Ayuso, enfermería o puerta grande

  • La presidenta de la Comunidad de Madrid ha logrado en solo dos años ser amada y odiada como hacía tiempo que no le ocurría a un líder político

  • Ayuso pretende aglutinar todos los votos de la derecha, pero ella es el mayor factor movilizador de la izquierda

Mientras Casado duda, Ayuso lo tiene claro. Casado empezó coqueteando con VOX pero rompió con Abascal durante su moción de censura. Ahora se mueve en tierra de nadie. Ayuso se lleva muy bien con VOX, tanto que les achica el espacio y les roba su discurso. En Madrid, un votante de VOX se podría encontrar muy a gusto votando a Ayuso. ¿Y a Casado? ¡Eso nunca!

Ayuso ha ido moldeando su discurso con los manuales de Bannon y el asesoramiento de MAR (Miguel Ángel Rodríguez, su Iván Redondo). Hubo momentos en los que calcaba algunas de las máximas de Trump. La estrategia está clara: hay un discurso progre instalando en la agenda (violencia de género, solo si es si, paridad, cambio climático, protección laboral, no a los desahucios, etc.) que hay que romper. Sin complejos, como decía Aznar. Si hay que decir que los hombres también sufren malos tratos, pues se dice, aunque los datos y la realidad no lo avalen. Se dice solo para fastidiar a los de izquierdas y para que los suyos le jaleen: “¡Ya era hora que alguien dijera esas cosas!”. Puro trumpismo.

La presidenta se lleva muy bien con VOX pero le va a dar el abrazo del oso. Va a tratar de morderle lo suficiente como para no necesitarlos. Su campaña va a apelar al voto útil y al miedo: “Si yo no gano, Madrid será gobernada por los comunistas bolivarianos, así que hay que concentrar el voto y no dispersarlo”. Ya están avisados.

¿Dónde irán los votos de Ciudadanos?

La duda es qué va a hacer un votante de Ciudadanos. En las elecciones generales de abril de 2019 les votaron 786.000 personas. En las autonómicas celebradas un mes después, 630.000. Y en las generales de noviembre de ese mismo año, 323.000. Es el partido menguante y a estas alturas esas cifras habrán caído aún más. ¿Y dónde van esos votos perdidos? ¿Se siente cómodo el votante de Ciudadanos con Ayuso? ¿Se irá al PSOE? ¿Se quedará en casa ese jueves?

No hay respuestas hasta el día 4, pero si la izquierda quiere tener alguna oportunidad tendrá que absorber gran parte de ese voto descarriado, movilizar mucho a los suyos e intentar concentrarlos lo más posible. Las tres cosas se antojan difíciles y el equipo de Ayuso lo sabe. No obstante, deberían medir mucho su campaña porque el mayor factor movilizador del voto de la izquierda es, precisamente, la propia Ayuso. Su figura provoca en la izquierda el mismo rechazo que aplausos genera en la derecha. Ven en ella el liberalismo más desalmado, la negación de la violencia de género, la privatización frente al refuerzo de lo público… O sea, la derecha más peligrosa.

Ayuso ha logrado en solo dos años ser amada y odiada como hacía tiempo que no le ocurría con un líder político en España. Su triunfo por goleada el 4 de mayo supondrá su lanzamiento a destinos más relevantes que el de gobernar la Comunidad de Madrid. Su derrota por la mínima reflejará uno de los más estrepitosos errores de cálculo que hayamos visto, y ya hemos vivido unos cuantos. Como diría un taurino: o puerta grande o enfermería.