Tener casi 90 y aparentar 70: así se mantiene Bàrbara, la catalana que nunca dejó la gimnasia

Bárbara, a sus 88 años da clases de gimnasia gratis cada día en Barcelona: "El mejor precio es que estén felices"
Bàrbara, la catalana que nunca dejó la gimnasia
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Más de un centenar de hombres y mujeres asisten de lunes a viernes a las clases de gimnasia gratuitas que Bàrbara Martínez, de 89 años, imparte en la plaza de los Campions, en la Vila Olímpica de Barcelona. Antes estas sesiones se hacían en la playa del Bogatell, pero unas obras han obligado a un traslado temporal. Bàrbara empezó con esta rutina hace casi 30 años, cuando se jubiló, y hoy es un referente para muchos mayores que practican con ella diariamente sentadillas y abdominales.

Antes de la jubilación Bàrbara nunca había hecho gimnasia. Nació el día de Reyes de 1936. Su madre murió en el parto y su padre en la Guerra Civil. Fue su abuela quien la crio y la puso a trabajar en una carnicería de Hostafrancs con solo 11 años. A los 16 entró en una farmacéutica y los 23 la despidieron por casarse. Se reincorporó al mundo laboral a los 40 años, cuando su marido se quedó en el paro. Se encargó de la logística en una empresa de cristalería hasta que se prejubiló a los 60.

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Entonces un amigo de su hijo le enseñó a montar en bicicleta y en uno de sus paseos descubrió a un grupo de señoras haciendo gimnasia en la playa. Se sumó a ellas, y le gustó tanto que cuando la instructora se retiró ella tomó el relevo. Hasta hoy. "Muchas señoras vienen tristes porque se han quedado viudas o se les ha muerto un familiar. Están deshechas y al cabo de 15 días son otras personas", explicaba Bàrbara a Informativos Telecinco.

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'Metiendo caña' megáfono en mano

La rutina de ejercicios es variada pero siempre la misma, aunque resulta muy entretenida porque Bárbara ha bautizado cada uno de ellos con un nombre. 'Sacar agua del pozo'. 'mirar a las gallinas' o 'hacer la tijera' son algunas de las consignas que va gritando megáfono en mano. Y tiene fama de ser un poco 'sargento'. "Les meto caña, cuando lo hacen mal paro la clase y lo repetimos. Nadie me protesta", admitía. Al final, todos terminan agradeciéndoselo. "Movemos los pies, los dedos, la cabeza y el cuerpo. Una señora me decía que no iba a tocar el suelo. Le respondí que ni hoy ni mañana, pero al tercero sí. Es la fe que le ponen", añadía.

Mayoría de mujeres

Una de las pocas normas que tiene en estos encuentros es que nadie debe llevar ropa oscura. "La oscuridad ya la llevamos encima las personas mayores", justifica Bàrbara, cuyo esposo falleció en 2016, después de haberle cuidado durante los doce años en los que estuvo enfermo. Al final las personas que se juntan diariamente a las 10 de la mañana para hacer sus ejercicios forman una gran familia, aunque las mujeres son mayoría. "Algunas están en casa solas y aquí pueden hablar", concluye la monitora.