Las elecciones andaluzas se presentaban como el aperitivo de las generales, pero la digestión no va a resultar fácil. Al menos, para los grandes partidos. Al PSOE, Moncloa más que tirón, le ha dado tirones, si es que no ha gripado el motor. Los resultados son pésimos, pero hay cero autocrítica.
Todo pasa por el fenómeno VOX. “Hay que abrir un proceso de diálogo entre demócratas para abandonar la tensión y parar el avance de fuerzas no constitucionalistas·, aseguraba Ábalos tras conocer los resultados.
Con este panorama, la primera opción es mantener el plan original y agotar la legislatura, intentar recomponerse y evitar el efecto contagio. La segunda opción sería adelantar las elecciones e intentar aprovechar la única noticia positiva para los socialistas: que el PP también ha perdido, que el efecto Casado le ha restado votos.
Con el permiso de Ciudadanos que no han ganado como soñaban, pero multiplican por dos sus escaños, tratan de tú a tú al PP y, de paso, con la irrupción de VOX, se sacuden esa etiqueta. Es más, ni quieren contar con ellos.
“Apoyamos a Rajoy y a Susana Díaz, ¿algún motivo para que no nos apoyen ahora?” se preguntaba Albert Rivera.
Unidos-Podemos tampoco puede sacar mucho pecho. Caen en votos, muchos, y en escaños, mal augurio para el futuro.
La crisis de la izquierda ligada al auge reaccionario que, como ha ocurrido en otros países, llama, y con fuerza, a las puertas de las instituciones.