Cómo curar la herida que deja un abandono: “Tenemos que aprender a sembrar en los huecos”

La psiquiatra Anabel González explora en 'Lo que no pasó' las heridas silenciosas pero profundas que dejan la pérdida y el abandono
"El primer paso para superar una pérdida implica decirnos que lo que pasó no tiene vuelta de hoja, que fue como fue. En algún momento tenemos que aterrizar sobre lo que duele", nos explica
Apego ansioso: qué es, cuáles son sus causas y cómo superarlo
En ocasiones percibimos en nuestro interior un malestar sutil, difícil de explicar, que simplemente no nos deja avanzar. El origen puede estar en un abandono que no vimos venir, una pérdida que no hemos sabido asimilar o algo que habría sido importante que pasara pero que nunca sucedió. Esas heridas silenciosas a veces dejan las huellas más profundas.
La psiquiatra, psicoterapeuta y doctora en Medicina Anabel González, autora del best seller 'Lo bueno de tener un mal día', explora en su nueva obra, 'Lo que no pasó' (Planeta), esas piezas de nuestro puzle emocional que faltan y que suelen ser las más importantes para conocernos a nosotros mismos. Hablamos con ella sobre cómo corregir esa insatisfacción en nuestras relaciones y deseos.
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¿Por qué nos deja más huella lo que no pasó que lo que sí sucedió?
Nos deja una huella al menos igual de importante. El mayor problema es que suele pasarnos desapercibida porque destaca más lo que si pasó, y lo que no vemos no nos ponemos a solucionarlo.
¿Cómo podemos identificar esas heridas ocultas que no vemos pero que de alguna forma sí percibimos?
Podemos notar que funcionamos mal en la relaciones, que nos desesperamos demasiado, porque nos acepten, que vivimos con miedo al abandono o a perder a las personas, que lo que nos pasa a nosotros no parece importarle a nadie… hay muchos indicadores que nos pueden llevar a la reflexión si ha faltado algo en nuestra historia.
Si nos desesperamos porque nos acepten, la pregunta es si nos hemos sentido aceptados incondicionalmente en nuestra infancia o en la relaciones importantes de nuestra vida. Si tenemos miedo al abandono, a las pérdidas, ¿hemos vivido estas sensaciones?¿Cuándo fue la primera vez? Entenderlo no lo cambia, pero nos ayuda a tener perspectiva.
Tres pautas para superar el dolor que esas heridas nos causan
La primera es entrar sin pelear, sin escarbar en las heridas, sin torturarnos, sin darle vueltas una y otra vez a lo mismo. La segunda es aprender a ver, mirar las cosas de frente, darnos cuenta de lo que nos hacen sentir, porque cuando hemos crecido sin alguien que nos ayude a entender lo que nos pasa, a veces nosotros mismos tampoco sabemos mirar o no nos quedamos a mirar el tiempo suficiente.
Y la tercera, la más importante, pero que no puede funcionar sin las otras dos, es ayudar a crecer, aprender a sembrar en los huecos. Por ejemplo, aprender a aceptar lo que somos, y también nuestras carencias y nuestras dificultades. Y aprender a darnos a nosotros mismos lo que los demás no nos dan. Y a buscar relaciones que sean nutritivas.
¿Cómo nos afecta en la adultez el abandono o la ausencia que sufrimos en la infancia?
Puede que vivamos con miedo permanente al abandono, como decía antes, y que acabemos metidos en relaciones que no nos gustan porque la idea de que el otro se vaya nos parece un abismo aterrador. A veces puede que nos demos por vencidos antes de empezar, y que no nos impliquemos en la relaciones, porque creemos que el único destino posible es otro nuevo abandono.
¿Cómo influye el miedo al abandono en las relaciones que cultivamos?
Las consecuencias pueden ser muy distintas en cada persona. En algunos casos, quizás cuidemos de todo el mundo para garantizar que sientan que somos imprescindibles, para sentir nosotros un poco de control. Pro cuidar de todo el mundo y olvidarnos de nosotros nos acaba pasando factura, aunque mientras esta no llega, nos podemos sentir identificados con esa forma de funcionar y considerarlo una virtud.
¿Qué relación hay entre el miedo a la pérdida y la autoestima?
En el fondo del miedo a la pérdida hay una valoración negativa de uno mismo. Quizás nos sentimos insignificantes, poco importantes o no suficientemente buenos para que los demás se queden con nosotros. Podemos sentirnos frágiles y vulnerables, y pensamos que no podremos superar una pérdida, que no tendremos esa capacidad, esa fortaleza.
Tres claves para gestionar el miedo al abandono cuando ya hemos pasado los 50 años
Yo creo que esto no cambia antes y después de los 50. Cuantos más años vamos cumpliendo más sabiduría vamos acumulando. En ocasiones hemos conseguido hacer un poquito de callo. Si tenemos que definirlo en tres frases podría ser todo lo que nos ayude a ser más autónomos y ser capaces de hacer cosas por nosotros mismos; todo lo que implique cuidarnos bien, porque entonces no dependeremos tanto de los demás; y diversificar en la relaciones, porque si invertimos todo en una sola persona, es normal que nos dé miedo a perderla porque no tenemos nada más, y todos necesitamos relaciones.
Tres mecanismos de defensa contra el abandono que sean recurrentes pero a la vez poco saludables
Escarbar en la herida, auto abandonarnos, y buscar en la relaciones una garantía de que el abandono no se va a producir o que se van a llenar todas las carencias acumuladas que tenemos. No los llamaría mecanismos de defensa, creo que son formas de intentar lidiar con lo que nos pasa y que no sabemos cómo manejar.
¿Cómo de importante para sanar tras un abandono son los lazos familiares y las redes de apoyo?
Son fundamentales, las amistades son un factor fundamental para la salud mental. Si tenemos buena relaciones con la familia, esta también es un apoyo, pero a veces la relaciones familiares son complejas. La ventaja de los amigos es que los elegimos nosotros.
¿Por qué algunas personas superan peor la pérdida que otras?
Muchas veces por esa experiencia anterior de dificultades con las separaciones y con las pérdidas. Un factor central es la sensación interna de seguridad, el sentir que nos podemos sostener en medio de la tormenta y que podemos gestionar el dolor.
Tres claves para aprender a aceptar la pérdida
Pues aceptarla es el primer paso en realidad. Implica decirnos que lo que pasó no tiene vuelta de hoja, que fue como fue. Muchas veces le damos vueltas a lo que sucedió y a lo que no sucedió, como intentando encontrar una explicación que nos duela menos o imaginando formas en las que aquello hubiese sido de otro modo. Pero no tenemos máquina del tiempo y en algún momento tenemos que aterrizar sobre lo que duele. Luego toca llorarlo hasta que la tristeza se vaya, y aquí es donde nos ayuda a veces compartir este dolor con alguien que sepamos que nos lo puede entender y que nos lo puede abrazar. Después de eso es cuando podemos seguir avanzando.