Sergi Rufi, psicólogo, sobre cómo abrirse a los 50: "El mantra de 'los hombres no lloran' castró nuestra emotividad"

Sergi Rufi, un hombre puede llorar. Álvaro Deza
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El mantra de 'los hombres no lloran' ha acompañado a varias generaciones como una especie de mandato silencioso que se repetía en hogares y escuelas, perpetuando un modelo de masculinidad rígido, solitario e insensible bajo la apariencia de consejo inofensivo e inocente. Nos enseñaron a no sentir, a esconder los sentimientos, a disfrazar nuestros miedos. Y el daño fue incalculable. "Esa frase no solo castró la emotividad de millones de hombres, sino que sembró generaciones enteras de adultos incapaces de llorar, de pedir ayuda, de mostrarse vulnerables. Nos robó humanidad", sentencia Sergi Rufi, doctor en psicología que acaba de publicar 'Abiertos a sentir' (Libros Cúpula), un manifiesto emocional dirigido a quienes, a pesar de todo lo que les dijeron, se han sentido siempre demasiado sensibles, vulnerables, humanos.

Aunque en los últimos años ha habido avances, lo cierto es que la represión emocional, el aislamiento y la dificultad para establecer vínculos afectivos se normalizaron durante demasiado tiempo y desarrollaron raíces muy profundas, raíces de las que nace ese malestar humano general que solo puede combatirse reivindicando la sensibilidad como brújula interior.

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¿Por qué nos cuesta tanto mostrar nuestra vulnerabilidad?

Porque vivimos en una cultura que premia la apariencia de fuerza, la productividad y la apariencia de control. La vulnerabilidad nos recuerda lo frágiles que somos, y eso incomoda en un mundo que finge tener respuestas para todo. Mostrarla se siente como un riesgo, el riesgo a ser juzgados, ridiculizados o rechazados.

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¿A ti te costó? ¿Qué fue lo más difícil?

Claro que me costó. Lo más difícil fue derribar la coraza que había construido desde niño para protegerme. Esa coraza me daba seguridad, pero también me aislaba. El reto fue atreverme a mostrar mi miedo, mi tristeza y mi rabia sin sentir culpa o que estaba fallando como persona.

¿Por dónde deberían empezar los mayores de 50 que sienten que no pueden hablar de sus emociones?

Por lo más sencillo: nombrarlas en voz alta, aunque sea a solas. Decir “siento miedo”, “estoy triste”, “me siento solo”. Ese primer reconocimiento abre la puerta. Después, buscar un espacio seguro (un amigo, un grupo, un terapeuta) donde esas palabras no se juzguen, sino que se acojan. Nunca es tarde para empezar. Y muchas más cosas.

Danos tres pautas para aprender a soltar lo que sentimos sin desbordarnos

  1. Nombrar la emoción: ponerle palabra calma la intensidad.
  2. Compartir en espacios seguros: elegir bien con quién y dónde abrirnos, no vale con cualquier persona, lugar, puede ser contraproducente.
  3. Dar salida corporal: aprender a escribir, a llorar, a hablar, a moverse… el cuerpo necesita expresarlo, no guardarlo.

¿Qué les dirías a quienes piensan que expresar lo que sientes te hace parecer débil?

Que están confundiendo los términos. Débil no es quien siente y lo comparte, débil es quien no se atreve a ser real y vive escondido detrás de una máscara. La fortaleza está en la autenticidad de decir y hacer lo que sientes y es importante, no en la represión.

¿Qué es para ti ser fuerte?

Ser fuerte es decir lo que piensas, hacer lo que sientes que es importante para ti, a pesar de la presión. Es sostener tu vulnerabilidad sin avergonzarte de ella. Es ser coherente con tu mundo interior aunque incomode afuera.

¿Y ser débil?

Débil es reprimir constantemente lo que eres para encajar. Es vivir pendiente de la mirada ajena. Es no poder mostrar tu tristeza, tu miedo o tu rabia, y terminar prisionero de ti mismo.

¿Hay alguna emoción que la gente tienda a reprimir más que otras? ¿Por qué?

Sí, la tristeza y la rabia. La tristeza porque la asociamos a fracaso y fragilidad. La rabia porque la confundimos con violencia. Ambas se censuran desde la infancia, y por eso son las más difíciles de expresar de adultos.

La rabia. como apuntas, ha sido siempre una emoción muy culpabilizada. ¿Deberíamos romper más platos?

Quizá deberíamos romper más platos simbólicamente. La rabia es energía vital, y cuando se reprime se convierte en veneno. Canalizarla de forma creativa, física o verbal es sano. No se trata de destruir, sino de liberar.

¿Por qué nos da pudor cuando alguien se emociona delante de nosotros?

Porque nos confronta con nuestra propia humanidad. Nos señala algo que no hemos solucionado, y que seguimos tapando. No sabemos qué hacer con nuestras emociones incómodas, así que tampoco sabemos qué hacer con las de los demás. Nos falta cultura de apertura emocional y nos sobra miedo al desborde.

¿Abrirse emocionalmente significa contarlo todo… o hay matices?

Abrirse no es desnudarse sin filtro. Hay matices. Significa compartir lo que necesitamos en un espacio seguro, con las personas adecuadas. La exposición indiscriminada es teatro y pornografía emocional. La apertura auténtica es intimidad y conexión.

¿Dónde colocas la línea que separa la exposición emocional honesta del gesto teatral vacuo?

La línea está en la intención. Si lo haces para conectar, sanar o compartir, es honesto. Si lo haces para manipular, exhibir o impresionar (ganar likes), es teatro. La honestidad se nota, siempre.

¿Por qué dirías que abrirse emocionalmente es un acto de valentía?

Porque implica desarmarse frente a los demás. Porque es ir a contracorriente de una sociedad que nos enseñó a fingir control. Porque mostrar lo que sientes es exponer tu verdad más íntima, y eso requiere de un coraje enorme en una cultura oficial que promociona el control y la represión emocionales.