Cómo Beethoven definió el estándar de duración de los CD
La duración total del soporte se definió para que pudiera contener una obra de Beethoven muy concreta
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Cuando Philips y Sony comenzaron a desarrollar conjuntamente el formato de disco compacto (CD) a finales de los años 70, el objetivo era simple: superar al vinilo y a la cinta en términos de calidad, durabilidad y comodidad. Sin embargo, resulta sorprendente como una decisión aparentemente técnica, la de cuántos minutos debía durar un CD, terminó tomando un giro inesperado y profundamente simbólico. Y es que al final, la duración total del soporte se definió para que pudiera contener, de principio a fin, la Novena Sinfonía de Beethoven.
La batalla por los minutos
Inicialmente, Sony proponía un disco de 60 minutos de capacidad, frente a los 74 minutos defendidos por el ingeniero de Philips llamado Kees Immink. Según reveló la propia empresa japonesa, fue Norio Ohga, presidente de Sony, amante del canto lírico y melómano confeso, quien presionó para que el nuevo soporte pudiera albergar sin interrupciones la interpretación más extensa conocida de la Novena, grabada por Wilhelm Furtwängler en 1951 en el Festival de Bayreuth. Aquella versión duraba exactamente 74 minutos.
El propio Immink lo detalló en el Journal of the Audio Engineering Society (2006): “Se estableció una capacidad de 74 minutos para permitir la grabación completa de la Novena Sinfonía. Era un símbolo de calidad y ambición cultural”. De este modo, la música clásica, y no la evolución tecnológica o las restricciones técnicas, se convirtió en el argumento definitivo para decidir los límites de un estándar global que todavía hoy sigue vigente más de cuatro décadas después.
Esta duración máxima del CD, que era concretamente de 74 minutos y 33 segundos condicionó el diseño del soporte: un diámetro de 120 milímetros y una densidad de grabación más alta que la inicialmente prevista. Esa medida se mantuvo cuando los CD-R y CD-ROM llegaron al mercado, y durante años fue el baremo que limitó la duración de los álbumes musicales y películas distribuidas en el formato VCD.
Beethoven, la industria y el relato
¿Por qué Beethoven? Más allá de su prestigio incuestionable, la Novena es una obra completamente icónica. Se trató de la primera sinfonía que incorporó voces, su último movimiento (“Oda a la Alegría”) es el himno oficial de la Unión Europea y el propio Beethoven dirigió su estreno en 1824, estando ya completamente sordo. Que un formato de audio digital de última generación tomara como medida fundacional su obra final no era solo una decisión práctica, sino también toda una declaración de intenciones.
“Lo verdaderamente extraordinario no era la invención en sí, sino la persona detrás de ella”, reflexiona el periodista Iván Fernández, autor del libro Innovadores, que recoge este tipo de anécdotas que demuestras las muchas conexiones invisibles entre tecnología y humanidad. “Quise mostrar que muchas grandes decisiones tecnológicas están guiadas por emociones, valores o gestos simbólicos, no solo por cálculos de ingenieros.” Esta historia lo demuestra con claridad: Beethoven marcó el pulso de la era digital sin saberlo. Sin embargo, esta historia de la creación de los CDs no tuvo cabida en su primer libro, quedándose pendiente de una posible segunda parte de la obra.
Hay que decir que, aunque la duración media de una sinfonía suele estar por debajo de los 60 minutos, el legado de Beethoven se ha convertido en una auténtica vara de medir para generaciones venideras tanto de creadores, como de oyentes. Incluso hoy, en tiempos en los que cuando los discos físicos han perdido relevancia frente al streaming, la cifra de 74 minutos sigue estando presente como parte de la herencia cultural y técnica.
El hecho de que esta decisión se mantuviera sin cambios durante décadas, incluso con la aparición de nuevos formatos ópticos como el DVD o el Blu-ray, subraya el peso simbólico de una obra compuesta en 1824. Beethoven no solo desafió los límites de su tiempo: los estiró hasta que se convirtieron en estándar.
