17 años de cárcel por convertir la vida de su sobrina en un infierno: 28 años de violaciones y vejaciones

  • La sentencia recoge además, 20.000 euros de indemnización y 27 años sin poder contactar con su víctima

  • Las agresiones sexuales comenzaron en 1992 y se mantuvieron hasta 2020

  • La propia hija del condenado confesó que abusó también de ella con solo 9 años

Tenía solo 12 años cuando su tío comenzó a agredirla sexualmente. Una pesadilla que se alargó durante 28 años y que ha marcado de por vida a una vitoriana que, ahora con 44 años, ha visto como su agresor, ha sido condenado a 17 años y cuatro meses de prisión por violar, vejar y robar a su víctima de forma continuada.

La Audiencia Provincial de Álava considera probado que el procesado cometió un delito continuado de agresión sexual y otro continuado de robo con violencia o intimidación.

Además de la pena de cárcel, le impone el pago de una indemnización a la víctima de 20.000 euros y le prohíbe ponerse en contacto con ella durante los próximos 27 años. La sentencia no es firme y el condenado puede aún recurrirla ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV).

Los ataques de este guipuzcoano, que hoy en día tiene 65 años, comenzaron en 1992. Nadie en su entorno supo lo que su tío le hacía y pese a que, según informa El Correo, él negó los hechos durante el juicio, los jueces no han tenido dudas. Es culpable.

Secuelas de por vida

El testimonio de la propia víctima, el de la propia hija del condenado que reconoció que la agredió sexualmente también a ella con solo nueve años y los peritos han dado credibilidad al relato de esta vitoriana.

Cuando solo era una niña, su tío con el que vivía en el mismo domicilio comenzó a agredirla sexualmente y no paró de hacerlo a pesar de ser ya una mujer adulta, independizada y con pareja. No solo eso, además comenzó a intimidarla y golpearla si se negaba a darle dinero.

La sentencia viene a aliviar en parte el extremo dolor de esta mujer sometida a un infierno desde 1992 hasta 2020. Pero casi tres décadas de agresiones son demasiado tiempo para salir indemne de semejante tropelía. La víctima sufre “un trastorno de estrés postraumático”, además de otras secuelas como la depresión que la acompañarán para siempre.

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