Así resistió Erdogan, a un paso de revalidar el trono de ‘sultán’

  • Todo apunta a que el presidente turco se impondrá este domingo en segunda vuelta al candidato del CHP Kemal Kilicdaroglu, al que las encuestas daban como favorito antes del 14 de mayo

  • El mandatario logró casi uno de cada dos votos en primera vuelta, imponiéndose en la Anatolia interior, incluidas las áreas más golpeadas por el terremoto

Salvo sorpresa, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, revalidará el trono del ‘sultán’ en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de este domingo. El mandatario, de 69 años, dos décadas en el poder, se medirá al candidato de la conocida como Alianza Nacional, Kemal Kilicdaroglu, de 74. Nadie lo dio nunca por derrotado, pero especialistas universitarios, analistas políticos, periodistas y, sobre todo, las encuestas auguraban una ligera ventaja para el candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP) frente a Erdogan, al que el paso del tiempo, el frenazo de la economía y las consecuencias del terremoto que sacudió –dejando más de 50.000 muertos- el sur de Turquía a comienzos de febrero pasado parecían estar pasando factura definitiva.

No fue así, y el líder de la formación islamista Justicia y Desarrollo (AKP) se impuso en primera ronda por cuatro puntos porcentuales, un 49,52%, a su máximo rival, el kemalista y socialdemócrata Kilicdaroglu (un 44,8%). Apenas cuatro décimas le habrían bastado a Erdogan para haber superado el 50% de los votos y haber revalidado la presidencia de manera automática en unos comicios –fue tanto el caso de las presidenciales como de las legislativas, celebradas el mismo día- con participación récord. Casi un 90% de los ciudadanos turcos mayores de edad acudió a las urnas, una realidad, con todo, que viene siendo habitual en los últimos años; un entusiasmo sin parangón en el entorno europeo y de Oriente Próximo.

En primer lugar, las primeras erradas en sus predicciones fueron las encuestas electorales, que, a la vista de los resultados, se hicieron eco con mucha más fidelidad del sentir de la Turquía urbana, mesocrática y joven que de la Anatolia rural y mayor. Es decir: es más fácil ser contactado por alguna de las agencias encargadas de contabilizar la intención de voto si eres joven y vives en Estambul, Esmirna o Ankara, donde la oposición a Erdogan predomina sobre sus partidarios, que en las comarcas del interior del país, donde el mandatario obtiene –como volvió a ser el caso el pasado 14 de mayo- sus mejores resultados.

La victoria de Erdogan en la primera vuelta y las legislativas –su plataforma electoral obtuvo 268 escaños de un Parlamento con 660 diputados- deja claro que la Turquía –la mitad exacta del país- que sintoniza con su figura e ideas –nacionalismo, islamismo y conservadurismo- no ha dejado de apoyarle. La polarización que vive el país –que algunos vinculan directamente a la forma de gobernar de Erdogan- ha movilizado a los votantes del líder del AKP ante la posibilidad de una derrota.

Aunque la euforia entre la oposición, cancillerías occidentales y observadores y analistas poco entusiasmados con la figura del mandatario lo pasó por alto en las vísperas de la primera ronda, a favor del resultado de Erdogan jugó –no podía ser de otra manera- su control sobre los medios, la justicia, la economía y los militares, sólida y concienzudamente construido a lo largo de dos décadas. Al respecto, el columnista de The Washington Post Fareed Zakaria escribía: “Cuando las elecciones se celebran en circunstancias así y los observadores internacionales constatan que las papeletas se introducen en las urnas y se cuentan adecuadamente y, de esta manera, certifican que hay una concurrencia auténtica le hacen al mundo una faena. Necesitamos un nuevo vocabulario que describa este fenómeno. ¿Son elecciones así libres? Técnicamente sí, pero también son profundamente injustas”.

Para uno de los mayores expertos en Turquía, el investigador Soner Cagaptay, otro de los factores que explican la victoria de Erdogan tiene que ver con la manera de explotar factores identitarios frente a su rival, el ex funcionario y economista Kilicdaroglu. Según el especialista en estudios turcos del think tank estadounidense The Washington Institute for Near East Policy, Erdogan apeló al nacionalismo turco y al componente suní, mayoritario, frente al aleví, comunidad minoritaria (un 15% de la población) a la que pertenece el líder del CHP. “Los ataques nada velados de Erdogan contra la identidad universalista aleví de Kilicdaroglu dañaron a este en la Turquía profunda”, escribía en un tuit.

En este sentido, en una entrevista en The New Yorker del periodista Isaac Chotiner al novelista y ensayista turco Kaya Genc, este dejaba constancia del sentir de una parte de la oposición turca al confirmarse la candidatura de Kemal Kilicdaroglu como principal rival de Erdogan en estas elecciones: “No es posible que este hombre sea elegido como presidente. Necesitamos un suní como Erdogan. Necesitamos alguien que hable con una voz fuerte, agresivo, básicamente un nacionalista turco en lugar de un socialdemócrata turco. Necesitamos alguien que golpee sobre la mesa para ganar. Erdogan se va a comer vivo a este hombre”.

De manera inteligente, Erdogan fue capaz de centrar el debate en los valores y la identidad frente al que los especialistas presentaban como principal lastre para el mandatario, la economía. Entre otras incapacidades del líder del CHP y la Alianza Nacional opositora, la de no haber movilizado lo suficiente el voto kurdo anti-Erdogan en su favor. Si la participación en el conjunto de Turquía rozó el 90%, en las zonas del este y sureste de mayoría kurda esta apenas llegó al 80%.

La altísima participación permite hacer una fotografía muy precisa de la Turquía actual. Como en otras ocasiones, aunque es cierto que los partidarios del presidente han retrocedido respecto a las elecciones de 2018, el país se divide prácticamente en dos mitades geográficamente bien definidas. Por una parte se sitúa la Anatolia de las grandes ciudades y la costa del mar Egeo además del este, de mayoría kurda, partidaria mayoritariamente por la Alianza Nacional encabezada por Kilicdaroglu y por otra la del interior, donde Erdogan tiene su fortín.

A pesar del mal comportamiento de la economía turca en los últimos años –que se ha manifestado en una altísima inflación-, la Anatolia del interior y el mar Negro han confiado nuevamente en la experiencia del veterano mandatario. Incluso en las zonas más golpeadas por el terremoto el presidente ha contado con el favor de los vecinos, que le encomiendan liderar las labores de reconstrucción.

Para dar la campanada e imponerse a Erdogan en segunda vuelta, la candidatura de Kilicdaroglu tendrá que hacerse con aproximadamente el 80% de los votos que en primera vuelta fueron al tercer candidato en liza, el ultranacionalista Sinan Ogan, que al frente de la Alianza Ancestral se hizo con el 5,17% de los sufragios. Pero lo más probable es que la mayoría de los votantes de Ogan se decante por Erdogan –fueron aliados en el pasado-, y si el mandatario mantiene a sus fieles, no necesitará demasiados votos para superar con claridad a Kilicdaroglu.

Aunque la plataforma electoral liderada por Kilicdaroglu, con el CHP como fuerza mayoritaria, incluye también partidos islamistas y conservadores, lo cierto es que tanto los proyectos como los propios perfiles personales de los dos candidatos son nítidamente diferentes. De sobra son conocidas las ambiciones nacionalistas –manifestadas en una política exterior que se ha definido como neootomanista- e islamistas del presidente. El nacionalismo es una fuerza al alza en Turquía, y ello explica también los buenos resultados de Erdogan -además de la emergencia del movimiento conservador de Ogan.

Por contraste, su rival este domingo, Kemal Kilicdaroglu defiende el legado kemalista, el consenso frente a la confrontación, la vuelta a una república parlamentaria y una mayor cooperación con la UE y la OTAN. Justamente la importancia del factor patriótico empuja en las últimas horas a Kilidaroglu a elevar el tono nacionalista emulando el tono de Erdogan ante la cita de este domingo. Todo hace indicar a que, a pesar del buen resultado, casi un 45% de los votos, esa otra Turquía que encarna el líder del CHP, el ‘Ghandi turco’, tendrá que esperar. En tiempos difíciles, los turcos han preferido la experiencia de Recep Tayyip Erdogan a la debilidad de un proyecto apenas unido por el pegamento del rechazo al presidente. Hay ‘sultán’ para rato.