La historia de Inazio Nieva, graduado en Integración Social con parálisis cerebral: “No somos campeones”

A sus 24 años, hace solo unos meses que se ha graduado como integrador social y se encuentra inmerso en plena búsqueda de trabajo. Vive con sus padres, como tantos jóvenes de su edad, y sueña con independizarse, currar y encontrar una pareja con la que “si nos lo planteáramos, por qué no me encantaría ser aita”. Se llama Inazio y es de Leioa (Bizkaia). Hoy su historia es noticia porque, este 3 de diciembre, se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad y este joven vasco tiene parálisis cerebral.

“Yo solo pretendo ser un chaval más de 24 años”, reclama. Y como cualquiera de esa edad, él también quiere algo tan simple como, por ejemplo, “salir de fiesta”. Este vizcaíno huye de la infantilización y de los prejuicios, aunque le ha tocado lidiar con ellos: “En una ocasión, fui a comprarme unos pantalones y la dependienta, que tendría tres años más que yo, me pidió que le diera dos besos”, relata.

Aún así, cree que la sociedad está avanzando. “Casi una de cada diez personas tiene discapacidad, no es un porcentaje tan bajo, tienen que darnos oportunidades”, exige. Esa es su lucha, “que me den las mismas oportunidades que al resto” y que “para juzgarme, me conozcas primero con mis virtudes y mis defectos, que también los tengo”.

"Algo no iba bien"

Su vida no ha sido fácil. A los 4 meses su madre, que es pediatra y además tenía ya dos hijas mayores que Inazio, percibió que con su hijo pequeño “algo no iba bien”. Tras descartar con pruebas médicas que padeciera, por ejemplo, discapacidad auditiva, tras cumplir el año le realizaron una resonancia cerebral que puso nombre y apellidos a lo que le pasaba al pequeño Inazio: parálisis cerebral.

Aquello fue, en parte, “un alivio” para sus padres por “poder saber y empezar a trabajar” y, también, se enfrentaron al miedo ante lo desconocido, a las dudas sobre la evolución de Inazio: “No sabían si estaría toda la vida postrado en una silla de ruedas o si, simplemente, lograría hablar”, recuerda.

Y vaya si lo hizo, pero para llegar hasta donde está hoy este veinteañero ha oído en su casa muchas veces la palabra ‘no’. Siempre que sus padres lo consideraban oportuno recibía, al igual que sus hermanas, el no por respuesta. “Yo he salido espabilado porque en casa han evitado sobreprotegerme, a pesar de que por mi situación requería una mayor atención”, admite. Acudió a una escuela ordinaria y, lamentablemente, Inazio pasó a engrosar la estadística de que el 80% de las personas con discapacidad sufre acoso escolar.

Superar el bullying y la depresión

“Se portaban mal conmigo y yo, a su vez, me portaba mal con todo el mundo”. Recuerda cómo “me llegué a sentir el ‘Gollum’ que me llamaban durante el recreo”. Ahora, pasados los años, es consciente del origen del problema: la falta de formación del profesorado y del alumnado. “A mis compañeros no les explicaron cómo es Inazio, de haberlo hecho mi evolución hubiera sido distinta”, concluye.

El bullying le llevó a pensar más y más en sus limitaciones y cayó en una depresión. Le decían que no servía y temía que, “si con 12 años no le caía bien a nadie, cómo sería con 20”. Aquello le hizo revelarse y “tener mal comportamiento” porque “sufrir, sufrir y sufrir, para mí era lo normal”, lamenta.

Pero Inazio supo revertir tanto dolor y convertirlo en acicate para lograr sus objetivos. Ahora este integrador social busca empleo. “No será fácil para mí porque solo el 34% de las personas con discapacidad logra un contrato”, admite, aunque no piensa rendirse.

“Soy consciente de mis limitaciones y acepto mi discapacidad”. Con esta premisa, Inazio se enfrenta a su futuro con la determinación de encontrar un empleo e independizarse. “Me veo perfectamente viviendo solo e incluso haciéndolo en otra ciudad”. Mientras persigue sus sueños, este integrador social ejerce de divulgador de diversidad funcional a través de las redes sociales y “doy charlas en centros escolares y allí donde me llamen”. A día de hoy, siente que su voz es escuchada, aunque reconoce que, a la sociedad, en general, “le cuesta escuchar y poner en valor lo que dice una persona con discapacidad”.

‘Rompiendo los silencios incómodos”, es el lema de la Fundación Adecco para este 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad. En su web, recuerdan los hitos que se han logrado desde que, en 1982, España aprobara la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI) con el propósito de garantizar un derecho que no se estaba respetando: el acceso al mercado laboral en igualdad de condiciones. Una década después, Naciones Unidas estableció el 3 de diciembre como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad con el fin de promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidad. En 2014, mediante la Ley General de los Derechos de las Personas con Discapacidad (LGD), se unificaron diversas normativas para adaptar la legislación a los avances logrados, identificando áreas en las que aún queda trabajo por hacer.

“A lo largo de los años, la situación de las personas con discapacidad ha mejorado significativamente, pero aún queda un largo camino por recorrer”, concluyen. Pues sigamos dando pasos.

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