Compartir

A veces, comprar no tiene nada que ver con lo que necesitas: es un impulso, un bálsamo fugaz que deja un bolsillo más vacío y una culpa persistente. La revista británica Mind lo describe con claridad: “gastar puede darte un pequeño subidón, por lo que puedes llegar a gastar de más para sentirte mejor". Esa compra emocional que alivia por un instante revela lo que no se dice: el dolor, el vacío, la urgencia de calmar algo que no está roto sino herido. 

Ese estadio emocional se extiende hacia patrones visibles que ya no pueden ignorarse. Algunas de las señales clave son la presencia de un largo número de transacciones en un corto periodo de tiempo y el aumento de este gasto durante la noche. No se trata de señales vagas, sino huellas digitales del impulso que reclama atención. 

PUEDE INTERESARTE

Más profundo todavía es el trazo que deja el dolor digital: en encuestas que exploran cómo el malestar emocional impulsa compras vía Internet, más de la mitad de quienes afrontan problemas de salud mental admiten haber comprado en línea “para sentirse mejor”. No es una pequeña escapada; es un acto deliberado para contener la ansiedad. 

Construir frenos donde el impulso se enciende

El cambio no requiere detener el sistema: solo aprender sobre él. Un paso inicial que puede sonar elemental, pero rara vez se aplica es hacer un registro de los gastos. Es un gesto firme que sirve para poner conciencia sobre cada euro que se esfuma. Sobre esa base, cabe erigir un castillo presupuestario con forma clara: la regla 50/30/20 y otros métodos de ahorro. En el caso del método citado tendríamos que dividir nuestro presupuesto de antemano de la siguiente manera: 50 % necesidades, 30 % deseos, 20 % ahorro, lo que ayudaría a contener impulsos erráticos. 

PUEDE INTERESARTE

Y no debemos quedarnos ahí. Existe una frase que lo dice todo, sin sermones: “Compra con intención, no con impulso. Haz lista de la compra…”. Es la frontera entre gastar por emoción o gastar con propósito. 

El mundo financiero no tiene que ser enemigo, sino que puede llegar a convertirse en guardián. Por ejemplo podemos tomar la costumbre de bloquear cualquier tipo de gasto realizado a unas determinadas horas, requerir una doble confirmación o tomarnos un tiempo para pensarlo antes de realizar grandes compras que requieren un desembolso importante. No se trata de castigos, ni de control externo, sino de retrasar la acción de compra para devolvernos el poder como usuarios frente a los impulsos. Dar marcha atrás cuando el impulso salió mal

Además, debemos tener en cuenta que en el universo digital, donde el clic es fugaz, la ley iguala la balanza. La Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios reconoce sin excusas que el consumidor puede retractarse, y que en casi todos los casos se dispone de un plazo mínimo de catorce días naturales para ejercer el derecho de desistimiento, contados desde que comunica su decisión. Es un oxígeno que la legislación ofrece cuando se actúa desde el impulso. 

Por otra parte, también hay que tener cuidado con las herramientas financieras que usamos para realizar las compras. En este sentido el Banco de España ha advertido con franqueza: el fenómeno “compra ahora y paga después” “puede provocar una falsa sensación inmediata de ahorro” y entraña “un riesgo auténtico de sobreendeudamiento” si se encadenan compras. Si un mecanismo te anestesia la urgencia, puede estar diseñando un camino a la deuda. 

Tejiendo el hilo conductor

No es un guion de autoayuda ni una teoría. Comienza en lo concreto: observa si tus compras forman ráfagas o aparecen en la madrugada. Registra, ordena y divide desde el presupuesto. Exige intención, instala frenos tecnológicos, y recuerda que, si estuviste impulsivo, todavía puedes desistir legalmente. Evita financiar esa prisa emocional y fortalece tu defensa con un fondo de emergencia real.

Y si al mirarte reconoces un patrón persistente, como podrían ser comprar para aliviar, sin control, o con pérdida financiera o emocional, no lo tomes como anécdota. Es un signo clínico que puede requerir ayuda especializada. Las fuentes lo describen sin moralismos: están nominando una conducta que merece abordaje, no juicio.