Bienestar

La historia de la mujer que importó la vacuna contra la viruela pero fue ignorada

Lady Mary Wortley Montagu por Charles Jervas, 1716
Lady Mary Wortley Montagu por Charles Jervas, 1716. Redacción Uppers
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En el crisol del siglo XVIII, cuando la viruela era la sombra más temida de Europa, existió una figura cuya audacia médica quedó eclipsada por su género y por los prejuicios de aquellos tiempos. Nos referimos a Lady Mary Wortley Montagu, aristócrata, escritora, y viajera, que fue la primera en introducir la práctica de la variolización en Gran Bretaña tras observarla en el Imperio Otomano. 

Sin embargo, aquellos primeros y pioneros esfuerzos cayeron en el olvido, relegados a un rincón de la memoria hasta que Jenner, más adelante, convertiría esa semilla en vacuna aceptada. Lo fascinante de su historia no radica en la innovación en sí, sino en haber sido la voz ignorada de una innovación vital.

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El viaje que trajo la variolización a Europa

Durante su estancia en Constantinopla entre 1716 y 1718, Lady Mary observó cómo médicos otomanos inoculaban deliberadamente pequeñas cantidades de virus de viruela en personas sanas para inducir inmunidad. Fue una práctica que ella denominó “engrafting,” la usó sobre su propio hijo en 1718 y, años más tarde, sobre su hija, ya en Inglaterra. 

Fue durante una epidemia de viruela en Inglaterra cuando la aristócrata convino con su cirujano Charles Maitland aplicar la variolización en su hija en presencia de médicos reales, lo que generó cierto respaldo inicial. Esto hizo que la Familia Real Británica se interesara y organizara una prueba. De esta manera el procedimiento se replicó en presos del Newgate Prison, quienes fueron inoculados con el compromiso de liberación en caso de supervivencia. El éxito del ensayo, dado que todos los sujetos sobrevivieron, persuadió a miembros de la familia real, incluyendo a la futura reina Carolina de Gales, lo cual elevó el perfil de la técnica en medios entonces aristocráticos.

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Sin embargo, pese a esos pasos iniciales, el método fue tachado de peligroso y “casi pecaminoso” por algunos sectores religiosos y médicos. La resistencia se mantuvo lo suficiente como para que la innovación de Jenner, una vacuna basada en la viruela bovina, sirviera para eclipsar definitivamente la variolización, consolidándose como alternativa más segura e inviolable.

A pesar de su invisibilización por aquel entonces, hoy en día la Organización Mundial de la Salud, ya reconoce que “la variolización fue introducida en Europa por Lady Mary Wortley Montagu 300 años atrás, en 1721, tras verla practicada en el Imperio Otomano”. ç

Retrato de Mary Montagu y su hijo

Feminismo encubierto: una historia marginada

Esto no fue un olvido casual. Según diversos historiadores Lady Mary fue considerada en su momento una "mujer ignorante" por introducir ese riesgo deliberado en su hija. Tanto es así que su identidad como mujer limitó la aceptación de la vacuna: “si no hubiera inoculado a su hija, puede que nunca hubiéramos encontrado una cura para la viruela”, resalta una nueva biografía publicada recientemente. 

La página de la Universidad Complutense la nombra expresamente como “quien sentó las bases de la vacuna de la viruela en Europa”, subrayando su papel pionero en un momento en el que el virus dominaba el hemisferio occidental. 

Más allá de su contexto histórico, la historia de Lady Mary cobra sentido en 2025 como parte de debates actuales sobre inequidad de género, voz científica suprimida y memoria patrimonial.

El libro ‘Innovadores’ de Iván Fernández reivindica su figura; y lo resume bien: “la historia no solo la escriben los grandes, sino también los tercos, los raros y los que se atrevieron a pensar distinto”. Esa fue su “chispa”: “devolverles el nombre a los olvidados”, siendo Lady Mary “sin duda una historia que merece ser contada, la de la mujer que trajo a Europa la idea de la vacuna pero nadie la tomó en serio.”

La figura de Lady Mary Wortley Montagu no es solo una anécdota curiosa de historia médica, sino una metáfora de por qué se silencian las voces tempranas y marginales. Su audacia y convicción, enfrentamiento a la viruela, y posterior marginación, ejemplifican cómo la innovación puede fracasar no por su mérito, sino por quien la porta.

Este relato invita a replantear no solo los referentes históricos que celebramos, sino las estructuras sociales que permiten que ideas cruciales sean desestimadas hasta que otro las repite con mejor voz, como hizo Jenner después, pero más cómodo frente al sistema patriarcal. Recordarla es volver a nombrar esos momentos invisibles que posibilitan la medicina moderna.