Isabelle se contagió de coronavirus hace cinco años y ahora vive con covid persistente: “Mi madre con 77 años está mejor que yo”
Se cumplen cinco años de la confirmación de los primeros contagios en Euskadi
Isabelle lidia a diario con la apnea del sueño, inestabilidad, dolores de cabeza y la frecuencia cardiaca alterada
Euskadi estrena en febrero la primera unidad de covid persistente en el hospital de Basurto
BilbaoSe cumplen cinco años de la confirmación de los tres primeros casos de Covid-19 en Euskadi. La vizcaína Isabelle Delgado fue una de ellos, se contagió un 29 de febrero de 2020 y, desde entonces, sufre covid persistente. En este lustro, ha ido desarrollando diversas patologías y ha pasado “de no pisar una consulta a peregrinar por los especialistas”, “de no tener nada a sufrir varias enfermedades crónicas”.
Ella, que siempre había sido una mujer “con una salud de hierro”, recuerda aquellos primeros días tras el contagio nítidamente. Empezó a tener fiebre muy alta, dolores de cabeza tan fuertes que “temía que me diera un ictus”, porque “sentía como un taladro de sien a sien”, quemazón en la garganta y mareos.
Los síntomas lejos de ir remitiendo con el paso de los días fueron intensificándose: “Se me empezó a caer el pelo a mechones, me dolían los brazos y todo lo que comía tenía un sabor metálico”, y el “miedo” empezó a cundir en ella: “Tenía terror porque pensaba que cualquier mañana mi hijo de 12 años me iba a encontrar muerta en la cama”, confiesa. Isabelle recuerda que tenía “la sensación de estar siendo envenenada”.
"Soy otra versión de mí misma"
A finales de 2020, a esta getxotarra le diagnosticaron covid persistente y cinco años más tarde, la vida le ha cambiado radicalmente. Ha tenido que dejar su trabajo como correctora ortotipográfica, pasó de “estar casi cuatro horas saltando como una fiera en un concierto de Bruce Sprinsteen en Barcelona” a tener que rechazar la propuesta de una amiga para ir a la ópera en Bilbao, “porque soy incapaz de salir de casa a las cinco de la tarde y no volver hasta las once de la noche”. Isabelle siente que hoy “soy otra versión de mí misma, empeorada” y que “queda poco en mí de la Isabelle de antes de aquel 29 de febrero de 2020”.
Las secuelas de la enfermedad de Isabelle, se evidencian en dolores de cabeza frecuentes, inestabilidad, febrícula "cuando hago el más mínimo esfuerzo", afonía y disfonía, apnea del sueño que le obliga a "dormir con un respirador" y una medicación crónica pautada porque tiene "alterada la frecuencia cardíaca".
Las fotos le muestran el cambio físico que ha experimentado: “Peso 25 kilos más, no soy la misma”. A sus 55 años siente que su cuerpo y su salud es el de una mujer de 75 años. “Mi madre con 77 años está mejor que yo”, explica. Sin embargo, hay algo que el covid no ha conseguido arrebatar a Isabelle y es “mi corazón de guerrillera”, ese que le ha llevado a trabajar “muy duro” al frente de la asociación Long Covid Euskal Herria para que se reconozca el covid persiste como una enfermedad crónica real, “que no tiene tratamiento ni cura”.
A día de hoy, lamenta que no exista un registro de casos, ni casi reconocimiento y, aunque agradece los pasos que se van dando, como la apertura de la primera unidad que Osakidetza pone en marcha en Euskadi para tratar de manera específica a estos pacientes, en el hospital Basurto (Bilbao), Isabelle se muestra crítica con decisiones como “que solo se vaya a tratar allí a 50 personas”. En su opinión, “parece más un ensayo clínico” que una verdadera apuesta por ofrecer un servicio a quienes sufren esta enfermedad, muchos de los cuales, al igual que ella, sienten que “el mundo nos resulta ahora muchas veces hostil”.
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