Taxis, mensajeros y ahora el campo. Las grandes corporaciones se hacen con la agricultura y la ganadería y "España camina hacia una agricultura sin agricultores”, ha denunciado Miguel Blanco, secretario general del sindicato COAG. Una reconversión de las labores agrícolas que el sindicato califica de "brutal reconversión" que está transforando a los granjeros en asalariados de los grupos agroalimentarios.
Los récords se suceden. La renta agraria ha superado por primera vez los 30.000 millones de euros, la producción supera los 50.000 millones de euros y la exportaciones se duplicaron en los últimos diez años.
Asía a todo, el número de agricultores no para de caer mientras sube el peso de las corporaciones. Un ejemplo, la uva de mesa. Tres grupos empresariales controlan ya el 85% de la producción y la comercialización, de la mano de fondos de inversión internacionales.
Las últimas crisis de precios del aceite de oliva, frutas y hortalizas, leche o vino, tienen mucho que ver con los síntomas de este cambio de modelo y en relación a ello ha señalado que lo más perjudicados por la “uberización del campo” serán los 344.000 agricultores más profesionalizados. Y podrían tener efectos devastadores sobre el campo porque vertebran el rural y son la esperanza contra la despoblación y la desertización en centenares de comarcas.
COAG llevará el estudio "La uberización del campo español" al parlamento. “Exigiremos medidas políticas y económicas para revertir esta situación. Lo primero: decidir si queremos una agricultura con agricultores en el marco de una economía social agraria o una agricultura con grandes empresas y empleados en el campo”.
COAG destaca los síntomas del cambio de modelo:
Los fondos de inversión también toman posiciones en el campo. Alentados por la rentabilidad y por la necesidad de más alimentos, los inversores ponen interés en una sector estratégico con posibilidades de crecimiento. Los agricultores ven como una amenaza, además, los procesos de tecnificación y digitalización.
La industria alimentaria, además, integra los procesos. Los agricultores asumen el riesgo del cultivo y mantienen contratos con las empresas a largo plazo que deciden sobre lo que se planta o recolecta y que solo aseguran una rentabilidad muy limitada al granjero. El agricultor liga su destino a las decisiones empresariales. No hay alternativas, asegura el sindicato COAG, porque no hay comercialización al margen de estas empresas que crean una relación de dependencia.
La entrada de fondos de inversión en la industria agroalimentaria para financiar su crecimiento, explica el sindicato, implica que se apueste por un beneficio rápido sin arraigo, que puede incidir en la pérdida de empleo e influir negativamente en la economía porque buscan, sobre todo, rendimiento económico. Peligra, más que nunca, el modelo de producción familiar y profesional.