividad de hasta el 40%, mientras con tecnologías más avanzadas este podría llegar hasta el 80%. El impacto agregado en la productividad de la totalidad de la economía podría ser del 13% con la tecnología actual y aumentar hasta el 29% con herramientas más avanzadas.
Todo ello, claro, en un escenario de adopción ideal, en el que la mayoría de las empresas y trabajadores adopten la IA para no perder competitividad y generar nuevos empleos a largo plazo.” Si los datos del Gobierno son acertados, la IA solucionaría gran parte del problema de las pensiones.
No solo lo dice el Gobierno. Un reciente informe del Instituto BBVA Research afirma que “si se realizan políticas económicas acertadas –en educación, atracción de talento, buen entorno institucional…– y si el despliegue de la inteligencia artificial tiene un impacto exitoso–, no resulta descabellado aspirar a alcanzar un ritmo a medio plazo del 1,2% anual. Para contextualizarlo, el crecimiento anual promedio de la productividad en España fue del 0,9% entre 2015 y 2019”, se explica en el informe.
El quid de la cuestión está en el mercado de trabajo. ¿Destruirá la IA más empleos de los que creará? ¿Aumentará la desigualdad salarial y, por tanto, las diferencias en cotizaciones? ¿Cómo afectará esto a los ingresos de la Seguridad Social?
Amenazas
La primera preocupación es evidente: la automatización de tareas rutinarias. Desde la contabilidad hasta la logística, numerosos sectores están viendo cómo algoritmos y robots sustituyen a trabajadores. Cada empleo perdido no solo es un problema social, también significa una cotización menos para sostener las pensiones.
Además, la IA podría acentuar la polarización del mercado laboral. Los perfiles de alta cualificación tecnológica se beneficiarán con mejores salarios, mientras que muchos empleos intermedios se verán presionados o devaluados. El resultado conduce a un mercado con pocos cotizantes que aportan mucho y muchos que aportan poco y, por lo tanto, a algunas pensiones dignas y muchas pensiones precarias.
También se teme que la precarización se extienda si la IA alimenta formas de trabajo temporales o bajo demanda, con cotizaciones intermitentes y lagunas en la carrera laboral. Para un sistema que exige largas trayectorias de cotización estas interrupciones son una sentencia de pobreza.
Oportunidades
Por otra parte, la IA bien utilizada, puede convertirse en una aliada para reforzar el sistema de pensiones. Existen al menos tres grandes áreas de oportunidad:
- Productividad y crecimiento económico. Si la IA impulsa la productividad de empresas y trabajadores, el resultado será un PIB mayor y, en consecuencia, más ingresos tributarios y cotizaciones. El riesgo es que el aumento de productividad se concentre en pocas empresas o sectores y no se traduzca en más empleo. Pero si se gestiona bien, el salto de eficiencia podría ser un colchón financiero clave.
- Gestión inteligente del sistema. La Seguridad Social podría usar IA para mejorar sus operaciones: detectar fraudes, optimizar el cobro de cotizaciones y personalizar la información de los cotizantes y de los pensionistas. De esta manera podría gestionarse mejor la información, y que los recursos destinados a redistribuir la riqueza fueran mejor repartidos, al tener en cuenta muchos más datos de renta y patrimonio, y poder así destinar más al que más lo necesita, aplicando medidas solidarias con más eficacia.
- Planificación y asesoramiento personalizado. Los algoritmos permiten simular escenarios de jubilación y recomendar estrategias de ahorro complementario ajustadas a cada persona. Así, los ciudadanos tendrían más herramientas para tomar decisiones y complementar su pensión pública con planes privados, nuestro talón de Aquiles del ahorro para la jubilación, reduciendo la presión sobre el sistema de reparto.
Nuevas cotizaciones
Si España será capaz de orientar la revolución tecnológica hacia un impacto positivo en las pensiones, depende de decisiones políticas y regulatorias claras.
En primer lugar, es necesario invertir en formación y recualificación. Si los trabajadores desplazados por la automatización no encuentran empleos alternativos, el número de cotizantes caerá y habremos hecho un pan como unas tortas. Pero si se facilita la transición a nuevas profesiones, la base contributiva puede mantenerse o incluso crecer.
En segundo lugar, se debe debatir la creación de nuevas figuras impositivas vinculadas a la digitalización y la robotización. La doctora en Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Sevilla, Ana Gloria Azor, ha estudiado en profundidad el tema en su trabajo La transformación digital y su impacto en la financiación de la Seguridad Social española. En el estudio presenta algunas formas en las que la IA podría “cotizar” al sistema de pensiones:
- Convenio especial para trabajadores despedidos por causas tecnológicas. Se propone que, cuando una empresa prescinda de personal por procesos de digitalización, deba suscribir y financiar un Convenio Especial con la Seguridad Social en favor de los empleados afectados.
- Cuota por robotización. Las entidades que sustituyan trabajadores por robots o sistemas automatizados deberían abonar una cuota específica a favor del sistema de Seguridad Social.
- Capitalización de prestaciones. Se plantea la posibilidad de capitalizar las prestaciones de jubilación y desempleo derivadas de procesos de automatización, de modo que los fondos generados puedan reforzar la caja común.
- Obligar a las empresas plenamente robotizadas –o a las que inicien un proceso de robotización– a efectuar aportaciones extraordinarias de solidaridad a la Seguridad Social.
- Adoptar deducciones o bonificaciones fiscales que fomenten la adquisición de tecnología de punta, pero vinculadas a la generación o mantenimiento de empleos, de modo que se reduzca el impacto negativo sobre la ocupación.
- Impuestos sobre la riqueza generada en el ámbito digital.
Por último, si la IA se emplea en la gestión de pensiones o en la evaluación de riesgos, debe garantizarse la transparencia, la ausencia de sesgos y la protección de los datos personales. Sin un marco ético y regulatorio, el remedio puede ser peor que la enfermedad.
Una nueva vía
La inteligencia artificial no es ni salvación automática ni condena segura para el sistema de pensiones en España. Es, sobre todo, un acelerador de tendencias: puede multiplicar los problemas de empleo y sostenibilidad si se deja a su aire, pero también puede ser una palanca para hacer el sistema más eficiente, transparente, justo y sostenible si se combina con políticas inteligentes.
El reto es doble: adaptar el mercado laboral para que siga generando cotizantes suficientes y modernizar la administración de la Seguridad Social para aprovechar las ventajas de la IA. En esa balanza se juega el futuro de millones de jubilados y de trabajadores que hoy dudan si algún día cobrarán su pensión. Los algoritmos pueden salvar o hundir el sistema español de pensiones. La diferencia no está en la tecnología en sí, sino en las decisiones políticas, sociales y éticas que acompañen su despliegue.
