ENVEJECIMIENTO ACTIVO

La velocidad a la que caminas predice cómo está envejeciendo tu cerebro

La velocidad de la marcha refleja hasta qué punto una persona es funcional en su día a día. Imagen de archivo. PEXELS
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Dicen que “el que mueve las piernas, mueve el corazón”… y, por lo visto, también el cerebro. Caminar rápido no solo es una buena manera de activar el cuerpo y despejar la mente: según la ciencia también puede ser la clave para mantener nuestro cerebro joven y en forma, sobre todo a partir de los 50, cuando el cuerpo ya no perdona y toca cuidarse más que nunca. Al parecer, dar un buen paseo con ritmo no solo beneficia la salud cardiovascular o ayuda a mantener a raya esos kilitos de más, sino que también mantiene activa la memoria, la concentración y hasta mejora el estado de ánimo.

Vamos, que caminar rápido es como un gimnasio gratis para cuerpo y mente, pero no sólo eso, expertos de las universidades de Harvard y Duke han descubierto que mantener un buen ritmo al andar está asociado a un menor deterioro cognitivo y físico. Así que sigue leyendo porque la velocidad de la marcha puede revelar información profunda sobre el ritmo de envejecimiento de tu cerebro y tu cuerpo, y en Uppers te desvelamos la rapidez a la que deberías desplazarte según tu sexo y edad para cerciorarte de que todo va bien por dentro.

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Velocidad y nivel de autonomía

Según un reportaje publicado en la BBC Future, la velocidad a la que caminamos dice mucho más de nosotros de lo que parece a simple vista. De hecho, podría predecir no solo nuestra salud en general, sino también cuántos años viviremos y cómo de rápido está envejeciendo nuestro cerebro. Los estudios apuntan a que quienes caminan más despacio suelen tener cerebros más pequeños y presentan un mayor riesgo de deterioro cognitivo y físico, incluso desde la mediana edad.

Pero eso no es todo: la velocidad de la marcha también refleja hasta qué punto una persona es funcional en su día a día, revelando su nivel de autonomía y hasta su capacidad de recuperación tras problemas graves como un ictus. Según explica Christina Dieli-Conwright, profesora de medicina en Harvard, una bajada en el ritmo habitual al andar suele ser una señal de que algo no va bien por dentro: “Cuando el ritmo normal de marcha de una persona disminuye, a menudo está asociado con deterioros de salud subyacentes”, asegura.

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Estas palabras las secunda Line Rasmussen, investigadora principal del Departamento de Psicología y Neurociencia dela Universidad de Duke, quien expone que caminar depende de muchos sistemas corporales distintos trabajando juntos, como huesos, músculos, visión, sistema cardiovascular, sistema nervioso… y que “una velocidad de marcha más lenta puede reflejar este declive general”, señaló en declaraciones a BBC Future.

Cómo se mide la velocidad

Según las expertas, la prueba de velocidad de marcha es una herramienta útil para evaluar la capacidad funcional de una persona: es decir, qué tan bien se desenvuelve en su día a día y cuán independiente es. También permite detectar niveles de fragilidad y anticipar cómo responderá alguien a una rehabilitación, por ejemplo, tras un ictus.

Medirla es muy sencillo, y para hacerlo desde casa proponen usar una cinta métrica y un cronómetro. Una de las pruebas más comunes es la de los 10 metros: primero se deja un tramo de 5 metros para que la persona tome impulso, y luego se mide el tiempo que tarda en recorrer 10 metros caminando a su ritmo habitual. Para obtener el resultado, basta con dividir la distancia entre el tiempo en segundos. Aunque hoy en día también hay maneras más cómodas de hacerlo ayudándose de la tecnología. Muchas apps y relojes inteligentes ya calculan automáticamente la velocidad de marcha usando el GPS del móvil o el sensor de movimiento, sin necesidad de hacer pruebas manuales.

Velocidad media según sexo y edad

Para saber si caminamos más o menos rápido que otras personas de nuestra edad, podemos mirar las velocidades promedio que establecieron en dicho estudio. Por ejemplo, entre los 40 y 49 años, una mujer suele caminar a unos 5 km/h, mientras que los hombres de esa misma edad lo hacen ligeramente más rápido, a 5,15 km/h.

Entre los 50 y 59 años, las mujeres bajan un poco el ritmo a 4,7 km/h, mientras que los hombres se mantienen en torno a los 5,15 km/h.

En el grupo de 60 a 69 años, la velocidad media es de 4,46 km/h para las mujeres y 5,15 km/h para los hombres.

Ya entre los 70 y 79 años, las mujeres caminan a unos 4,07 km/h, y los hombres a 4,54 km/h.

Finalmente, en edades más avanzadas (80 a 89 años), la velocidad media cae a unos 3,38 km/h en mujeres y 3,49 km/h en hombres.

Cuando es señal de alerta

Una marcha más lenta que la reflejada anteriormente puede deberse a muchas razones, y no todas son evidentes a simple vista. Las causas más comunes incluyen enfermedades crónicas, falta de actividad física, pérdida de masa muscular y rigidez en las articulaciones. Según Dieli-Conwright, las personas con patologías crónicas tienden a moverse menos, lo que con el tiempo lleva a una pérdida de fuerza y movilidad, afectando de forma global a su salud. Por su parte, Rasmussen señaló que el envejecimiento impacta poco a poco en todos los sistemas que intervienen en el acto de caminar, por lo que una bajada en la velocidad puede ser una señal de alerta tanto en personas mayores como en adultos de mediana edad.