VIAJES

Los Mundo, la familia que lo dejó todo para recorrer el planeta en su camión: "Los abuelos se lo tomaron fatal"

Los cinco integrantes de Los Mundo, con su camión
Los Mundo, con su camión de fondo, en un paisaje helado. Los Mundo
  • Marta, Dani, Tao, Dhara y Erik recorren el mundo desde hace casi siete años en un camión y sin fecha fija de regreso

  • Ahora llevan dos meses en Sudáfrica y su próximo destino es Namibia. Ya han recorrido 17 países en América y tres en África

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¿Qué pasa cuando una pareja con tres hijos aún pequeños decide cambiar su vida por completo y renunciar a todo por cumplir el sueño de recorrer el mundo juntos? Además de que sus respectivos padres se lo toman entre mal y muy mal… que se lían la manta a la cabeza, lo venden todo (incluida una empresa emergente) y lo invierten en un camión que, camperizado al máximo, se convierte en su casa y la carretera, en su portal. 

Marta y Dani, junto a sus hijos Tao, Dhara y Erik, lo hicieron, se atrevieron. Un camión y muchas ganas de aventura. Así surgieron Los Mundo, una familia que vive de aquí para allá desde hace más de seis años… y lo que les queda.

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Marta, que ahora tiene 44 años, nos cuenta su historia desde un camping en Sudáfrica y gracias a una conexión inestable pero suficiente (allí no tienen Starlink y sobreviven con el wifi del camping). Dani está ocupado con la intendencia propia de una vida nómada y los niños juegan con algunos de los amigos que han hecho en una pequeña escuela que les ha acogido con los brazos abiertos a pesar de que sólo se quedarán allí unas semanas. 

Vivir sin código postal tiene estas cosas. Los niños están matriculados en un colegio online de Estados Unidos, pero siempre que se asientan en algún pueblo o ciudad, sea en el rincón del mundo que sea, Marta y Dani tratan de buscar un cole en el que puedan socializar, ir a clase, conocer a otros niños y empaparse de la cultura local. En Sudáfrica, desde luego, lo han conseguido.

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Los cinco integrantes de la familia de 'Los Mundo'

Este viaje, que va para siete años, no comenzó con el beneplácito de todos. Más bien al contrario. “Mis padres se tomaron fatal la noticia. Me hacían chantaje emocional todos los días. Mis suegros también, pero lo aceptaron mejor. Yo tenía 38 y Dani, 37. Los niños tenían seis, cuatro y uno y medio. Claro, todo era más intenso. Los miedos también. Fueron momentos complicados, pero la decisión estaba tomada”, recuerda Marta, que reconoce que ella no era tan viajera antes de conocer a Dani.

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Mis padres se tomaron fatal la noticia. Me hacían chantaje emocional todos los días

Los Mundo

Dani siempre había sido mochilero, hacía temporadas fuera, volvía a España, hacía dinero, salía. Yo no era así. Yo era más de estudiar mi carrera, trabajar. Sí que es verdad que había vivido en el extranjero, había estudiado fuera varias veces, pero desde que nos conocimos yo me sumé al mundo de los viajes y a este estilo de vida”, reflexiona.

Aprender para ganarse la vida

Sin saber si aquello sería sostenible, pero empapándose de todo lo que podía convertirse en un recurso económico con el que financiar su aventura (redes, marketing, grabación y edición de vídeo…), Los Mundo cogieron un vuelo con destino a Buenos Aires. El camión —su casa rodante— les esperaba en Uruguay. Así daban el pistoletazo de salida a una nueva vida alrededor del planeta que ya les ha llevado a conocer casi países en América (con una pandemia de por medio) y tres más en África. 

“Salimos en diciembre del 2018, pero lo decidimos ocho meses antes y fuimos preparando todo. Una temporada antes habíamos parado de viajar porque vinieron los tres niños bastante seguidos. Yo estaba muy enfocada en la crianza y Dani muy enfocado en su empresa de cerrajería. Tuvimos un parón de cinco años en los que tuvimos una vida estable como todo el mundo. Vivíamos en Madrid, pero yo tenía muy claro que quería que los niños tuvieran contacto con la naturaleza y que allí no se lo podía dar. Entonces yo le propuse un viaje a Dani, pero él es más radical y dijo: ‘No, si nos vamos, vendo la empresa y nos vamos bien, diez años’. Yo dudé, pero al final decidimos vender la empresa y con ese dinero salir”.

La idea original con la que planeaban financiarse era cinematográfica. “Dani quería hacer una serie documental y venderla. Yo, que vengo del mundo de la publicidad, veía eso muy complicado. No teníamos contactos”. Pero entonces apareció Instagram. Y más tarde YouTube. Empezaron sin saber editar vídeos y apañárselas como podían. Hoy viven de ello.

Dani, el padre de familia de Los Mundo

“Dijimos: lo intentamos. Si no sale, habremos perdido la empresa y dos años de vida. Pero ¡guau!, lo que habremos ganado”, reflexiona Marta.

Y sí, lo ganaron. Ganaron libertad, ganaron tiempo en familia, ganaron conexión con la naturaleza. Perdieron algunas comodidades, claro, pero de momento les compensa y no se cambiarían por nadie.

Dijimos: lo intentamos. Si no sale, habremos perdido la empresa y dos años de vida. Pero ¡guau!, lo que habremos ganado

Los Mundo

Tampoco ahora que, para llevar a cabo ese trabajo en redes carecen de una de sus principales herramientas. “En Sudáfrica nos han hecho una jugarreta gorda. Teníamos Starlink y funcionaba increíble. Pero de repente lo cortaron. Oficialmente no hay servicio en Sudáfrica ni Namibia, pero antes sí funcionaba. Fue como volver a los inicios. Una faena gorda. Nos habíamos acostumbrado a la buena vida, a trabajar sin problema, a tener conexión constante. Fue un cambio radical”, comenta.

Pero si algo tienen claro en esta familia es que la adaptación forma parte del viaje. Y que el viaje no consiste en hacer turismo sino en vivir. “Si pasamos cerca del Perito Moreno, por supuesto que vamos a visitarlo. Pero lo que nos interesa es convivir con la cultura. Entrar con el camión en grandes ciudades es complicado. El cemento no nos llama tanto y solemos evitarlas”, explica Marta.

Lo suyo es otra cosa: es vivir. A veces despacio, a veces en pausa. Como cuando la pandemia los dejó varados un año entero en Costa Rica. O cuando tuvieron que quedarse en México reformando el camión durante otro año. “No somos viajeros ni turistas. Somos nómadas. Lo nuestro es una vida nómada más que un viaje”, explica.

Vamos combinando estancias largas con movimiento. No siempre estamos en la carretera, aunque claro que hacemos desplazamientos largos. A veces planeamos los destinos, pero otras improvisamos en función de lo que nos cuentan los lugareños. Preguntamos a la gente, nos hacemos una ruta mental y a rodar”.

Los Mundo, en un hidroavión

A veces es alguien que conocen en la carretera y que les invita a su pueblo. Otras, una avería del camión que obliga a cambiar los planes. Y otras tantas, los niños. De aquí para allá, sin prisa pero sin pausa.

Aunque puede resultar sorprendente, uno de los pilares sobre los que se construyó esta vida nómada de Los Mundo fueron los niños. Habrá quien piense que no es la vida ideal para ellos, pero Marta y Dani están convencidos de lo contrario. “Lo positivo que es viajar para ellos fue lo que nos hizo el clic. Tao, el mayor, iba a empezar Primaria cuando se lanzaron. Fui a hablar con la profe, con miedo, y me dijo: ‘Es lo mejor que podéis hacer. Tao es una esponja y el cole se le queda corto’. Me quitó el miedo de un plumazo”, recuerda Marta con cierto tono de alivio.

Ya habían 'entrenado'

No era la primera vez que cogían las maletas con los pequeños. Ya habían probado antes y estaban seguros de que funcionaría. Un viaje por Marruecos. Otro por el sudeste asiático estando Marta embarazada de Erik. Y los niños —siempre tan pequeños, siempre tan abiertos— se adaptaban a la perfección. El mundo es su casa.

La intendencia de una familia nómada, el día a día, se parece bastante a la de cualquier hogar. Cocina, neverita, compra semanal… “Allá donda vamos encontramos dónde hacer la compra ‘grande’ para la semana y luego, fruta y verdura, en los puestos”, nos explica Marta, que no esconde que también existen ciertas complicaciones. 

“En cada país te tienes que acostumbrar. La primera semana siempre es un caos porque tienes una moneda nueva, tienes que hacerte al cambio, hay costumbres nuevas, productos nuevos… Cuando ya tienes más o menos controlado el súper que más te gusta, te toca cambiar y empezar a controlar otro”.

La primera semana siempre es un caos porque tienes una moneda nueva, tienes que hacerte al cambio, hay costumbres nuevas, productos nuevos…

Los Mundo

Lo importante, dice Marta, es mantener los propios hábitos y mezclarlos con los del lugar. Que los niños prueben, pero tengan sus referencias. “Lo llevan muy bien en todos los sentidos. Desde el paisaje hasta la comida o el idioma. Y si no, lenguaje de signos de toda la vida”, apunta.

La seguridad, ese monstruo inflado

Uno de los grandes quebraderos de cabeza previos a arrancar era la seguridad. Los prejuicios (más de la gente que les rodea que de los propios Marta y Dani) tuvieron que dejarse a un lado. “El miedo lo tienes cuando estás aún al otro lado. Antes de salir, desde España, pensábamos que en Latinoamérica nos podían descuartizar. Pero es todo lo contrario. Esa es la mentalidad de cuando no has salido y no has conocido. Si viajas con sentido común, es raro que te pase algo. Nunca hemos tenido un susto grande”.

La familia evita las ciudades, no sale de noche, duerme frente a estaciones de bomberos y hace acampada libre solo en lugares seguros. Son pequeños grandes trucos para vivir tranquilo un día sí y al siguiente también. Eso, y la gente. “La gente ayuda muchísimo. Muchísimo. En México, por ejemplo, los narcos están, sí. Pero si no te metes en su movida, no pasa nada. Y la gente con la que nos fuimos encontrando nos trató siempre de un modo espectacular. Es un país enorme y no tuvimos ningún problema”.

¿Y qué hay de la burocracia? Pasaportes, vacunas, permisos de residencia, los papeles para viajar con el camión… Cada país es un mundo. “En América es razonablemente fácil para los españoles. Cruzamos sin visado. En EE. UU. necesitas el ESTA, pero nada grave. África, sin embargo, es más complicado: visados, extensiones, pasaportes del camión… un dolor de cabeza”, comenta Marta. 

¡Y tanto! Lo último que les ha pasado con papeles de por medio es que en Sudáfrica, donde se encuentran ahora, les han concedido tres meses de estancia, pero a uno de sus hijos le sellaron el pasaporte con permiso para unos cuantos días menos, así que toda la familia tendrá que adaptarse. “Cosas del sistema”, dice Marta con media sonrisa de resignación.

La familia al completo, con su casa de fondo

Superada la burocracia, preguntamos por la financiación, por la que hemos pasado de puntillas en dos ocasiones, pero que no es un tema que a Marta le incomode. Dani está dado de alta como autónomo en España, lo que les sirve para poder facturar los ingresos con los que sostienen a toda la familia. Estos llegan por YouTube, colaboraciones con marcas, marketing de afiliados y, cómo no, un libro escrito por Marta, cuyo título no puede describir mejor su filosofía: ‘Quitando ‘peros’ a la vida’. “No nos sobra nada, pero vivimos bien. Nos basta para los cinco”, resume.

Y la vuelta, ¿para cuándo?

No hay fecha. Quizá nunca, pero es más que probable que en un par de años regresen. Desde el primer día tuvieron claro que la vida nómada tocaría a su fin cuando alguno de los integrantes de la familia lo necesitara, lo pidiera. Y Marta cree que cuando sus hijos comiencen la adolescencia (Tao tiene 12 años) van a demandar un lugar fijo en el que echar el ancla. “Cuando alguno necesite parar, pararemos. Hay épocas en la vida en las que hay otras necesidades y la familia lo tiene claro”.

No habrá problema. Regresarán y comenzarán un nuevo capítulo de Los Mundo. Eso sí, por ahora, la aventura continúa. Con la persiana levantada y el mapa abierto. Próximo destino: Namibia.