Leti Sarabia, psicóloga educativa, transformó su hogar en un proyecto de vida pasados los 40 pero con la ilusión de una niña
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Cuando uno recibe la noticia de que va a ser padre miles de preguntas aparecen sin remedio. Inseguridades, dudas, miedos. No saber si harás bien esto o si estarás a la altura en aquello otro. Esa ausencia de certezas se extiende todavía más cuando tienes que afrontar el más que complicado momento de que tu pequeño se quede en manos de otra persona por el motivo que sea (generalmente laboral).
¿Cuál será la mejor guardería? ¿Le tratarán bien? ¿Estará bien atendido? ¿Sabrán lo que le pasa cuando llore? ¿Le motivarán? ¿Le entretendrán? En definitiva, ¿será feliz mientras no esté junto a mí?
En España existen diversas y muy variadas opciones para afrontar esa época crítica. Colegios, guarderías, escuelas infantiles y… madres de día.

Quizá la menos conocida de todas es la de madre de día, una profesión que existe desde hace más de un siglo en el mundo pero que en España está tardando más de la cuenta en asentarse mientras que en países como Francia, Bélgica, Alemania o Suiza está absolutamente consolidada. No es de extrañar entonces que los informes PISA nos sitúen a la cola de Europa en pedagogías respetuosas.
En estos países, incluso el Estado subvenciona tanto a las familias como a las propias educadoras con ayudas para materiales, espacio, gastos de luz y agua, además de un ‘cheque guardería’ específico.
Pero vayamos paso a paso. ¿Qué es una madre de día? Leti Sarabia, que decidió dar el paso de convertirse en una superados ya los 40 y que es la responsable de ‘Mi luna creciente’, nos lo explica detalladamente: “Las madres de día somos mujeres que ofrecemos un cuidado a grupos reducidos de hasta cuatro niños en nuestro propio hogar, combinando regulación oficial, formación pedagógica y atención personal”.
Requisitos formales
Obviamente, no todo el mundo puede decidir de la noche a la mañana dedicarse a esto. Tienes que cumplir una serie de requisitos, si bien es un empleo que sólo está regulado en la Comunidad de Madrid y en Navarra (aunque hay madres de día por todo el país). “Tenemos que estar dadas de alta como autónomas, con titulaciones en Magisterio, Pedagogía o Psicología, además de tener formación en pedagogías activas y respetuosas y en manipulación de alimentos. Además, debemos elaborar un proyecto educativo que cada madre de día debe presentar formalmente a la Consejería de Educación y a las propias familias con una serie de aprendizajes e hitos que los niños van a ir consiguiendo a lo largo del curso”, desgrana Leti.

Ella conoció esta fórmula viviendo su propia historia, ya que cuando nació su hija, hace ahora 12 años, no encontraba ningún centro que se ajustara a lo que ella quería para la pequeña. “Soy psicóloga educativa y en ese momento tenía una empresa de eventos infantiles. Para mí no encajaba la típica guardería con 20 bebés a cargo de una persona, así que investigué y me formé en metodologías activas como Montessori, Waldorf o Pikler. Estas pedagogías se centran en el niño y sus ritmos, especialmente en la primera infancia, que ha sido mi pasión desde siempre. De cada una de ellas he cogido lo que más resuena conmigo para mi proyecto, en el que es clave potenciar el juego libre, fundamental en la primera infancia para desarrollarse, fomentar la creatividad, autonomía, independencia y autoestima”, comenta.
Soy psicóloga educativa y mi hija no me encajaba en la típica guardería con 20 bebés a cargo de una persona, así que investigué y me formé en metodologías activas como Montessori, Waldorf o Pikler
Así pues, sin que ella lo supiera, en aquel momento en que se formaba con el objetivo de dar la mejor educación y el mejor cuidado a su hija, también había encendido una chispa, la de ser madre de día, que más de una década después terminó por convertirse en su proyecto de vida y el de toda su familia: “Sin mi familia no estaría aquí. Habría sido imposible. Ellos me han apoyado desde el primer día para conseguir este sueño y me han dado todo tipo de facilidades”.

No en vano, han tenido que reformar la casa y adaptarla para los peques. Desde las estancias hasta el jardín, completamente adaptado y al que los niños salen cada día sin importar si llueve o hace sol. “Hemos hecho una gran obra en casa para este proyecto. El garaje lo convertimos en una sala con puerta cristalera y ventana, muy luminosa, con rampa antideslizante y una barandilla a su altura para subir y bajar solos. También creamos un baño adaptado con lavabo y toalla a la altura de los niños”, analiza Leti mientras Quique, su marido, deja clara la postura de la familia: “Es un sueño compartido por todos. Teníamos claro desde el principio que íbamos a involucrarnos cada uno en su medida”.
El garaje lo convertimos en una sala con puerta cristalera y ventana, muy luminosa, con rampa antideslizante y una barandilla a la altura de los niños
En este sentido cabe destacar que todos los miembros que forman parte del núcleo familiar de Leti están formados como manipuladores de alimentos -aunque cuenta una nutricionista experta en alimentación infantil que diseña y supervisa los menús que ella misma elabora-, y que, por supuesto, todos han presentado también un informe de ausencia de delitos sexuales.
Convertir tu hogar en un espacio de trabajo tan particular, cierto es, exige pactos y límites. “En casa hay dos mundos: el de la familia y el de las familias. Me encanta disfrutar con los niños, pero también tengo que poder desconectar. Poner límites es fundamental: soy madre de día, pero también soy Leti”, explica.
Lo primero, una entrevista
Tan importante como el espacio o la metodología es el feeling con las familias. El proceso arranca con una entrevista en el salón de casa, café de por medio, donde padres y madre de día comparten inquietudes, expectativas y miedos. No todas las familias encajan: algunas buscan una guardería más ‘formal’, otras desean esa personalización que solo un modelo de cuatro niños por educadora puede ofrecer. “Dejan lo más preciado que tienen conmigo así que es imprescindible sentir un match. Cuando charlamos notamos que hablamos el mismo idioma”, asegura.

En el modelo de madre de día, la jornada se pacta de entrada: ocho horas como máximo, incluida la comida. Pero, a diferencia de un centro donde los niños entran y salen a horas fijas, aquí la comunicación y la adaptación es máxima. “Estamos en constante contacto. Es confianza y cercanía”, comenta Leti.
Y una vez se ha producido ese ‘match’ del que habla Leti y el curso está en marcha, ¿cuál es el recorrido ideal de un niño? En opinión de Leti, y con la sinceridad por bandera, lo más natural sería quedarse en casa hasta los seis años, como los países nórdicos. Pero la vida laboral obliga a conciliar y por eso “es importante que mi hogar sea una continuidad del suyo, que los padres encuentren en algún sitio algo parecido a su casa”.
Es importante que mi hogar sea una continuidad del suyo, que los padres encuentren en algún sitio algo parecido a su casa
Por ley, las madres de día pueden atender de cero a seis años, aunque lo habitual es hasta los tres, cuando empieza el segundo ciclo de infantil. Así, el paso al colegio con hitos obligatorios (leer, sumar, control de esfínteres) exige cierta adaptación. Si el niño no ha alcanzado esas metas, su autoestima puede resentirse. Por eso, Leti acompaña a las familias en ese tránsito: comparte actividades en casa, sugiere juegos y ofrece orientación para que el cambio sea suave.
En un mundo que muchas veces interpreta la educación infantil como una urgencia de cuidado mientras los padres trabajan, Leti reivindica el derecho de cada niño a vivir sus primeros años con calidad, cariño y respeto. Su casa no es un mero servicio, mucho menos un negocio: es el reflejo de una pedagogía activa y de un modelo de cuidado que cada día más familias valoran y apuesta por él.


