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Saunas de infrarrojos y terapia de frío: ¿moda o beneficios reales para mayores de 50 años?

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¿Son útiles estos sistemas pasados los 50 años?. Unsplash
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MadridEmpezar a cuidarse es bueno a cualquier edad, solo es importante tomar la decisión y mantenerse firme en nuestros nuevos hábitos cuando sentimos que empezamos a flaquear. Además, llegados a cierta edad, esto es todavía más importante porque nos ayuda a hacernos mayores manteniendo nuestros huesos y músculos fuertes, lo que nos protege y reduce el riesgo de desarrollar determinadas enfermedades. 

Lo más habitual cuando se cambia de hábitos y se opta por unos más saludables es escoger el ejercicio que más conocemos, que más atractivo nos parece o que más nos han recomendado desde nuestro círculo o redes sociales. 

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Sin embargo, también hay muchas terapias alternativas que poco a poco se van convirtiendo en habituales y que prometen ser un gran complemento para nuestras rutinas deportivas y ayudarnos a sentirnos mejor, tal y como sucede con las saunas de infrarrojos y la terapia de frío, pero ¿de verdad funciona en los mayores de 50 años?

Saunas de infrarrojos y terapia de frío: ¿moda o beneficios reales?

En los últimos tiempos, las saunas de infrarrojos se han hecho más populares, una versión un poco diferente de las saunas tradicionales, baños de calor húmedo que generan un sudor rápido con sus altas temperaturas para obtener beneficios para la salud como mejorar la circulación o conseguir una mayor relajación muscular o mental. Las saunas de infrarrojos generan sus beneficios gracias a la luz. 

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La temperatura que se obtiene es menor y a través de las luces infrarrojas, haciendo que el calor penetre en el cuerpo de manera profunda, las personas sudan más con temperaturas más bajas. La luz infrarroja promovería la regeneración de las células y estas saunas se emplearían para aliviar dolores, reducir la tensión muscular o reforzar el sistema inmune. En teoría es una opción segura, pero no se recomienda en todos los casos, como en las personas con problemas cardiacos, en caso de inflamación aguda o si se han tenido hemorragias recientes. 

En el extremo contrario a las saunas, que apuestan por el calor, encontramos la terapia de frío, que hace referencia a la aplicación de frío para exponer el cuerpo a temperaturas extremadamente bajas. Esta crioterapia se puede realizar a través de distintos métodos, como duchas de agua fría, baños de hielo o cámaras de crioterapia. Entre los beneficios que se buscan están reforzar el sistema inmune, mejorar la salud mental y el rendimiento deportivo. También se suele emplear para perder peso y aumentar la longevidad

Más allá de las posibles hipotermias y lesiones por frío que pueden producirse si no se apuesta por profesionales de confianza, la terapia de frío no siempre está recomendada porque puede aumentar el riesgo de episodios cardiovasculares, sobre todo en personas con cardiopatías ya existentes. Además, en caso de hipertensión arterial es importante tomar todas las precauciones posibles. 

Está claro que se pueden conseguir ciertos beneficios con este tipo de terapias de frío y calor, pero es importante hacerlo de una forma segura, sobre todo en caso de tener alguna patología previa, algo que es más habitual cuando se pasa de los 50 años. Antes de tomar una decisión, lo mejor es consultar con médicos o expertos en el sector