Japón celebra la floración de la 'sakura', emblema del samurái

  • Durante el 'hanami' se puede contemplar la 'sakura', flor rosada ligada a Japón y a los samuráis

Japón celebra durante estos días el 'hanami', una tradición que consiste en contemplar las flores. Una de las más famosas es la 'sakura', la flor rosa del cerezo japonés, que es el emblema del país y del guerrero samurái. El acto coincide con el endurecimiento de algunas medidas en Osaka, Hyogo y Miyagi.

Miles de personas acuden a los principales parques de las ciudades para observar las flores. Actualmente hay al menos 600 enclaves en los que disfrutar del 'hanami' a lo largo de la nación nipona. Solo en el parque de Ueno, situado en Tokio, se pueden apreciar alrededor de 800 cerezos de distintas variedades.

Los árboles están cuidados por funcionarios del Gobierno y la asociación 'Ueno Sakuramori no Kai', cuyos miembros se autodenominan los guardianes de la flor del cerezo. Esta organización, que está en continuo reclutamiento de miembros, publica cada año un mapa con las ubicaciones de los cerezos del parque Ueno. Esta celebración reporta al país todos los años miles de millones de yenes. Sin embargo, la previsión para este es inferior debido a las restricciones a los vuelos por la pandemia.

Una conexión ancestral

La 'sakura' es uno de los símbolos de Japón y de los samurái. Esta flor tiene la particularidad de caer de las ramas en su máximo esplendor antes de marchitarse, lo que se asocia a lo efímero de la vida. En este punto conecta con los samuráis, para quienes el máximo honor era morir en batalla en su apogeo como guerreros, en lugar de por enfermedad o longevidad.

Una de las leyendas acerca del color rosado de los pétalos está plasmada por el samurái Yamamoto Tsunetomo en la obra Hagakure. De acuerdo a este mito, las mujeres de los samuráis permanecían en casa durante la guerra en la era Meiji. Al recibir la notificación de la muerte de sus maridos cometían 'seppuku' (también conocido como 'harakiri' o suicidio) bajo el cerezo. Entonces las raíces absorbían su sangre y las flores tornaban de blanco a rosa. En realidad, el color deriva de las sustancias químicas del árbol.