Aquel Sábado Santo, 7 de abril de 1977, otra resurrección: la del Partido Comunista, que fue legalizado ese día. La noticia pillaba por sorpresa a todo el país, pero en realidad fuer una operación discreta orquestada por el Rey, Suárez y su vicepresidente, convencidos de que en los nuevos tiempos que se avecinaban tenían que estar todos. La alegría contenida de los militantes comunistas contrastó con el malestar indisimulado de la cúpula militar. Muchos de ellos se sintieron engañados por un Suárez que, meses antes, les había dicho que el Partido Comunista no sería legal. Y no lo sería mientras no cambiaran sus estatutos. En una reunión secreta en febrero 1977, Suárez logró que el PCE aceptara la Monarquía, la bandera nacional e hiciera una declaración de unidad. Por el camino quedaron todos los escollos que tuvieron que superar como la detención de Carrillo o la matanza de los abogados de Atocha. La legalización del Partido Comunista fue, sin duda, la piedra de toque del Gobierno de Suárez.