Cambios de look

Cómo ayuda un buen corte de pelo nuevo en la autoestima cuando quieres un cambio: "Hay que resaltar lo mejor"

Halle Berry
Halle Berry, bienestar emocional en la madurez. Getty Images
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Hay decisiones que no se toman con la cabeza, sino con el corazón. Una ruptura, una mudanza, un cambio de trabajo… y ahí aparece el impulso: “necesito hacerme un corte de pelo radical”. Pero el riesgo es evidente, ya que lo que debería ser un gesto liberador corre el peligro de terminar en arrepentimiento frente al espejo. Para Javier Mateo, estilista y cofundador de THE LAB Beauty Studio, la diferencia entre el acierto y el error está en una palabra: escuchar. Escuchar al cliente, escuchar el momento vital y, sobre todo, escuchar lo que el propio cabello permite.

Y es que, a medida que envejecemos, los cambios en el cabello pueden tener un impacto psicológico real. Un estudio reciente señala que los cambios capilares relacionados con la edad “sin optimizar la apariencia del cabello pueden limitar la percepción estética y la autoconfianza, incluso si el rostro se conserva más rejuvenecido”. Del mismo modo, distintos estudios asocian la salud emocional y la apariencia capital de forma íntima, hasta el punto de que los cambios subjetivos en el cabello tras la menopausia, como pueden ser la pérdida difusa del cuero cabelludo, se perciben como negativos en autoestima y valoración corporal.

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En la misma línea, la Sociedad Española de Medicina Estética subraya que el cuidado del cabello se ha convertido en una parte fundamental del bienestar emocional en la madurez, al mismo nivel que la piel o la salud física. El cabello transmite vitalidad, coherencia y estilo, y cuando refleja descuido o rigidez, puede reforzar estigmas de envejecimiento que afectan al ánimo.

Por otro lado, Svenson afirma que “8 de cada 10 personas asegura que se siente mucho mejor cuando se encuentra a gusto con su cabello y con el peinado que luce”, lo que ilustra una creencia extendida: que sentirse bien con la imagen capilar influye en el ánimo.

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El corte como símbolo de ligereza

“Muchas mujeres de 50 nos piden sentirse más ligeras, física y emocionalmente”, explica Mateo. En su experiencia, recomienda tres cortes que funcionan como catalizadores de esa sensación: el bob desestructurado, que aporta frescura y movimiento; el pixie con textura, audaz y liberador; y el long shag, con capas suaves y aire despreocupado. Todos tienen un elemento común, el de transmitir vitalidad y alejarse de la rigidez que durante décadas marcó el estilo femenino maduro.

Este enfoque no es casual. Según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (STANPA), la percepción de juventud no depende tanto del largo del cabello como de la textura, el brillo y la naturalidad del corte.

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En cualquier caso, la tentación de lanzarse a un rapado radical o de acabar tiñéndose de un color azul eléctrico sigue existiendo, sobre todo tras un cambio brusco en la vida. “Nuestro trabajo no es frenar ese impulso, sino interpretarlo”, señala Mateo. Su método consiste en conversar antes de sacar las tijeras: ¿qué se quiere transmitir con ese cambio?, ¿responde a un deseo sostenido o a una emoción del momento? A veces la mejor decisión no es cortar de golpe, sino proponer una transición intermedia, un paso que permita adaptarse y comprobar que el cambio conecta de verdad con la identidad de quien lo lleva.

Lo confirma también la psicología de la imagen: los cambios estéticos impactan en la autoestima, pero solo funcionan de manera positiva cuando se sienten coherentes con el proceso interno del sujeto, según estudios de la American Psychological Association.

Más movimiento, menos carga

Por otra parte, estaría esa sensación de “quitarse un peso de encima” tras pasar por la peluquería. No se trata tan solo de una metáfora. Los cortes con capas y las texturas controladas alivian el peso físico del cabello, haciendo más manejable la rutina y aportando una buena dosis de dinamismo al rostro. Esa ligereza visual se traduce en energía emocional: menos rigidez, más vitalidad.

En este sentido, evitar los peinados excesivamente pulidos o con fijación rígida resulta fundamental. Hoy los recogidos actualizados, los moños con mechones sueltos y los acabados naturales han reemplazado al look “de señora de antes”, transmitiendo sofisticación sin formalidad impostada.

Javier Mateo, Estilista y cofundador de The Lab

Evitar el arrepentimiento

Sin embargo, el error más común es pensar que un corte solucionará por sí mismo una crisis interna. “El pelo no puede tapar lo que pasa por dentro, pero sí acompañar el proceso”, recuerda Mateo. Por eso, ante un impulso de cambio de look extremo, el estilista propone canalizarlo hacia versiones más sostenibles, como un cambio de color luminoso en lugar de una decoloración agresiva, un flequillo cortina en vez de un rapado, o un corte con más textura en lugar de una melena drástica.

La clave, en definitiva, es que el nuevo look sume bienestar y no se convierta en una nueva fuente de inseguridad. La mejor demostración de todo esto la vemos en muchos de los referentes femeninos, que demuestran que un corte bien elegido no tiene fecha de caducidad. Desde el pixie eterno de Halle Berry hasta la melena con capas de Jennifer Aniston o la elegancia relajada de Michelle Pfeiffer, los ejemplos muestran que lo importante no es parecer más joven, sino proyectar autenticidad.

Un corte de pelo puede ser el inicio de una nueva etapa, pero no debería ser un salto al vacío. La fórmula de Mateo es clara: escuchar antes de cortar, elegir estilos con movimiento y textura, y canalizar los impulsos hacia cambios que empoderen sin disfrazar. Así, lo que empieza como un gesto estético se convierte en un acto de autocuidado consciente… y no en una anécdota de “pelo azul” para olvidar.